Aníbal Leserre – El día después. Hoy no, mañana tal vez…

Partamos de lo más simple que, sin embargo, nos introduce en una vasta complejidad. Para el virus no hay fronteras, y no solo geográficas, también políticas, ideológicas, económicas, de raza, o de religión. Muchas son las preguntas que se desprenden de esta vastedad, cuestiones que podemos tratar como reales, imaginarias y simbólicas.

Entonces, para encarar el tema, debemos autogenerarnos límites, fronteras, puntos de reflexión ya que no todo puede decirse sobre esta pandemia mundial. Aclarando que una cosa son los límites autoimpuestos y otra las ópticas tendenciosas para llevar agua a su molino, baste leer la prensa diaria y los programas de televisión, donde de repente y por arte de la magia periodística, relatores y comentadores se han vuelto especialistas en enfermedades infecciosas y planificación social, pero sobre todo se ubican como portadores de una verdad irrefutable.

Nuestro límite es acercamos cuidadosamente a una sola certeza: estamos y estaremos bajo el dominio de la incertidumbre, de lo impredecible, efecto de un real que va más allá de la realidad, que toca en la singularidad de cada uno en relación a su deseo. Leemos y escuchamos que la pandemia implica un real sin ley cuyos alcances apenas vislumbramos; en relación a esto me permito la pregunta sobre si el virus se ubica como real  -causa diversas enfermedades introduciéndose como parásito en una célula para reproducirse en ella-  o se trata de un efecto de la “naturaleza” que irrumpe en lo simbólico y lo imaginario de una manera tan intensa que trastoca sentidos y referentes para todos y cada uno. Una emergencia que altera todas las ficciones y narraciones y en esas alteraciones es donde se manifiesta lo real.

Lo expuesto hasta aquí, ¿alcanza para sostener la afirmación de que el mundo que creemos conocer se destruyó y no volverá a existir? Seguramente no será tal cual era, pero creemos aventurado afirmar que será radicalmente otro. El mundo, la época en la que se instaló el virus Covid-19, es de dominación neoliberal1; sin embargo, más allá de nuestros deseos, no podemos afirmar que el virus vaya a destronar al neoliberalismo, como por ejemplo sostiene Atilio Boron2, si bien aclara la cuestión, al especificar, que no ha derrotado a la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Al respecto, un debate se ha instalado también, sin fronteras, sobre el escenario político-económico que vendrá el “día después”,  y en él,  como recopila y puntualiza María Yaccar3, tenemos las posiciones de una diversidad de filósofos y pensadores contemporáneos tales como Slavoj Zizek, Byung-Chul Han, Judith Butler, Giorgio Agamben, “Bifo” Berardi, Sreko Horvat, Alain Badiou. Remitimos al lector al artículo citado; solamente señalaremos que todos giran en torno al efecto del virus sobre la época y sobre el capitalismo, con posiciones que señalan la desaparición del virus  pero también del capitalismo y lo contrario, la permanencia de ambos y la continuidad del “ambiente perfecto” para su desarrollo y permanencia. En ambas posiciones encontramos un elemento común, el virus descorre el velo sobre lo existente: los efectos del neoliberalismo en vida de todos y cada uno. No es el virus el que discrimina sino que es la desigualdad económica quién genera y se enlaza a lo peor y lo mejor de cada uno, el racismo y la xenofobia, así como también los incontables ejemplos de servicio y atención por parte de los trabajadores de la salud. Y es el virus que con su dureza y volatilidad le plantea a la ciencia un límite de saber por el momento que además se agiganta gracias a   su capacidad de mutación, generando la incertidumbre de una amenaza que solo cederá cuando estemos todos infectados, inmunidad de los sobrevivientes. Mientras tanto, nuestras vidas surcan diversas temporalidades como la científica, la política, la sanitaria, la necesidad de subsistencia. Sobre ellas, el neoliberalismo trata de imponer la variable económica, negando el hecho de que los países que no han llevado adelante políticas de cuarentena tienen una cantidad exponencial de infectados y un considerable aumento de las muertes. La cuarentena no es la solución pero genera un transitar que permite tiempo para equipar hospitales y medios de tratamiento.

