Después de la Segunda Guerra Mundial, las formaciones de ultraderecha sufrieron una insignificancia política evidente, una larga “travesía en el desierto” (Rodríguez Jiménez, 2006). Desde finales de los ochenta y principios de los noventa, se va a ir produciendo un crecimiento plautino de estos partidos, una “contra-revolución silenciosa” (Ignazi, 1992). Pero ahora es cuando se va a dar un auténtica “ola populista”(Taguieff, 2007), o precisando más, una oleada de derecha radical populista, que se manifiesta en un gran crecimiento electoral de estas formaciones en casi toda Europa (Francia, Italia, Austria, Bélgica, Suiza, Países Bajos, Hungría, Dinamarca, Suecia, Finlandia, España o Noruega).
Estos partidos defienden el etnonacionalismo o nacionalismo étnico1 y la recuperación de mitos palingenésicos2 premodernos, lo que supone una crítica a la modernidad y a la multiculturalidad, y por tanto provoca el cuestionamiento de los cimientos del sistema democrático actual o por lo menos a la concepción de la democracia cívica moderna, que tiene como uno de sus pilares el pluralismo social y político, ya que la derecha radical populista no considera la democracia un fin en sí mismo. Como nos recuerda el profesor de Ciencia Política, Cesáreo Rodríguez-Aguilera de Prat (2012, p. 65), los partidos de derecha radical tienen “una concepción instrumental/ funcional de la democracia”.
La construcción de teorías políticas basadas en concepciones étnicas de la nación y en mitos palingenésicos suponen una evidente quiebra del pluralismo democrático, ya que la derecha radical postula que cada nación pertenece a una específica etnia, con una cultura homogénea, justificando así el uso exclusivo del territorio por la misma y la expulsión o segregación de etnias “ajenas” a la nativa.
Por otro lado, un principio básico de la democracia moderna es que esta permite el gobierno de la mayoría pero con respeto de las minorías, sin embargo la derecha radical populista cuestiona la diversidad cultural de la sociedad y el hecho mismo de que existan minorías étnicas en la misma, enfrentándose radicalmente a cualquier proceso integrador o multicultural. Su apuesta por la homogeneidad sociocultural ataca por tanto la esencia misma de una democracia basada en los principios de la nación cívica.
Efectivamente, incluso, aunque no hayan conseguido una mayoría absoluta en las elecciones que les permita desplegar todo su proyecto político, el crecimiento de la derecha radical populista en Europa representa un peligro y una amenaza a la gobernanza y a la calidad de la democracia. El reto, como vamos a ver, es doble. Por un lado otras formaciones, sobre todo partidos de ideología liberal conservadoras o centro derecha, pueden copiar o reproducir su discurso en buen grado, queriendo recuperar el electorado perdido, especialmente en materia migratoria. Por otro lado, existe el riesgo de que estos partidos, coparticipando en gobiernos de coalición, asuman parte de poder político para implementar su programa electoral, lo que ya está pasando en Italia, Suiza, Austria, Holanda y otros países, poniendo en pie sus duras políticas contrarias a la emigración, a los refugiados y fomentando un claro euroescepticismo que en muchos países ya tiene un gran calado popular.
Las críticas de estos partidos a la “élite” política, al “establishment”, a la “política tradicional corrupta” se debe a un alejamiento real de los dirigentes y partidos políticos convencionales que se han alejado de las demandas de buena parte de la población. Por esto, corresponde “a los demócratas reaccionar y exigir una democracia de mayor calidad y a los dirigentes de los partidos con sincera vocación democrática acercarse más a los ciudadanos” (Rodríguez Jiménez, 2006, p. 98)
Finalmente, es importante añadir una variable socioeconómica en el análisis. La crisis económica, las reformas laborales y los recortes sociales, sobre todo en educación y sanidad, han dañado gravemente a sectores populares que ven peligrar su “status quo”. Los trabajadores manuales y también las clases medias “perciben los cambios con recelo o con miedo, pues se sienten que su posición social mejor o peor, es vulnerable” (Rodríguez Jiménez, 2006, p. 97). Dicha rebaja de bienestar social, o miedo a perderlo, ha hecho que en una parte relevante de estás capas sociales apoyen ahora a estos partidos de derecha radical que culpan a otras minorías étnicas de “aprovecharse del Estado de Bienestar”, defendiendo una “preferencia nacional” en derechos sociales, económicos y laborales. Por ende, está precarización laboral y esta pérdida de nivel socioeconómico de grandes sectores de la población favorece al ascenso de la derecha radical populista. Frente a ello, corresponde a los “demócratas” revertir los recortes en los derechos sociales y laborales para que la prosperidad se expanda a las clases populares para evitar así que existan conflictos entre la población por los servicios sociales y recursos públicos. Por ese motivo, se debe incrementar el gasto social, mejorar la sanidad y la educación, avanzar en la protección laboral, mejorar las políticas de inclusión social y en definitiva, perfeccionar el Estado de bienestar para todos los ciudadanos que habitan en cada país.
David Lerín Ibarra es experto en el estudio de formaciones políticas de derecha radical populista, reside en Madrid.
Profesor del Máster Universitario Internacional de Derechos Humanos en el Mediterráneo en EMUI_Euromed University, Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Università del Salento, Colaborador Honorífico de la Universidad Complutense de Madrid y Responsable de Relaciones Institucionales y Extensión Universitaria de la EMUI_EuroMed University.
Notas:
1 Los partidos políticos de derecha radical defienden el nacionalismo étnico, donde la pertenencia a la nación no es algo voluntario, se pertenece a una nación si uno cumple una serie de condiciones étnicas, es decir una serie de rasgos culturales “propios” de esa nación: idioma, religión, historia, costumbres, gastronomía, conmemoraciones, festividades, arte, vestimenta… Y por supuesto, habría que añadir a estos elementos un competente genético relativo a la descendencia común. De este modo, solamente será parte de la nación quien tenga estos condicionantes étnicos, por ende, la derecha radical rechazará cualquier construcción nacional basada en los principios de la nación cívica, poniendo en grave riesgo una sociedad democrática multicultural.
2 El concepto “ultranacionalismo palingenésico” deviene de la aspiración del renacimiento de un pasado glorioso mitificado. Resucitar ese hito histórico utópico es un elemento básico en la construcción de su teoría y praxis política. Dicha reencarnación nacional es necesaria para superar la decadencia en la que se había sumido la nación. Según Roger Griffin dicho pensamiento deriva del fascismo que es “una ideología política cuyo núcleo mítico, entre sus distintas permutaciones, radica en que es una forma palingenésica de ultranacionalismo populista” (Griffin, 2010, p. 26)
Bibliografía:
Ignazi, P. (1992). The silent counter-revolution. European Journal of Political Research, 22(1), 3-34.
Ignazi, P. (2003). Extreme Right Parties in Western Europe. Oxford University Press.
Mudde, C. (2007). Populist radical right parties in Europe (Vol. 22). Cambridge University Press.
Rodríguez Jiménez, J. L. (2006). De la vieja a la nueva extrema derecha (pasando por la fascinación por el fascismo). Historia Actual Online, 9, 87-99.
Rodríguez-Aguilera de Prat, C. (2012). Euroescepticismo, Eurofobia y Eurocriticismo. Huygens Editorial.
Taguieff, P. A. (2007). Interpretar la ola populista en la Europa contemporánea: Entre resurgencia y emergencia. En M. A. Simón Gómez, La extrema derecha en Europa desde 1945 a nuestros días (pp. 39-66). Tecnos.