Número 11 de La libertad de pluma. Para nosotros es la marca de una decisión, la de intervenir con la palabra la trama de la comunidad desde una posición no partidista pero que toma partido, cada vez. Nuestro pólemus es la batalla cultural frente a la «nueva razón del mundo» que, en estos días está siendo herida de muerte por la irrupción de un Real fuera de cálculo.
Nos interroga el carácter de acontecimiento del actual estado de cosas donde se trata de un Real anidando en lo más íntimo del tejido de masas y he ahí que nos situamos como semejantes a la posición de los suplicantes de Tebas implorando a Edipo que los libre de la odiosa peste, «esa febril divinidad que vacía la casa de Cadmo”1. Pero sabemos que Edipo es un sueño no analizado de Freud. Entonces, ¿Qué hacer? La pregunta de Lenin, quien como bien indicaba Germán García en Los banqueros de la lengua2, sostenía que hablar es hacer propaganda, apunta por un lado a la gobernanza, a los expertos, al logos calculador del Estado, al ASPO, a las medidas sanitarias, es decir a una decisión política de tomar cartas en el asunto e introducir una medida (no hacerlo también es una decisión política, basta escuchar a Johnson, Trump o Bolsonaro, mientras los cuerpos se apilan, infectantes aún después de muertos). Por supuesto, no sólo se trata del Real con ley del virus y del Real sin ley natural como indica Miquel Bassols (a partir de un enunciado de J.-A, Miller): «La ley de la naturaleza puede ser previsible —esta es tarea de la ciencia. Lo real sin ley no es previsible —esta es tarea del psicoanálisis. Ante esta diferencia estará bien recurrir hoy a la máxima de los estoicos para hacer una experiencia colectiva de lo real de la manera menos traumática posible: serenidad ante lo previsible, coraje ante lo imprevisible, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro»3. Este diagnóstico diferencial se hace necesario ya que toca un punto de estructura que recuerda a la humanidad toda su condición mortal.
En tanto se trata del Real con ley de naturaleza -que puede ser previsible- la ciencia y la política toman posición en ese campo. Aunque también hacen lo suyo sus detractores, porque la anti-política y el pensamiento mágico irrumpen compulsivamente en algunos centros urbanos. “Los hombres se cansan del bien y se lamentan del mal”4, escribía Maquiavelo en sus Discursos.
Se trata de cuidar la vida y las democracias. Como nunca antes quedaron demostrados los límites de los modelos neoliberales para hacerse cargo de la salud pública ya que sus políticas consistieron y consisten en demolerla, junto con la educación y la investigación científica. Por otro lado, nuevamente y una vez más, somos testigos de diferentes muestras de desmesuras delirantes que atentan contra las democracias. Queda claro, entonces, que gobernar no equivale a conducir un grupo empresario.
Política, ciencia, psicoanálisis, un nudo cuya relevancia evoca los imposibles freudianos. No quedan más opciones para cernir ese agujero perturbador en la trama del mundo, que porta ese aire de familia con lo ilimitado de los diversos experimentos que azotaron a la humanidad, las dos Guerras Mundiales, la Shoah, los campos de exterminio, los genocidios planificados por la razón calculadora, la misma que ahora cuenta miles de cuerpos acumulados en fosas comunes. Es un agujero sin bordes, valga el oxímoron, una colosal ruptura que da cuenta del universal ilimitado que refiere J.-C. Milner en Claridad de todo, de Lacan a Marx, de Aristóteles a Mao5: “Existen a mi juicio, acontecimientos que imponen la evidencia material de lo universal ilimitado haciendo estallar las representaciones fundadas en lo universal limitado”. En esta circunstancia, no hay semblante que aguante, la sangre ha llegado al río con este desastre (palabra de Blanchot), a pesar que lo universal y siguiendo a Milner, es una “cuestión de lengua”6.
Algunos presagios de liquidación de los modelos neoliberales una vez que todo pase, tal como vaticina S. Zizek en Sopa de Wuhan7, impulsando un comunismo humanista entre otros pensadores contemporáneos, como G. Agamben preocupado por la violación de las libertades individuales o P. Preciado, caen presa de la tentación de increencia en lo Real. Freud, con su pesimismo lúcido, no atinaría más que a sospechar. Como freudianos, estamos advertidos que modernidad no implica evolución. La historia demuestra que los acontecimientos históricos más ominosos de la desmesura del mal no dieron como resultado grandes cambios cualitativos hacia una comunidad más igualitaria, más democrática. El malestar en la civilización es el hilo conductor. Como psicoanalistas nos podemos preguntar cuál es la verdadera peste, más allá de lo quizás anodinas que resultaron las palabras de Lacan en su viaje a Estados Unidos, centro hoy de lo peor de la pandemia y de los índices de mortalidad.
Todos los hombres son mortales, pero no todos mueren de la misma manera. Lógica del todo y del no todo. Albert Camus lo sabía: «El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere»8, dice en su novela La peste. La pandemia en el cenit de la civilización del big data, de los algoritmos, de internet y del software, altera los modos del morir, fenómeno éste que ya era detallado por Tucídides respecto a la peste de Atenas. Todos, en tanto hombres, vamos a morir -Lacan mencionó ese saber como acto de fe para soportar la vida- lo cual no es garantía que el morir sea de la buena manera. Las piras de cuerpos en descomposición lo demuestran, en el año en que morir es un acto banal, despojado de toda sacralidad. Una siniestra manera de desatar el nudo del parlêtre. El ritual fúnebre es estructuralmente necesario, un acto que no deja de ser un acto político -se inscribe una muerte en la comunidad de los seres hablantes- y un acto poético, razón por la cual Antígona se sacrifica. Y esto último, la inscripción del morir en la polis, sin ritos, sin semblantes, puro deshecho, es lo que se muestra y a su vez lo que nunca debió ser mostrado, el horror, y como psicoanalistas no podemos dejar de advertirlo.
Un perfume estoico en la máxima freudiana nos evoca que la verdadera ética es soportar la vida. Será por eso que Lacan le asigna a la palabra “vida” un lugar en el nudo de La tercera9.
Julio Riveros
Notas:
1 Sófocles, Edipo rey, Alianza editorial, p. 228, versos 29 y 28, Madrid, 1988.
2 García, G., Revista Descartes, número 21, Otium ediciones, p. 7, Buenos Aires, 2011. Versión electrónica en http://lalibertaddepluma.com/german-garcia/
3 Bassols, M., en:
4 Maquiavelo, N., en http://www.um.edu.ar/ojs2019/index.php/Idearium/article/view/663/646
5 Milner, J.-C., Claridad de todo, Bordes Manantial, p. 48, Buenos Aires, 2012.
6 Ibid, p.49.
7 https://www.elextremosur.com/files/content/23/23684/sopa-de-wuhan.pdf
8 Camus, A., La peste, Editorial Sudamericana, p. 9, Buenos Aires, 1993.
9 Lacan, J., Intervenciones y textos 2, Ediciones Manantial, p. 104, Buenos Aires, 1988.