Un tiempo de ver y acercarnos al comprender, a la hora de valorar, evaluar y anticipar el posible impacto de la pandemia y la generación de una nueva época. No todas las ideas van para el mismo lado, por ejemplo Yuval Noah Harari anticipa la posibilidad de la cristalización del control e injerencia diaria de los Estados sobre la vida privada, una aceleración de los mecanismos de control e intervención, sin mencionar a las empresas tecnológicas, que vienen realizando esta injerencia desde antes de la pandemia. Como señala Alberto Müller, el “Capitalismo vigilante” no tiene solo por eje al Estado4.

 

En la búsqueda

Tiene su lógica que ante la incertidumbre busquemos, a través de la palabra, el sentido y las significaciones. Sin embargo, en esa búsqueda que mira al pasado y no encuentra evidencias, se especula sobre el futuro. ¿Serán los Estados presentes y la política la que subvierta la creencia en el mercado como única razón del mundo? A partir de lo expuesto, volvamos a uno de nuestros ejes, sosteniendo que por efecto del neoliberalismo nos vemos sin las herramientas necesarias para atravesar la pandemia y por eso es necesario tiempo para reconstruirlas, y aquí es donde talla fuerte la presencia de Estados fuertes y con decisión política. En esta línea, Jorge Alemán, en diversas entrevistas viene señalando que la situación implica un tiempo para los Estados comprometidos con el bien público soberanos y ligados a estructuras internacionales que cuestionen o mejor dicho no acepten al neoliberalismo como la única razón del mundo, la única norma, es decir un después que no retroceda al “antes” ya que las grietas, las fisuras ocasionadas por esta “razón” están a la vista en sus efectos de generación de precariedad.

Se habla de una guerra contra la pandemia, y las metáforas bélicas están al orden del día; la cuestión es quién las utiliza y para qué. Una cosa es que las mismas sean utilizadas por Trump y así justificar posibles acciones militares y otra es situar que sí estamos en una economía de guerra, es decir ubicar todos los resortes de la misma tanto pública como privada al servicio del Estado. Claro está, con el objetivo de tratar de evitar el número de muertes y asistir económicamente a los más vulnerables. Un Estado que recoja y sistematice la inmensa información sobre la salud que la pandemia genera, junto al cuestionamiento del estado de las cosas generadas como efectos del neoliberalismo en su desidia sobre la salud pública.

 

A quién beneficiará

El control y vigilancia masiva a través de los datos a escala mundial no es obviamente producto de la pandemia, existía y continuará. Resuena los sustratos iniciales de la política neoliberal, por ejemplo, la sociedad no existe, solo existe el individuo, sostenía Margaret Thacher, convirtiéndose en una divisa del neoliberalismo.

No está de más situar las preguntas ¿qué Estado? Y ¿cuáles son sus alcances, pero también sus límites? Sabiendo que las decisiones políticas del mismo pueden evitar la profundización de los costos de la pandemia y que esos sean pagados por los que menos tienen, protegiendo a las grandes corporaciones. La pandemia nos lleva a situaciones y límites no experimentados en el pasado, pone de manifiesto las consecuencias sobre la humanidad del capitalismo financiero, donde priman las ganancias por sobre todo, incluso la vida. Este hecho nos da pie a aventurar que el día después no será igual, no será como si nada hubiera pasado, pero ¿continuará el neoliberalismo imponiendo su razón del mundo?  Imponiendo  que el mercado es lo mejor para asignar y distribuir los bienes y las ganancias, sosteniendo una meritocracia donde el éxito es exclusivo  esfuerzo personal y dejando a millones esperando la concreción de la famosa teoría del derrame, mientras  es necesario bajar costos, impuestos, flexibilizar las condiciones laborales. Un dato vale más que mil palabras el 1% más rico de la población mundial tienen en sus haberes más del doble de riqueza que 6900 millones de personas.

