Y si no hubiera sido por las raíces de frijolillo que arrancaba a cada tanto, o algún camote silvestre que la que la sequía les había enseñado a comer, todos se habrían quedado en el camino, en esas veredas de barro rojizo, sembrado de piedras, por donde ellos transitaban torpes, arrastrándose y gimiendo.
Rachel de Queiroz
¿Qué país es este?
Un país dividido, donde cada lado tiene más de un lado, a ametrallar la diferencia que se insinúa en el campo sexual, religioso y político; un país que asiste, sin indignarse, el genocidio de pobres, negros e indios de todos los géneros; un país intolerante, polarizado, brutalizado en el decir y en actos; un país donde la peste se arrastra, aparentemente, con el consentimiento de su pueblo y de sus líderes. ¿“Y qué con eso?” Dice el presidente de Brasil:
“Es sólo una gripecita.” “La vida sigue normal.” “Ese virus es igual a una lluvia, va a mojar al 70% de ustedes. No hay que acobardarse frente a este virus.” “¿Se está muriendo gente? Sí.” “¿Y qué con eso? ¿Qué quieren que yo haga? Yo soy Mesías, pero no hago milagros.” “La mayoría de la populación brasilera contrae el virus y ni percibe.” “Yo sabía que un día me lo iba a agarrar. Así como, infelizmente, yo creo que todos ustedes van a agarrárselo un día.” “¿De qué tienes miedo? ¡Enfréntalo como hombre, pô!” “Lamento, lamento todas las muertes. Se muere gente todos los días de una serie de causas. Es la vida, es la vida.” (Jair Bolsonaro)
El discurso de la banalización de la muerte, de la valorización del trabajo, de la servidumbre, de lo viril y de la meritocracia, encuentra resonancia en el cuerpo sensible del pueblo brasilero. ¡Raíz expuesta!
“Casi nueve millones perdieron su empleo. Ese efecto colateral es más grave que el propio virus.”, dice Bolsonaro en su lucha para salvar al mercado de la peste… ya las vidas enfermas, improductivas… es de lamentar. Ministros se demiten. La pauta neoliberal comanda el juego de la silla. El marcador indica cien mil muertos, y Jair conmemora el título de Palmeiras. En seguida, la Secretaría de Comunicación del Gobierno conmemora los “casi tres millones de vidas salvadas o en recuperación”. “¿Al final, para qué llorar los muertos?”, dice sonriendo la actriz, ex-secretaria de Cultura. Y que viva el fútbol. ¡Sólo triunfo!
Brasil – 2º lugar mundial en número de muertos y contaminaciones por el coronavirus. Sin ministro de Salud, un general ocupa la cartera y substituye centenas de técnicos de la salud por militares. El presidente es el “chico propaganda” de la cloroquina. Al capricho de los vientos, las veletas soplan un puñado de medidas e informaciones incompatibles. Los recursos destinados para el combate de la pandemia son desviados por la red de la corrupción. La pila de muertos no para de crecer; la popularidad del gobierno también (subió para 52%). En las redes sociales, viraliza: “Nunca en la historia de un país, hubo un amor tan grande por un presidente como está sucediendo con nuestro presidente Bolsonaro.” Ese “gran amor” promete ser eterno en cuanto durar el usufructo de la “bolsa corona”I en esa tierra castigada con casi 4 millones de infectados por el virus, más de ciento y veinte mil muertos, una media de mil por día durante los últimos tres meses.
Gozando de los laureles que no plantó, Bolsonaro considera la posibilidad de decretar larga vida al auxilio de emergencia. Hay chances de reelección. Él da un giño al Congreso con una nueva alianza. El CentrãoII se regocija; el reparto de la torta sigue incólumne, mientras 56 pedidos de impeachment se acumulan. Y así, para muchos, la llegada de la peste es una bendición, gracias al Mesías y su rebaño. “¿Y qué con eso?”
“¿Cada pueblo tiene el gobierno que se merece?”
