En este nuevo número, La libertad de pluma vuelve a traerle al lector un Dossier dedicado a los Feminismos1. Es un tema ineludible porque a la vez que reviste un extraordinario interés en sí mismo, también toca otras cuestiones estructurales de la época a las que haremos mención unos párrafos más abajo. En el dossier actual encontrarán perspectivas diversas que muestran la complejidad de lo que está en el núcleo del tema, valiosas aristas que contribuyen al abordaje de este movimiento que no es nuevo, pero que ha tomado una pregnancia sin igual. ¿Por qué ahora? ¿Qué coordenadas han influido para que esto así sea? ¿En qué medida la caída del orden preexistente y la entrada en ‘una nueva razón del mundo’2 ha dado pie a este renacimiento fortalecido?
El orden anterior –el que estaba sustentado por la función del Nombre del Padre– dio lugar a lo que se ha dado en llamar ‘patriarcado’. Este último empujaba a la mujer al lugar de madre, y tenía, en el machismo, un modo de respuesta (había otras posiciones masculinas) cuando la mujer no se prestaba al rol materno. El nuevo régimen ni siquiera ofrece ese u otro velo a lo femenino, lo que empuja a un recrudecimiento de la respuesta violenta por la impotencia sentida al carecer de recursos simbólicos para enfrentarse al encuentro de lo imposible, encarnado en la mujer, en la medida en que ella simboliza “el principio femenino”3 –que se puede definir como la alteridad a lo masculino. Lo Otro, tiene solo –y nada menos que– entidad de alteridad, es decir, ninguna consistencia más que la de ‘lo diferente’, y, por ello, tiene la dignidad de encarnar un Vacío, y expresa en sí mismo la falta de complementariedad.
El grito del feminismo es el reclamo de no reducir la mujer a la madre, que es a lo que la estructura elemental del patriarcado induce, en tanto deriva de las estructuras elementales del parentesco, que intercambian mujeres como objetos, en tanto y en cuanto las mujeres engendran la descendencia. Pero el feminismo no es solo eso.
El debilitamiento de ese orden del mundo, que estaba sostenido en el principio de autoridad del padre como nombre, es decir, como significante, ha producido un efecto de pérdida de referencias –tanto para los hombres como para las mujeres mismas– para tratar con lo innombrable que invoca lo femenino (aun cuando las referencias anteriores fueran muy cuestionables). Entre otros saberes –expuestos en los textos del dossier–, el del psicoanálisis aporta ciertas herramientas teóricas que permiten establecer diferencias entre “el principio femenino”, “las mujeres”, “la feminidad” y “la feminización del mundo”. Distinguirlos ayuda a salirse, por un lado, de la falsa dicotomía mujeres contra hombres u hombres contra mujeres, y también permite ratificar que la crítica es al patriarcado pero no solo a él, sino más aún al neoliberalismo, entendido como ‘feminización del mundo’, como una respuesta radical y feroz al vacío y la alteridad.
“Feminización” es un término que describe un empuje a la satisfacción sin límites y a la entrada en un estado de sin-medida que es el propio del mundo globalizado y a la vez desagregado, tecnificado y, como consecuencia, consumista. Su carácter desregulado lo hace guiarse únicamente por la compulsión a gozar de modo tal que compele al sujeto a exigirse sin freno para obtener ese goce, llevándolo a convertirse en un emprendedor de sí mismo (es decir, alguien que se trata a sí mismo como un recurso humano para obtener más y mejores beneficios). Todas estas, son expresiones de un rechazo a lo femenino, un cierto enloquecimiento frente a la alteridad.
En este punto, es necesario ubicar que incluso para las mujeres se trata de afrontar que para ellas también es difícil lidiar con eso en sí mismas, con ese principio femenino que las excede, y ante el cual les cuesta orientarse.
