En su artículo “Nota sobre la incidencia del psicoanálisis en la política: el capitalismo y el santo”, en el Nº 3 de esta publicación, Joaquín Caretti propone la figura del santo para tratar una posición posible en relación a dicha incidencia. Entiende por santo a “Aquel sujeto que no se deja atrapar por los cantos de sirena que impone el capitalismo a la civilización”. Desprende su elaboración de un párrafo impactante de “El psicoanálisis. Razón de un fracaso”: “Cuando el psicoanálisis haya rendido sus armas frente a los callejones sin salida crecientes de nuestra civilización (malestar que Freud presentía) serán retomadas –¿por quién?– las indicaciones de mis Escritos”1. ¿Qué actualidad tiene esta profecía de Lacan? En ella sitúa la relación psicoanálisis-civilización; para él hay un serio problema en la trasmisión del psicoanálisis. En este mismo escrito evoca una discusión con M. Bouvet en ocasión de una crisis, en la cual este miembro de la sociedad psicoanalítica le señala a Lacan haber dado un golpe al narcisismo del grupo. “Se trata menos del narcisismo de cada uno que de que el grupo se sienta guardián de un narcisismo más vasto” y señala: “Todas las civilizaciones concedían la función de combatir los efectos de ese narcisismo a un empleo diferenciado: loco o bufón”2. Lo primero que podemos decir acerca de esta afirmación es que ambos (loco y bufón) se excluyen del discurso compartido: uno por estructura (denuncia su verdad) y el otro como respuesta (se hace el loco). Nos vamos a basar en ‘el Hamlet de Lacan’ para intentar dilucidar un poco este asunto, indagando en este caso en la figura del bufón.
Efectivamente, el bufón de la corte en Shakespeare tiene la más de las veces la función de jugar la verdad. Lo hace como el inconsciente: a través de juegos de palabras, equívocos, chistes. Por otra parte, el bufón, diciendo cosas sin sentido, hace reír. Y dice lo que el grupo no dice. Ese decir es posible porque está afuera del grupo; es la palabra de un loco, o mejor dicho, de uno que se hace el loco. Según Lacan por su boca habla la verdad respecto del narcisismo del grupo. Es interesante destacar que a su vez trabaja para el rey y para el grupo (corte). ¿Podremos decir que el jefe-líder sugestiona al grupo y que el bufón lo hace reír, develando la verdad, como nos enseña Freud acerca del chiste?
Pero lo interesante es que para Lacan, es Hamlet mismo quien está en esa posición: Hamlet busca suscitar esa dimensión disfrazada de la verdad, su estructura de ficción, sin la cual no encontraría cómo orientarse. Hamlet como héroe es un modo del discurso, ya que en la tragedia antigua hay héroes locos pero no que se hagan los locos. Esta última es una dimensión estrictamente moderna: “el que sabe está en una posición tan peligrosa, está tan destinado al fracaso y al sacrificio, que su derrotero debe ser el de ser loco con los demás”3. Lacan nos enseña que lo que golpea al narcisismo (del grupo) son las interpretaciones legitimadas en la lógica del lazo social de cada discurso.
La estrategia política de Hamlet es hacerse el loco, bufonear. Sabemos que para el príncipe, Yorik (su bufón) fue muy importante en su niñez. Frente a su calavera lo recuerda: “Mil veces me llevó sobre sus hombros”. Se refiere a sus bromas, su ingenio, sus salidas brillantes que hacían reír. ¿Una forma de identificación? De él pudo haber tomado ese “saber hacerse el loco”.
La identificación que destaca Lacan es con Laertes, su amigo incluso en la rivalidad. El es su imagen especular. Al aceptar el duelo Hamlet le dice “seré tu espejo, seré la hoja brillante sobre la que darás tu mejor reflejo”. Con él se juega el paroxismo de la absorción imaginaria, el punto manifiesto de la agresividad. Aquí Lacan nos recuerda (a propósito del narcisismo del grupo) que ¡combatimos a quien más admiramos!
Hamlet, de diferente manera, golpea el narcisismo de cada uno con el que se va encontrando: el fantasma del padre, su madre, Claudio, Ofelia, Polonio… También podemos arriesgar que golpea el narcisismo del grupo (corte), sostenido en la nueva situación, en las jerarquías, en el brillo cortesano y desconociendo la verdad en juego.
Bajo la máscara del bufón Hamlet usa Juegos de palabras, equívocos, ironías, para orientarse hacia lo real insoportable para cada uno de estos interlocutores y para el narcisismo del grupo que conforman. ¿Qué verdad, o mejor, que pequeña cosa se oculta bajo los brillos de la corte?
Gabriela Basz es psicoanalista, reside en Buenos Aires.
Dra. en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA); miembro de la EOL y de la AMP; Docente Regular de la Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UBA; Docente del IOM y del Icdeba.
Notas bibiliográficas:
1 Lacan, J., “El psicoanálisis. Razón de un fracaso”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 369.
2 Ibíd., p. 368.
3 Lacan, J., El seminario. Libro 6: El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 352.