 

Más allá de nuestros deseos

Quizás haya un fin de la pandemia, pero este no traerá como consecuencia un fin del neoliberalismo, su capacidad de reproducirse sigue vigente. Aclaremos que no sostenemos que la pandemia sea consecuencia directa del neoliberalismo, pero sí afirmamos, que este generó condiciones para su expansión debilitando por ejemplo las estructuras de salud pública. Entonces, ¿qué podemos vislumbrar? ¿Quién pagará los costos? ¿Continuara la premisa universal de que todo tiene que estar bajo el Dios Mercado? ¿La alteración fantasmatica y subjetiva que produce la pandemia dejará huellas que posibiliten vislumbrar un nuevo tipo de orden social? ¿Se podrá aprovechar la caída de los semblantes neoliberales? ¿Quedarán huellas y marcas generadoras de un nuevo tipo de orden social?

 

Los debates

Los economistas neoliberales que sostienen el abandono de la cuarentena para volver a la libre economía de mercado, lo que en realidad sostienen y defienden es la acumulación exponencial del capital para un número reducido de ricos que a su vez también acumulan poder político y que se ve afectado por la situación generada por la pandemia y que desplaza algo de ese poder a los Estados nacionales que toman el problema y plantean una nueva relación de fuerza tanto a nivel nacional como internacional. Lo que en realidad defienden estos economistas es sostener el cuidado del establishment mundial, la defensa de los ricos y el darwinismo social. Sin embargo, no están exentos de preocupaciones.  Como advierte Henry Kissinger bajo la pregunta de si se podrán “salvaguardar los principios del orden mundial liberal” y si Estados Unidos será capaz de liderar la transición al orden posterior al coronavirus. Sus respuestas apuntan a la carencia de ofertar ideales civilizatorios y marcan en cambio la identificación a la depreciación financiera y medio ambiental, la pérdida de la fuerza simbólica tanto del neoliberalismo en general como de EEUU en particular5. Alan Cosentino, escribió al respecto “La resistencia neoliberal”, señalando tres frentes destacados por H.Kissinger. El primero, el desarrollo de nuevas técnicas y tecnología para el control de los virus. El segundo, sanar la economía producto de la pandemia. El tercero y que destacamos, es “salvaguardar los principios del orden mundial liberal”, es decir que la solución que propone Kissinger es simplemente: más de lo mismo. Obviamente, no tiene en cuenta por ejemplo las palabras Joseph Stiglitz al decir que las desigualdades, su costo, es una subversión de la democracia, causa y consecuencia del sistema y las razones de la crisis, es decir que la salida es justamente: menos o nada de lo mismo. Esta descripción es simplemente una alerta más de que las políticas neoliberales luego de la actual crisis no solo continuarán vigentes sino que se recrudecerán. Ante esto toma consistencia la necesidad de los Estados donde prime una razón más allá de la mano oculta del mercado.

También en los debates actuales son varios los economistas que multiplican sus voces por los medios y no dejan de infectar, se trata de otro virus potente y anterior al Covid-19. En Twitter @PatricioGomezok lo describe sintéticamente y precisamente “Es un método. Toman un dato. Lo recortan. Lo sacan de contexto. Lo falsean. Lo tergiversan. Lo ubican en un universo que indigne. Difaman a alguien y lo acusan de eso. Cuando los refutan toman otro dato aislado y recomienzan.”