Sin conseguir organizarse como oposición, una parte de la izquierda, resentida, sigue pataleando, peleándose entre sí y con el pueblo brasilero, sin saber hacer con el agujero que le concierne, entretenida todavía en dividir al mundo entre nosotros y ellos. Hay también los que clasifican al brasilero como apolítico, agarrado a un goce mortífero, alienado en relación a su miseria y que sigue feliz rumbo a su ruina. Algunos teorizan sobre la necesidad del pueblo de hacer existir un padre, frente a su vacuidad, nombrando un Capitán de los pobres para adorar y seguir, absorbiéndolo como una dádiva de los cielos que, en el desierto de lo real, realiza el milagro de la precipitación del auxilio de emergencia de seiscientos reales. Muchas elucubraciones rondan ese pueblo.
Sigo en otra dirección. Mi práctica analítica en la red pública ocurre junto a personas sin renta, sin documentos, sin trabajo, sin familia, sin techo, sin ley, sin razón, sin mucha cosa. Cuando encuentran a un analista, ellas tienen lo que decir. Ellas piensan, ellas hablan, ellas saben hacer con los agujeros de lo real en un mundo donde el Otro ni está. Diría que cargan sin saberlo, un saber que no es supuesto. Un saber que fuerza sus elecciones, de forma innegable. Un saber desarticulado del Otro. Un saber que no se conforma y deforma la información. Un saber que se sabe solo, irreductible a lo simbólico. Un saber que resuena en el cuerpo y lo conduce. Un saber encarnado. Seguir ese saber ha sido una brújula. La solución para el impase de la existencia de cada uno, en situaciones sociológicamente de lo más diversas y muy miserables, adviene de los anudamientos que un cuerpo hablante hace de sus encuentros en la escena de su mundo, con las palabras y las cosas a su disposición, según la lógica de su saber hacer. La emergencia del lazo social no se hace sin el saber que ese pueblo carga como herencia.
Se trata de gente como la gente, demasiado humana, simplemente parlêtre. Puede parecer que se dejan llevar como “ganado humano rumbo al matadero”, lo que sospecho es que ese parecer oculta una estrategia de vivir.
Un país compulsivamente desigual, como reza la tradición
La historia de la desigualdad en Brasil, escrita por Ferreira de Souza, confirma dos situaciones: la concentración de renta entre los ricos brasileros “presenta fuerte carácter inercial”1 y, a pesar de las conquistas de la Constitución de 1988, una tolerancia inquebrantable mantiene los niveles de desigualdad en serena estabilidad. Los intervalos democráticos sirven más “para contener el aumento de nuestra desigualdad que para reducirla”2, así como la alianza de los intereses económicos y políticos, orquestada por algunos pocos, “es fiadora de la persistencia de la concentración en el topo”3. Desde los estudios de Thomas Piketty, es consenso que la desigualdad se desploma de las alturas cuando los caballeros del apocalipsis entran en escena. Sin embargo, en Brasil, ellos parecen “cabalgar en la dirección contraria y elevar súbitamente la desigualdad”4.
En el Brasil reciente, una inhibición aturdida pesó en la mano de la izquierda cuando esta tenía a su disposición la lapicera de la agenda distributiva, impidiéndola de alcanzar la torta y morder su pedazo. Optaran por un “gobierno de conciliación”: los pobres quedarían menos pobres y los ricos más ricos5. Una política demasiado prudente, demasiado tímida, avergonzada de su hambre, coaccionada por desear aún más. Todo sigue como antes en el jardín de Abrantes – vence la compulsión a la sumisión, como reza la tradición, tal como J.-A. Miller la expone al leer la tesis de Freud:
“Su tesis es que un pensamiento impuesto, un pensamiento que somos obligado a tener, un pensamiento del cual no podemos deshacernos, un pensamiento que tiene la modalidad de lo necesario, la del no cesa de, debe de haber sido reprimido, debe de haber pasado por la represión, es decir, debe de haber sido introducido ‘dentro de lo inconsciente’, y que solo con esta condición puede una tradición surgir, retornar de su estatus de reprimida y, entonces, ‘constreñir a las masas en su embrujo’. (Ésta es una tesis clínica que concierne a cada quien, uno por uno, una tesis sobre el Zwang subjetivo, pero que de manera impactante, se extiende a lo que llega a ser masa, pueblo.) ‘Es preciso que haya [habido una] permanencia dentro del inconsciente’: he aquí la lógica de Freud.”6
El hambre es una cosa así que guarda la permanencia dentro del inconsciente. Un real imposible de soportar de la tradición de Brasil. Cuando surge en el pensamiento, tiene la modalidad de lo necesario. En el léxico de la mayoría de las familias brasileras, el hambre es uno de los nombres del trauma. Fue apenas en 2014 que el país salió del mapa del hambre, cuando el Programa Fome ZeroIII (Hambre Cero) nombró ese agujero y apalancó un hacer con junto a otras políticas sociales. Si el troumatismo es el guardián de un real del cual no se puede deshacer, en él reside la fuente del forzamiento de un saber hacer.
