Alejandra Loray – Discurso, sujeto y lazo social
Comentario de: Nora Cappelletti
Un libro que –tal como su título lo destaca– nos permite pensar la articulación del discurso, el sujeto y el lazo social. Una investigación y a la vez una interrogación en torno a la producción del sujeto y al lazo social, apoyándose en la elaboración de J. Lacan en el Seminario 17 donde presenta los cuatro discursos. Alejandra Loray toma esta referencias cómo brújula para orientarnos en la ruta del goce y sus consecuencias, marcando así lo específico e inseparable de toda experiencia humana.
El libro se organiza en torno a siete capítulos, el primero de los cuales trabaja –centralmente– en torno a los discursos, su estructura, los lugares, los elementos, y desarrolla los cuatro discursos que presenta Lacan: el del amo, el de la histérica, el universitario y el del analista.
Alejandra Loray busca aportar categorías de análisis para pensar lo social. Para esto subraya con Lacan que “…un discurso es lo que determina una forma de organización social…”: interrogar dichas formas implica necesariamente analizar los discursos que lo determinan. Podemos asimismo “leer” lo que justifica su interés –en tanto psicoanalista– de adentrarse en el análisis de lo político ya que “…solo es factible entrometerse en lo político si se reconoce que no hay discurso, y no sólo el analítico, que no sea del goce”. Aporte central del psicoanálisis que la autora retoma para su indagación. El capítulo II, “Diacronía del goce”, trabaja en particular éste punto. Retoma la pulsión freudiana; la conceptualización que de ésta hará Lacan a través del goce, en particular bajo la forma del objeto a, plus de goce y –apoyándose en los seis paradigmas del goce que desarrollara J.-A. Miller– Loray ubica su investigación y desarrollo en torno al paradigma V, el goce discursivo.
Destaca así la relación primaria y doble entre el significante y el goce: por un lado anulación y mortificación del goce por el significante y por otro, recupero de goce a través del objeta a, plus de goce. El objeto a será lo que permite gozar pero al mismo tiempo es la marca de la pérdida de goce, de lo que no es posible capturar. La autora subraya así – dado que el significante es causa y medio de goce y al mismo tiempo pérdida de goce– que el sujeto, el Otro, el orden simbólico serán impensables sin su conexión con el goce.
En los dos siguientes capítulos, Loray analiza el modo en que el discurso cumple la función paterna. Para esto hace un recorrido de la metáfora paterna, los tiempos del Edipo, el padre de Freud a Lacan, la identificación al padre como primaria, subrayando que en el Seminario 17, Lacan destaca el surgimiento del sujeto por la incidencia del significante: el sujeto surge en la brecha, en el intervalo entre S1- S2. Lo esencial que destaca la autora es que el significante hace surgir al sujeto al mismo tiempo que lo borra: el significante que lo representa viene a cubrir el vacío, la hiancia: “…somos tan solo…esa apertura, podríamos decir, aquella barra que atraviesa la S para escribir el sujeto tachado ($)”. Ningún significante será signo del sujeto. En los discursos el S1 representa al sujeto y lo que no tiene representación es lo pulsional que se escribe como a.
De este modo Loray da cuenta de cómo el sujeto no puede quedar subsumido a ningún universal, en tanto lo más singular será a la vez lo más íntimo y a la vez exterior al sujeto, lo que Lacan designó como “extimidad”: el objeto a es tan éxtimo al sujeto como al Otro, y en eso radica su singularidad.
Respecto del tratamiento del goce que realiza el discurso del amo, Loray lo pone en serie con la función del padre en tanto al emitirse hacia los medios de goce que son los que se llama el saber, el significante amo no solo induce sino que determina la castración. Pero además, la autora destaca que en los distintos discursos habría un tratamiento del goce por lo simbólico, en tanto algo del goce es elaborable en forma de objeto a. Equipara así los distintos discursos con la función paterna que produce una operación de “castración”.
Los capítulos V y VI nos conducen al nudo del trabajo: Loray aborda las formas de organización y funcionamiento político y social con la teoría de los discursos, teniendo como objetivo cernir la estructura que subyace a los acontecimientos y sus consecuencias.