 

Cambios…

Seguramente el virus trae y traerá cambios, pero no parece que altere radicalmente la reproducción capitalista que hacen a las condiciones de su existencia, ya que el neoliberalismo no es solo una razón económica, es una hidra que reproduce sus cabezas, sin tener en cuenta nada más que las condiciones de su existencia. Pero sí altera o puede hacerlo nuestra relación a dicha razón y a su reproducción. Sabiendo que el cambio no será espontaneo y que sin una construcción políticamente fuerte será imposible soñarlo. Si se podrá aprovechar la caída de los semblantes neoliberales es la pregunta del día antes y del día después. Y quién tomara la delantera. La amenaza de las derechas radicales apunta a llevar las aguas a sus molinos. La cuestión es no hacernos los distraídos y apoyar a las voces en el mundo que lo están señalando. Ubicarnos en que dos razonamientos e interpretaciones del mundo se están dirigiendo a un choque, ya que son dos razones absolutamente diferentes. Unos cuentan con el poder de los medios, las corporaciones, etc. y otros los trabajadores, los desposeídos, los advertidos que, sin embargo, no contamos, por el momento con una organización fuerte y representativa.

 

El día después. Hoy no, mañana tal vez…

Para intentar pensar el día después, si es que lo hay, tenemos que tener en cuenta una contradicción de base en los planteos neoliberales, anterior a la pandemia y que esta recrudeció. Se trata de las consecuencias de la imposibilidad de un mercado para todos. Sin embargo, la crisis actual no necesariamente hará insoportable la contradicción señalada ni tampoco en sí misma generará una caída absoluta del capitalismo neoliberal, sino probablemente provocará ajustes en torno al capital financiero, y una mayor o menor desregulación de las cuestiones y relaciones laborales según el caso y el país.

Sin embargo, podemos desear que el día después deje lugar a las contingencias y a las utopías no controladas y no a un recrudecimiento a partir de las “nuevas derechas” –que niegan la pandemia– de control social expandiendo los “riesgos” del populismo, del feminismo, de los inmigrantes y de los pobres en general. No deja de llamar la atención que son los líderes de derecha en su mayoría los que han sido reticentes a tomar medidas en el tiempo adecuado ante los indicios de lo inevitable. Sosteniendo la “mano invisible del mercado”, cuyo trasfondo es la vigencia de una selección “natural” eugénica sobre aquellos que no han sabido acomodarse a la nueva razón del mundo. Ante esta mano invisible, no está de más recordar el dicho “tenga mano compañero” y aceptemos la mano visible del Estado.

Por último, sin el ánimo de concluir, siempre la posibilidad de anticipar acontecimientos es propia de lo humano, es parte del universo simbólico, sin embargo la situación de la pandemia en un sentido, lo recrudeció y dirigió hacia la pregunta del día después. Tenemos en esta línea una “epidemia” de opiniones, allí las voces optimistas señalan un porvenir de Estados fuertes, gasto social continuado, salud publica fortalecida, un porvenir hipotético tal vez factible, por supuesto deseado. Pero es opinión del responsable de estas líneas que no hay que olvidar que las correlaciones de fuerzas con el poder real varió un poco, hasta podríamos decir mejoró, pero sigue siendo notablemente desfavorable.

 

Aníbal Leserre es psicoanalista, reside en Buenos Aires.

Miembro de EOL/AMP, docente del IOM, Director responsable de La libertad de pluma. Autor de La Hidra neoliberal, El deseo del analista, una cuestión de horizonte, entre otros y varios artículos en revistas especializadas. También ha escrito dos novelas: El círculo y Contra el destino.

 

Notas:

1 Leserre, A. La hidra neoliberal. Ed. Grama 2019.

2 Atilio A. Boron “La pandemia y el fin de una era” Artículo de opinión. Página 12 del 3 de abril de 2020.

3 María Yaccar “Frente al nuevo fantasma que recorre el mundo” Página 12, 29-03-20.

4 Alberto Müller “Cambio de era o mayor control social” Pagina 12, 12/04/20

5 H. Kissinger en su artículo publicado el 3 de abril en The Wall Street Journal, “La pandemia del coronavirus va a alterar para siempre el orden mundial”. Para más datos ver Telma Luzzni “El miedo de Kissinger” Opinión Página 12 12/04/2020.

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