Las raíces del trauma
Rachel de Queiroz, en su primera novela, El Quince, que se refiere a la gran sequía de 1915, vivida en su infancia, relata la saga de una familia que, para huir de la sequía, partió en retirada, a pié, de Quixadá para Fortaleza, con los niños a cuestas. Arrastraban sus vidas secas, lalangueando en esa tierra de nadie.
“El intestino vacío se enroscaba como una serpiente hambrienta, mientras resoplaba en ronquidos sordos un furioso: rum, rum, rum… (…) Vagaba sin rumbo, frente a las tiendas, por las puertas de las casas, engañando el hambre y engañando el recuerdo que se le venia, constante e impertiente, de la chiquillada llorando, del Duquiña gimiendo : ‘¡Quelo comé! ¡De comé!’ Se detuvo. En un patiecito, un hombre ordeñaba la ubre de una vaca flaca. Chico Bento lanzó la mirada hambrienta hacia la lata donde la leche subia, blanca y suave como una capucha… La mano servil, acostumbrada a la sujeción del trabajo, se extendió maquinalmente en un pedido… pero la lengua todavia orgullosa se endureció en la boca y no articuló la palabra humillante. La vergüenza de esa nueva actitud lo cubrió por completo; el gesto esbozado se contrajo, pasos nerviosos lo alejaron. Sintió la cara ardiendo y un nudo angustioso en la garganta. Pero dentro de su turbación aún le rezumbaba en los oídos: ‘Má, de comé!’… El hombrecito se quedó jalando las tetas secas de su vaca, sin tener la menor idea de la miseria que había pasado tan cerca, y había huido, casi corriendo…»7
El esfuerzo por engañar el hambre, la inhibición del gesto, el retiro, la vergüenza en la cara ardiendo, el ahogo y el silencio. ¿Qué guarda su acto? Un deseo en la forma de defensa, dice Lacan8. Si la mano de Chico Bento se extendió maquinalmente en un pedido, la lengua se guardó inhibida. Algo le avergüenza, se retira cubierto de vergüenza, se rinde al vacío del hambre en sí. En la inhibición un deseo se oculta en su turbación. “Es la verdad de lo que ese deseo fue en su historia lo que el sujeto grita por medio de su síntoma”9, como una compulsión silenciosa se contuerce en la angustia de un ahogo. ¡Resistencia!
En la cultura brasilera, forma parte de la tradición y de las buenas costumbres una cierta prudencia y reserva delante de la comida. Por ejemplo, se evita vaciar el plato totalmente. Es bueno dejar un resto de comida. Jamás salir con hambre de casa, en su lugar se recomienda forrar el estómago. Mostrarse goloso es obsceno. Comer siempre despacio y sin prisa. Recomendaciones para no pasar vergüenza. Tal vergüenza recubre y conmemora un saber traumatizado que se guarda encarnado. ¡Trauma de la lengua! Eso habla, transmite y se extiende impactante más allá de Chico Bento y se detiene, entre muchos de nosotros, analistas y analisantes, como un zumbido que resuena en la piel del pueblo brasilero.
Sigo la pluma…
¿Quién es ese pueblo brasilero? ¿Él tiene hambre de qué?
