Andrea Buscaldi – Psicoanálisis y Pandemia. Linda forma de empezar la semana

Se ha comparado al Covid-19 con un enemigo invisible y a la pandemia con una declaración de guerra. Entre otros, la defensa ante el “enemigo” es el aislamiento o llamada cuarentena.  Guerra y aislamiento.

La soledad de los moribundos (1982) de Norbert Elias funciona como contrapunto a Historia de la muerte en Occidente (1976) de Philippe Ariès. Ariès era historiador.  Se instaló durante meses en una abadía “donde los investigadores se ven liberados de sus ocupaciones temporales y viven en su tema como monjes en religión”1. Elias fue sociólogo y psicoanalista.  Sus padres murieron en Auschwitz en 1940. Él logró escapar de Alemania.  Abandonó todo y durante un tiempo se dedicó al boxeo profesional.

La selección del material hecha por Ariès se “basa en una opinión preconcebida (…) el supuesto que él establece de que en épocas anteriores los hombres morían con serenidad y calma (…). Animado de un espíritu romántico, contempla con desconfianza el presente en nombre de un pasado mejor”2. Para Elias se trata de interrogar cada época y no de juicios de valor. Las categorías denominadas por Ariès: “muerte bella” del pasado y “muerte salvaje” del presente, plantean esa dificultad.  En la  Antigüedad y Edad Media, el modo más frecuente de morir era la agonía.  Eso, en épocas comunes y corrientes.  Ni hablar de tiempos de pandemia y peste.  También existían la culpa y el miedo al castigo en el infierno, ilustrados por la pintura medieval.  Para salvar sus almas, los ricos hacían generosas donaciones y los pobres rezaban.

Elias subraya el hecho de que en comparación con la época actual, “el morir era algo menos oculto, más familiar, omnipresente. Eso no quiere decir que se muriese en paz”3. Excepto la monarquía y la aristocracia, la gente vivía amontonada, en familia, incluso, en comunidad. “Lo que en el pasado resultaba reconfortante y servía de ayuda era la presencia de otras personas a la hora de la muerte.  Pero eso dependía de la actitud que éstas adoptaran”4.  Elías establece una correlación entre los modos de vivir y de morir. Le dedica un capítulo a “El envejecimiento y la muerte”. Se detiene en el hogar de ancianos, “verdaderos desiertos de soledad”5.

¿Y si vivimos juntos? (2011) es una comedia desopilante sobre un grupo de amigos veteranos que deciden vivir en comunidad para zafar del geriátrico como destino. Hippies, sí, viejos, ¡no! No hay que hacer de la vejez un signo desprovisto de su particular subjetividad.

Aislamiento y soledad son los modos en que Elias define la idea de muerte en nuestra sociedad.  Señala como bisagra el “poderoso impulso individualizador del Renacimiento”6. El “lecho de muerte” es prácticamente una figura retórica en la actualidad. Las rutinas institucionalizadas de los hospitales o servicios de salud configuran la situación “standar” final. Lo opuesto a La Pietà de Miguel Ángel: la madre abrazada al cadáver de su hijo.

Según Elias, el actual “tabú de la muerte”, que parece haber tomado el relevo del “tabú del sexo” en la época victoriana, comienza con el aislamiento de los ancianos. Ariès señala un cambio drástico en los rituales funerarios a comienzos del siglo XX. A raíz de la “excesiva mortalidad” consecuencia de las guerras y de la inclusión de la mujeres en el mercado laboral. Las mujeres quedan asociadas a la crianza de los hijos, el cuidado de los ancianos y a la memoria de los muertos. Con respecto a quienes están en duelo, hemos perdido las viejas metáforas y en su lugar, sólo hay silencio o impostura: “Los recursos retóricos rituales de la vieja sociedad suenan a rancio o vacíos.”7 También a eufemismo. Elias pone como ejemplo la propaganda de un cementerio donde el clásico inhumador pasa a llamarse “jardinero”. La muerte ahuyenta a la clientela.

Siguiendo la hipótesis de Elias, en época de pandemia, inimaginable semanas atrás, en el caso de ancianos y enfermos, se hace “visible” el aislamiento. En “otros”, los inmortales en su inconsciente según Freud, el aislamiento, o tiene un sesgo siniestro, o “si quieres soportar la vida, prepárate  para la muerte”8.