Intenta así, nos dice, despejar los elementos pasionales, trágicos, sangrientos, de la trama de la historia humana, y despejar con esto efectos futuros. Si ya veníamos concernidos con el desarrollo que fuimos siguiendo hasta acá, este intento de dilucidar –en tanto psicoanalista-– la trama pasional de la historia, para anticipar efectos y consecuencias, nos entusiasma aún más para adentrarnos en la lectura.
Así, la matriz de los cuatro discursos es pensada como organizadora de la vida cotidiana y de las formas de relación establecida entre los hombres en los distintos ámbitos en que se despliegan los lazos.
Loray se plantea hacer un aporte para elucidar la complejidad de lo humano incluyendo la dimensión del goce habitualmente excluida en otras lecturas ajenas al psicoanálisis. Retoma así a Lacan –cómo ya señalamos– cuando afirma “no hay discurso que no sea del goce”.
El goce, la satisfacción –mencionados por la autora como el punto de real en juego, bajo la forma de los intereses más diversos–, constituyen la brújula para orientarse en las ficciones de las verdades mentirosas.
En el capítulo V analiza –con esta orientación– el régimen totalitario, tomando el caso paradigmático del nacionalsocialismo. Toma como punto de apoyo el libro de Hanna Arendt: Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Este marco le permite a Loray pensar acerca de otros regímenes totalitarios tales como el estalinismo, el franquismo, las dictaduras militares en América Latina, buscando la lógica que los articula: el discurso del amo en su expresión más radical: el amo absoluto. Las formas de racismo que encubren estos totalitarismos son expresión del odio que apunta a lo real en el Otro, sostiene Loray retomando a Lacan en Televisión. Y siguiendo los desarrollos de J.-A. Miller sobre éste punto, afirma que este real al que se apunta en el odio, se dirige al ser del Otro, a lo que le es más propio: es el odio a su goce. Se odia especialmente la manera particular en que el Otro goza. Su radical alteridad.
¿Y de donde proviene este odio sino de lo más íntimo del ser humano? Lo que Freud menciona como pulsión de muerte y que Lacan, en el Seminario 7, retomado por Loray, destaca: “…lo que surge es la presencia de esa maldad fundamental que habita en ese prójimo. Pero, por lo tanto, habita también en mí mismo. Y que me es más próximo que ese prójimo, ese núcleo de mí mismo que es el del goce…”.
Y respecto de esto –a nivel de lo individual, pero también de lo colectivo– Alejandra Loray nos da la orientación fundamental: la posición ética del psicoanálisis respecto del goce, en tanto ética de las consecuencias de los actos. La ética y la política respecto del goce, están en relación a la responsabilidad del sujeto. En este sentido, si bien el discurso de cada época incide en el tratamiento de los goces, ella subraya que cada quién responde por su goce singular.
En el capítulo VI, “Los mil rostros del amo”, aborda el discurso capitalista, que Lacan expone en una Conferencia en Milán en el año 1972 (mientras escribo esta reseña, el virus del coronavirus está haciendo estragos en Milán, en particular. Quizás esta pandemia sea un punto posible para analizar también –obviamente, no sólo– con las categorías abordadas en éste libro) en tanto mutación del discurso del amo.
Loray destaca lo nodal de éste discurso: el rechazo a la castración, la eliminación del orden de lo imposible, lo cual impide el lazo, en tanto no hay castración no hay falta donde el otro pueda alojarse. Un modo de funcionamiento caracterizado por la acumulación del capital-goce. La dimensión subjetiva abolida, la vida reducida a ser un número en los cálculos, pobreza, atentados, bombardeos, refugiados, desplazados, son algunas de las consecuencias que Loray destaca por efecto de éste discurso, efectos colaterales de los negocios.
La predominancia de un discurso que no hace límite al goce, muestra su incidencia en los distintos planos político, económico, social, como destaca la autora.
Ubica al neoliberalismo cómo la manifestación actual en la que opera el discurso capitalista, donde prevalece el empuje y derecho al goce, y todo límite es considerado un atentado a la libertad.