Pobres, negros e indios, de todos los géneros, gente que tiene hambre. “¿Tú tienes hambre de qué?”, preguntan los Titãs en su canción Comida. Con la falta de lechos, de respiradores, la peste, el hambre, la sequía, la guerra y la muerte no son un asombro que llega con la pandemia. Se encuentra presente en el estado de apocalipsis en que muchos nacieron. Una herencia a la cual tendrán que encontrarle la vuelta. Es “ahí que conviene recordar”, dice Lacan, “el inter urinas et faeces nascimur de San Agustín. Lo importante no es tanto que nazcamos entre la orina y las heces, al menos para nosotros, analistas, sino que entre la orina y las heces es donde hacemos el amor. Antes meamos y luego cagamos, o a la inversa.”10 No es sin poesía el hambre de vivir. Gemir, callar, engañar al hambre no es una información, es un vacío sonante que solo se sabe solo. Los que atravesaron el Rubicón guardan la muerte como una salida. La vida que sigue, sólo se sigue de tropiezo en tropiezo, por los caminos de ese insabido. Eso es lo que se sabe, consigo.
Para Eliane Brum, escritora y periodista brasilera: “Lo que llamamos de pueblo brasilero se compone, en su mayoría, por personas que sólo viven porque porfían. (…) populación de cuerpos esclavizados y después brutalmente explorados. Lo que se transmite de padre y madre para hijos e hijas es que la supervivencia no es garantizada, ella es arrancada. La muerte es normalizada. La historia de las familias más pobres es una historia en que los hijos muertos son contados junto con los vivos. Las mujeres saben que parte de su prole puede morir por las condiciones precarias de la vida (…) también saben que morir por violencia es una probabilidad, especialmente si su hijo es negro. (…) Hay suburbios de Brasil en que podemos golpear aleatoriamente en una hilera de puertas y todos tendrán una muerte o más para contar (…) La tragedia crónica de Brasil es tener un pueblo (…) colocado en la condición de matable y de morible desde la formación del país (…) que viene resistiendo desde hace siglos contra todas las formas de exterminio. (…) Esa es una de las caras más horrendas de la desigualdad, pero el horror de esa cara nunca le impidió que fuera aceptada como normal. En ese sentido, el covid-19 es sólo una forma de muerte más.”11
Para quien sólo vive porque porfía, la política que interesa es la política del sinthoma, la economía que interesa es la economía del goce, sea donde fuere. Nosotros, analistas, tenemos algo en común con esa gente, y algunos de nosotros se ofrece para una conversación entre dos partenaires. La lectura del síntoma de ese país de la peste sólo puede advenir del saber que su gente transmite, uno por uno. Un saber hacer con el trouma que lo constituye por la grieta de un tronco de equívocos.
Un cuerpo hablante se arregla con las palabras y las cosas que llueven en su huerta o que en ella se secan. Es ahí que el trabajo y sus trampas, las religiones de todos los santos y las relaciones amorosas de las más diversas participan de la originalidad del escenario donde cada uno se sirve para el montaje de su singularidad sinthomática. En la cuerda floja y en procesión, sigue en crecimiento una populación de trabajadores cada vez más evangélica, donde la palabra del presidente resuena como un salmo conocido. La mayoría del pueblo brasilero se ha arreglado en la vida de esa manera. El elemento nuevo en ese contexto fue tener 600 reales por mes. Integrar ese auxilio a su conjunto ficcional, lejos de dar muestras de su ignorancia, dice más sobre un saber hacer con los objetos y discursos a su alcance.
¡Un vacío común!
Brasil es un país cuyas estacas significantes separan las comunidades demarcando los que estan en la punta y los de periferia. En el centro, un gran vacío. La experiencia de un vacío es lo que todos tenemos en común. Si comulgamos con el principio de que la exposición es el lugar de la política en cada uno, el lugar común es ese vacío donde cada uno toma la palabra y realiza el deseo de expresión y de discordia.
Si ese lugar anda deshabitado, como dicen, tal vez sea porque la lengua aún se contrae y endurece y la mano se recoge y no agarra. ¡Es parte del rosario de la tradición! Sin embargo, reducir el pueblo a la metáfora del ganado sólo reverbera la arcaica compulsión de los dueños de la labranza de separar nosotros y ellos, cultos e ignorantes, blancos y negros, ricos y pobres, civilizados e indios, patrones y empleados, vivos y muertos, casa grande y senzalaIV. La creencia en esa división también forma parte de la tradición. En la lectura de la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo Lacan nos orienta a buscar el saber del lado de aquel que sabe hacer con un vacío común en lo cual fluye un goce desigual.