Hospitales de campaña, morgues improvisadas, filas de ataúdes, hasta cadáveres en las calles. No hay que confundir, como durante la Guerra del Golfo (1990). Las luces en la pantalla sobre un fondo nocturno, parecían un simulacro de videogame.  Para Freud lo que se expulsa por la puerta, retorna por la ventana.

En De guerra y muerte, amor, egoísmo, crueldad, son adjetivos usados por Freud para nombrar a las pulsiones.  Las pulsiones no son ni buenas ni malas.  El modelo es el del llamado “hombre primitivo” y su permanencia inmutable vía “una pieza del patrimonio psíquico heredado”. En nuestro inconsciente, “no hay desarraigo alguno de la maldad”9. La “aptitud para la cultura” dependerá de la influencia del erotismo sobre las pulsiones egoístas. Adquisición siempre endeble. Abundan artículos sobre futurología pos pandemia. ¿Verdaderas inclinaciones pulsionales o ventajas para su egoísmo?, se pregunta Freud.  Habrá que ver…

Resulta notable, en el contexto actual, cierta mejoría en algunos casos llamados “graves”. Por la posibilidad de hacer lazo en una desgracia en común; por la proyección de la propia hostilidad inconsciente; o por satisfacción de la necesidad de autocastigo. Igual, no es necesario ir muy lejos. Ya sabemos, los que aman, odian.  Aunque muchos, en sí mismo, lo rechacen.

Para Freud, amor y odio son un par. Que no se debe eludir en función de  “conservar al amor siempre despierto y siempre fresco, para reasegurarlo así contra el odio que acecha tras él. Es lícito decir que los despliegues más hermosos de nuestra vida afectiva los debemos a la reacción contra el impulso hostil que registramos en nuestro pecho”10.

En La transitoriedad Freud une lo bello a su condición de finitud. Como una flor que se marchita.  A diferencia de su amigo, el poeta “pesimista”, para quien la transitoriedad de lo bello, conlleva su desvalorización.Para Freud quienes renuncian a lo perenne porque “lo apreciado no acreditó perdurabilidad se encuentran simplemente en estado de duelo”11. Por el contrario, “el valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. La restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable”12. ¿Habrá que ser más freudianos que nunca? ¿Habrá que hacer del obstáculo, la oportunidad?

El concepto freudiano de sublimación, no se restringe al arte. Lacan da el ejemplo de otro poeta, Jacques Prévert y las cajas de fósforos revistiendo las paredes. Pero no es necesario ser poeta.  La presencia de la ausencia es la definición freudiana del duelo como “afecto normal”. Germán García (1944-2018), psicoanalista y escritor, ponía el ejemplo del chiste como una “pequeña sublimación”. Es decir, está al alcance de la mano, o del parlêtre.  Elude la represión, obtiene ganancia de placer y necesita de otros para realizarse.

En 1918, en plena guerra, Freud creó el Ambulatorio Psicoanalítico de Viena, de atención gratuita: “las neurosis no constituyen menor amenaza para la salud popular que la tuberculosis”13.  En nuestro país, es política de Estado.  “La bolsa o la vida” es una elección forzada que se ubica en un plano ético.  En época de pandemia, “la bolsa o la vida”, retorna como Witz. Un chiste negro.  Como el del condenado a muerte un día lunes: “Linda forma de empezar la semana”.

 

Andrea Buscaldi es psicoanalista, reside en Buenos Aires.

 

Notas bibliográficas: 

1 Ariès, P., El hombre ante la muerte, Taurus Humanidades, Buenos Aires, 1999, pag.7.

2 Elias, N., La soledad de los moribundos, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, pag.34.

3 Ibíd., pag. 36.

4 Ibíd.

5 Ibíd., pag. 117.

6 Ibíd.,pag. 95.

7 Ibíd., pag. 50.

8 Freud, S., De guerra y Muerte, Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 2008, pag. 301.

9 Ibíd., pag. 283.

10 Ibíd., pag. 300.

11 Freud, S, La transitoriedad, Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 2008, pag.311.

12 Ibíd.

13 Freud, S, Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica, Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 2013, pag.162.

 

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