Del ordenamiento del mundo y la civilización bajo la égida del Nombre del Padre hemos pasado al orden neoliberal, surgido del saber de la ciencia en comunión con el capitalismo. El orden neoliberal pretende presentar una única versión del mundo5. Una inmensidad sin derecho ni revés que, para existir, debe anular toda presencia de una dualidad, es decir, de lo Otro, de la alteridad. Por eso, pretende anular el conflicto, la dicotomía, anular la historia, el malestar, y conmina a ser autosuficiente, individualista, a poderlo todo, a hacer del otro un competidor que representa un peligro. Por esta vía empuja a la segregación (la violencia contra aquel que, de una u otra manera puede llegar a interferir el acceso a la satisfacción). La segregación, en política, toma la forma de anular al opositor (aquel que verdaderamente representa una diferencia).
Y eso nos abre el paso a la sección que toma el tema del Lawfare, típico de esta época inclinada a los golpes blandos –versión aggiornada de los golpes de estado que no tuvieron el efecto de shock esperado que iba a dejar a las poblaciones paralizadas por el miedo, facilitando así la aceptación de la pérdida del estado de bienestar en pos de un acopio de la riqueza por parte del mercado4.
El hecho del debilitamiento del Nombre del Padre, nos ha traído a este ámbito tan sombrío y hostil en el que la palabra no tiene valor ni de nominación, ni de acuerdo, ni de verdad y, por ende, pierde su función de ordenar el mundo por medio de los ideales y/o de una ética de la palabra. Así, se puede decir, hacer y creer cualquier cosa, habilitando el cinismo y la canallada. Nada funciona distinguiendo el enunciado emitido de la posición de enunciación, con lo cual, se puede decir cualquier cosa y luego la contraria, o algo puede valer para un caso y no para otro. De este modo se resquebraja el valor de la justicia y la legalidad, y se desdibuja la posibilidad de un orden social y de un lazo sólido al otro. ¿Cómo orientarse, cómo hacer la vida vivible en una razón del mundo que arroja a la precariedad, la deriva y el desconcierto del que el lawfare es un ejemplo que toca la médula de la estructura legal que regula una sociedad?
El lawfare no tiene otra función que la de impedir la instauración del estado de bienestar, al perseguir a quienes tendrían la decisión política para implementarlo. Su acción va en la línea de desestabilizar y desorganizar –porque en esas condiciones, uno queda inmóvil.
Frente a este estado de cosas, Eric Laurent propone una salida por el lado de ‘un nuevo amor’ que supone no el amor al padre que reinstalaría el patriarcado, ni el amor solo a la imagen autosuficiente de sí que promueve el neoliberalismo, sino el amor a la causa, como posición ética. A la causa como aquello que le falta a uno –y no a la causa de otro, como sucedería en la identificación. A la causa como aquello que introduce un imposible –ya que no todo me causa. Sería una causa que introduzca el vacío y la alteridad. Una causa que permitiría –como señala Marco Focchi6– entrar en “sincronía” con el Otro. Sincronía que estaría vinculada a lo que Lacan introduce como un ‘pas’7 entre el sujeto y el Otro. Sincronía que implica dar un valor a la palabra como consentimiento y acuerdo con el otro. Sincronía cercana a lo que el feminismo llama sororidad.
Dicho esto, esperamos que disfruten de la lectura.
Marcela Ana Negro
Notas:
1 El anterior apareció en el N° 3 de La libertad de pluma
http://lalibertaddepluma.com/indice-nro3/
2 Laval, Ch., y Dardot., P., La nueva razón del mundo, Gedisa, Barcelona, 2010.
3 Bassols, M., Editorial, en Lacan XXI, N°3
http://www.lacan21.com/sitio/2017/04/10/editorial-lacan-xxi-no-3/
4 Klein, N., La doctrina del shock, Paidós, Buenos Aires, 2007.
5 Leserre, A., “La Hidra neoliberal” en La libertad de pluma N° 3 http://lalibertaddepluma.com/indice-nro3/
6 Focchi, M., “Los ataques de pánico en la experiencia psicoanalítica”, en Negro, M.A., y Battista, G. (comp) Incidencias clínicas de la carencia paterna. ¿Cómo se analiza hoy?, Grama, Buenos Aires, en impresión.
7 Pas, en francés es tanto ‘no’, como ‘paso’. Condensa el hecho de que tienen que haber algo prohibido (podríamos decir: en el sentido de vaciado) para que algo circule entre el sujeto y el Otro que posibilite una dialéctica entre ambos. Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 1999.