Freud no alimentaba ilusiones en cuanto a una política distributiva igualitaria. La desigualdad es innata y constitutiva. Lo que no significa que la transformación cultural de los miembros de la comunidad no pueda suceder12, provocando la intromisión de significantes nuevos en la ficción de existir a fin de volatilizar o por lo menos desplazar los significantes amos de la herencia arcaica. El Programa Fome Zero es ejemplo de una jaculatória que surge soplada de la garganta seca de los trumanos13, con consecuencias de vida en el campo social y en las políticas públicas, en corps et encore...
La ampliación de las ofertas para conexiones culturales y societarias son bienvenidas como material para el saber hacer del parlêtre en la partición del goce como tal. Leer el síntoma de una época requiere seguir el resonar del saber guardado en cada cuerpo hablante de una comunidad. Tomar las palabras y las cosas, a partir del hambre del deseo, junto a algunos otros, hace existir un lugar y el lazo para alojar el vacío común a cada uno, espacio de intercambios irregulares y conexiones singulares en condiciones de provocar una “rebelión contra la identificación conformista”14.
Freud en respuesta a Einstein, afirma que invertir en la cultura es trabajar contra la guerra. La cultura instaura en la sociedad “una dialéctica, que deja abierta la mesma brecha que aquella en cuyo interior situamos la función del deseo”15. El movimiento que adviene de ese vacío común puede provocar, tal como insiste Lacan, “la remodelación de los conformismos antes instaurados, e incluso su estallido”16. Un grano que el psicoanálisis entrega a la política, desde Freud, pues el psicoanálisis de lo individual es en sí mismo una aplicación del psicoanálisis social.
La rebelión de los trumanos
Una conclusión me toma por asalto: la revolución que interesa al parlêtre no será hecha por la derecha que tiene un compromiso histórico con la manutención del status quo distributivo. Tampoco vendrá del proletariado conducido por los intelectuales de izquierda intoxicados en el curto-circuito de discursos e ideologías que los alejan de los cuerpos hablantes y de sus soluciones sinthomáticas. Las ideas no entran en combate, ya era hora de saber, sólo los cuerpos. Por lo tanto, no hay representante del pueblo. La silla de la representación seguirá vacía, es lógico. El pueblo no existe y su representante idem. Y la supuesta creencia en el padre ya hace tiempo que se hizo humo: muchos ya caen en el mundo esclarecidos en cuanto a su orfandad. Si no es posible conducir al pueblo como una manada de bueyes rumbo al matadero, tampoco será conducido al estado de bienestar social.
¡El pueblo es un conjunto de trumanos que porfía en vivir! Su arma es la cultura, el arte, la palabra. Ampliar la convivencia entre los desiguales a partir de su vacío común forma parte de la apuesta analítica, ya que es en el patio de casa o en el terreno del vecino que la lengua se suelta y toma la palabra junto a su asamblea en auténtica política. “Es el vivir contando con la boca seca y los medios a mano para saciarlos. Es la invención de la propia vida.”17
El saber decir que brota de ese lugar donde se apalanca la insurrección del deseo que no se conforma y se expone en acto en la comunidad en la que se engendra: “verás que un hijo tuyo no huye de la lucha”. Política original que, comprometida en el sínthoma, se hace todos los días en cada grieta del barro rojizo de ese país.
¿Cómo transmitir a los gobernantes la política de ese saber hacer que, desde hace siglos, con su meneo en un cuerpo de pocas palabras, extrae alguna alegría del infinito de su falta en ser? Esa es una cuestión que nos cabe perseguir. Cabe al analista, donde quiera que se encuentre en este mundo, tomar la política en su dimensión de emergencia y con su acto perturbar la defensa, en la sesión y en la ciudad, siguiendo el saber de su experiencia: la liberdad de expresión es la herramienta del cuerpo hablante para extraer la munición necesaria de su ex-sistencia y seguir armado con su deseo para el buen combate, junto con algunos otros.
¿En cuánto a la peste…y qué con eso?