La conjunción del capitalismo con la ciencia y la técnica, es destacada para señalar la ausencia de límite a la deriva financiera: las naciones, los pueblos terminan diluidos y subsumidos en los movimientos del “mercado”. No habría un ordenador simbólico que detenga el movimiento y permita una lectura de los acontecimientos y sus consecuencias, es decir, destaca Loray, falta la perspectiva ética. Esto también se verifica en el campo de la salud mental donde las neurociencias, el cognitivismo y la industria farmacéutica parecen dar la respuesta universal para resolver los problemas de la “subjetividad” por la vía del funcionamiento cerebral, anulando la historia singular, las marcas de goce en cada uno.
¿Cómo sintetiza Loray los efectos forclusivos de este discurso? Retomando a Lacan en El saber del psicoanalista: “Todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llamaremos simplemente las cosas del amor…”.
Así, a nivel de la clínica, ubica los síntomas actuales que muestran el autismo del goce, el apego a los objetos de consumo, y el desgarro en los lazos. El capítulo finaliza con una pregunta: ¿Cómo restaurar la dignidad del sujeto y los lazos reintroduciendo la dimensión de lo imposible?
En el capítulo que cierra este libro retoma el eje que guía el recorrido: considerar las formas de organización social que hagan posible la existencia del sujeto en su dignidad singular. Y en esto reafirma su lectura clínica.
Así, para Loray, analizar el lazo social implica interrogar una política respecto de los goces, inseparable de la ética. Hay un imposible de cernir, un real al que el lenguaje no logra atrapar ni nombrar. Esto se verifica en lo subjetivo y en lo colectivo.
Respecto de la dirección de la cura, ésta se orienta a cernir ese resto, el punto incurable al que cada uno deberá encontrarle una solución singular.
Respecto de lo colectivo, Loray propone que el discurso del analista pueda ser inspirador para conmover identificaciones petrificadas que funcionan como amo en las distintas formas discursivas, si bien se trata de ámbitos distintos.
Pero el problema se presenta a nivel del discurso capitalista: donde habría pocas chances de pasar al filo del discurso analítico, aunque puede suceder…por azar.
Frente a la pulsión de muerte, frente al más allá del principio del placer, frente a la evidencia del goce, el aporte que Loray propone a lo colectivo desde el psicoanálisis es poner en evidencia la existencia del goce y considerar sus modos de tratamiento posible.
¿Cómo hacer frente a eso “éxtimo” que habita en cada uno? ¿Cómo enfrentar ese odio al goce del Otro, que es en realidad el goce más propio de cada uno? ¿Cómo hacer con ese obstáculo fundamental?, se interroga la autora, buscando respuestas diversas al modo en que se ha manifestado en todas las épocas: guerras, matanzas, discriminación, segregación, genocidios, explotación del hombre por el hombre, y la extensa lista de nombres que toma ese mal radical.
¿Cómo conjugar el ‘para todos’ y el sujeto sin anularlo en lo universal? ¿Es posible pensar un lazo que contemple la singularidad de cada uno? Para esto es necesario revelar la estructura del sujeto que soporta y es responsable de la experiencia y del lazo. Cada uno porta la marca del encuentro singular de la lengua y el cuerpo. Lo común de los seres hablantes es ese punto singular que ningún significante puede lograr subsumir. Somos todos iguales en la diferencia más radical…
“Entrometerse” en lo político en tanto psicoanalista, indica una posición ética en tanto todo discurso atañe al goce, y –por lo tanto– no deja de afectar los sujetos, los cuerpos, los lazos.
Loray invita a pensar nuevas formas de vínculos que vayan por fuera de identificaciones alienantes, que incluyan el vacío, que soporte la brecha imposible de recubrir, que respete las diferencias, que soporte el desgarro que ningún lazo podrá reparar.
Aceptar, nos dice la autora, ese real en juego en la existencia humana permita pensar arreglos que, de modo contingente puedan hacer con eso, en el camino de la invención, cada vez… y una vez más…
Y concluye con una hermosa cita de Borges: “La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que estos son provisorios”.
¡Les auguro una lectura apasionante!
Nora Cappelletti es psicoanalista, reside en Buenos Aires.
Miembro de EOL/AMP.
*Loray, A., Discurso, sujeto y lazo social, Grama, Buenos Aires, 2019.