Catalina Bordón – Ni Un Ojo Menos

Cuando el año pasado (2019) se desata la manifestación social en chile, a partir de un hecho tan nimio como la suba del boleto del transporte público, nuestros ojos empezaron a ver lo que ya estaba anunciado: un saber no sabido, reprimido; haciendo estallar lo que Ya estaba a punto de estallar.  Explosiona aquello que un segundo antes solo mostraba su cara más visible: una resignación silenciosa aceptada por la mayoría de una población.

En definitiva, desde nuestros orígenes, hemos surgido de la tierra oprimida, atacada y desbastada por otro que se consideraba la civilización. Latinoamérica surge del sometimiento a los pueblos originarios. Latinoamérica también es producto de la venta de esclavos que fueron arrancados de sus propias tierras. Eso somos, y permanece en nosotros como marca de nacimiento.

Pero también somos grito visceral, y cuerpos que pueden batallar aun pagando con la libra de carne.

Cada país tiene su propia historia, su rasgo más singular, y, así mismo, cada país participa de las leyes más generales de ‘Gobiernos’ que ejercen sobre sus habitantes un estado de violencia y agresión, en forma permanente y continua. ‘Gobiernos’ que invierten más en mecanismos de guerra y control (internos y externos) que, en salud y educación.

En Argentina, por ejemplo, se han encontrado en un depósito 100.000 computadoras (seguramente compradas antes del 2015) que esperaban ser distribuidas a los niños en edad escolar, en un estado de abandono y totalmente obsoletas haciendo imposible poder volver a hacer uso de ellas.

La pregunta que me hago a partir de los últimos acontecimientos es sobre ¿cuáles serán los múltiples factores por los cuales grupos (corporaciones) y/o personas están absolutamente empecinadas en producir dinero, por la sola acumulación del mismo (ya que no les alcanzará todo el trayecto de vida para poder gastarlo) a costa de un estado de ‘bien-estar’ y del desarrollo de  derechos para todos los otros.

Esta desregulación del mercado interviene en los cuerpos de los que habitamos este planeta, como también interviene en el planeta mismo (la extracción sin control o los desechos tóxicos sin medida) generando cambios climáticos en la tierra. Creo que ya no hay dudas sobre esto, aunque saquen el acento de allí algunos países porque están más abocados a la explotación del mismo como negocio, que a su cuidado.

Esta desregulación del mercado, que encuentra su puesta a punto en los 90 es lo que Naomi Klein1 llama el neoliberalismo ampliado, todo un sistema cuya biblia es que el mercado se regule solo y que, por otro lado, dicho mercado, sea el que produzca figuras presidenciables que sean verdaderas ‘marcas vacías’2 o multimillonarios puestos al servicio tanto de a quienes representan como de sí mismos.

Por ejemplo, en Argentina, en sitios periodísticos autogestionados (por supuesto que no en medios hegemónicos) circula la información de que el presidente período 2015-2019, que ha solicitado préstamos extranjeros para el país, compró él mismo una suma considerable de bonos de deuda que ahora el país le adeuda a él (¡Hasta resulta difícil poder narrarlo!)

Entonces, en Chile, en Argentina o en cualquier otro país Latinoamericano en que este neoliberalismo desbordado quiere incidir sobre los cuerpos de las personas –como si estuviéramos en tiempo del galopar del malón indio o de las revueltas de esclavos, y no ciudadanos con derechos adquiridos y que pertenecemos al territorio que habitamos en este siglo–… este neoliberalismo desatado que no quiere ninguna regulación, salvo la que el Dios mercado le devuelve; éste que quiere poseer los cuerpos, el dinero y la tierra; este neoliberalismo que se queda con esos cuerpos, haciéndolos desaparecer o  mutilándolos (pieles quemadas por ácidos, ojos perdidos por perdigones apuntados a los rostros) a ese neoliberalismo le deberíamos recordar aquello que nos referenciaba Lacan en su primera enseñanza: Lo cercenado en lo simbólico, reaparece en lo real.

Espero que se entienda, no es la idea una contra-respuesta a este sistema nefasto, sino que la propuesta es volver a un modo más regulado, más para todos en lo social, lo que quiere decir más inclusivo, que podamos movernos, respirar (sin barbijos) libremente en el planeta que habitamos. Que si siempre nosotros como psicoanalistas tratamos con subjetividades afectadas, éstas últimas no sean arrebatadas y que, por último y siempre en primer lugar, la palabra vuelva a tener el peso del decir.

  

Catalina Bordón es psicoanalista, reside en Bs.As.

Miembro de la AMP y de la EOL. Integrante del comité de redacción de la Revista La Libertad de Pluma

 

Notas bibliográficas:

1 Klein, N., Decir No no basta, Paidós, Buenos Aires, 2017.

2 Ibíd, p.77, cuyo apartado se titula: El Hombre Hueco.

 

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