“Todos estos que ahí están
interponiéndose en mi camino,
Ellos pasarán,
Yo pajarito.
Todos esses que aí estão
atravancando meu caminho,
eles passarão,
eu passarinhoV.”18
Fernanda Otoni Brisset es psicoanalista, vive en Belo Horizonte.
Miembro de la EBP-AMP. Editora de la revista Correio da EBP. Supervisora Clínica de la Rede Municipal de Saúde Mental de Belo Horizonte. Coordenadora Clínica del PAI-PJ Programa de Atenção Integral ao Paciente Judiciário do Tribunal de Justiça de Minas Gerais.
Traducción de: Pablo Sauce
Revisión de : Marcela Antelo
Notas del traductor:
I N.T.: Se refiere al auxilio de emergencia otorgado por el gobierno brasilero en función de la pandemia del coronavirus.
II N.T: Aumentativo de Centro. Básicamente, en la actualidad se trata de un grupo formado por 170 a 220 diputados (según estimativas) de diferentes partidos, que se unen para conseguir mayor influencia en el parlamento y defender, de modo conjunto, sus intereses.
III N.T.: Fue un programa creado en 2003 por el gobierno federal brasilero durante el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva en sustitución del Programa Comunidade Solidária, que fuera instituido por el Decreto n. 1.366, de 1995, durante el mandato de Fernando Henrique Cardoso, para el enfrentamiento del hambre y la miseria en país.
IV N.T.: Habitación usada como alojamiento para los esclavos negros, llevados a Brasil, durante el período de la esclavitud (entre los siglo XVI y XIX).
V N.T.: Juego de palabras entre “passarão” (“pasarán”, que equivoca con “pajarón”, aumentativo de “pájaro”) y “passarinho” (“pajarito”, su diminutivo).
Notas bibliográficas:
1 Ferreira de Souza, P.H.G., Uma história de desigualdade: a concentração de renda entre ricos no Brasil 1926-2013, Hucitec, Anpocs, São Paulo, 2018, p. 377.
2 Idem, p. 379.
3 Idem, p. 379.
4 Idem, p. 16.
5 Brum, E., “O gado humano” que Bolsonaro leva ao matadouro, El País Brasil, 20 de agosto de 2020, https://brasil.elpais.com/brasil/2020-08-19/o-gado-humano-que-bolsonaro-leva-ao-matadouro.html
6 Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, p. 260.
7 Queiroz, R. de, El Quince, Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. 2113, p. 78-79.
8 Lacan, J., El seminario 10: La angustia. Ed. Paidós, Bs. As. 2007. Clase 23, del 26 de junio de 1963, p. 341.
9 Lacan, J., Escritos I. La instancia de la letra en el inconsciente, o la razón desde Freud. Ed Siglo XXI, Madrid, España. 2003, p. 499.
10 Lacan, J., El seminario 10: La angustia. Ed. Paidós, Bs. As. 2007. Clase 23, del 26 de junio de 1963, p. 343.
11 Brum, E., Op. cit., 20 de agosto de 2020.
12 Freud, S., Cultura, sociedade, religião: o mal estar na cultura e outros escritos, Autêntica, Belo Horizonte, 2020, p. 430.
13 “Los trumanos está atornillado, la sociología de Lacan se atornilla allí”. https://congresoamp2020.com/es/articulos.php?sec=el-tema&sub=textos-de-orientacion&file=el-tema/textos-de-orientacion/20-03-02_los-trumanos.html
14 Miller, J.-A., Lacan, professor de desejo, Opção Lacaniana on-line, São Paulo, ano 4, n. 12, nov. 2013, http://www.opcaolacaniana.com.br/pdf/numero_12/lacan_professor_desejo.pdf
15 Lacan, J. El seminario 6: El deseo y su interpretación. Ed. Paidós, Bs. As. 2015. Clase 27, del 1 de Julio de 1959. P. 534
16 Idem. P. 536.
17 Me sopló, hoy, mi amiga Ana Lúcia Lutterbach, en una conversación de fin de tarde.
18 Quintana, M., Poeminho do contra. In: Poesia completa, Editora Nova Aguilar, Rio de Janeiro, 2006, p. 257.