La Escuela, “ese intento de conjunción inédita entre lo estrictamente analítico y lo institucional”1, es menester que sea una comunidad de trabajo animada por la transferencia y no por la sugestión. Por ello debe resguardarse la tensión y coexistencia necesarias entre lo singular de la relación a la causa analítica –y al propio inconsciente– y lo universal de los estatutos, normas, etc. La Escuela implica para cada uno de sus miembros una experiencia subjetiva, una invitación a la invención, que se fusiona con el trabajo en común en pos del psicoanálisis.
No pretende ser un conjunto disperso de singularidades sino una serie de excepciones trabajando en torno a la causa analítica y de ello deriva la necesidad de un lazo con la paradoja que esto conlleva. Sabemos que no hay lazo sin identificación, y esta reniega de aquello que Lacan promulga como núcleo de su Escuela: el uno por uno.
Entonces ¿Cuál es la identificación que conviene al lazo de Escuela?
No serán las llamadas ‘identificaciones segregativas’, aquellas que promueven la conformación de una fraternidad en torno al Nombre del padre y a la cual Lacan denomina “sociedad de asistencia mutua contra el discurso analítico”.
La idea de una posible identificación del analista fomenta la formación de un conjunto regido por el ‘nosotros’ que desmiente la experiencia solitaria del análisis y el encuentro con el inconsciente. Esta es una respuesta defensiva frente al encuentro con un real y sus efectos, un modo de soportar solidariamente el imprevisto, la sorpresa y la hiancia.
La aspiración de un lugar en el Otro sostiene la creencia de una identidad allí donde esta debería revelarse como vacía. El intento de remediar la falta en ser del analista –no hay significante que lo nombre– será mediante la ortodoxia, un conjunto de normas que mitigan el saber supuesto que es el dolor del analista2. Allí donde se produce el encuentro solitario con ese real irrevocable, carozo del deseo del analista, adviene el horror al saber en lugar de la causa.
La experiencia de estar en grupo evita la insatisfacción e incomodidad de la ‘suposición’ de un saber, lo que corrobora que el saber en su seno está habitado por un agujero. El riesgo de restituir a un Otro que nombra masivamente es la deriva inevitable al mutualismo, destino sabido del grupo analítico cuando lo que prima no es la transferencia.
Lacan es claro respecto a este punto: el grupo en la Escuela debe ser desarticulado, pero de la buena manera, es decir no del todo. Una posición ética se impone, es necesario que la tensión entre lo múltiple y lo uno no se desvanezca.
Desde esta perspectiva podemos leer el anhelo de Lacan de un lazo de Escuela fundado en una identificación con el grupo, siempre y cuando recordemos que es imposible determinar con qué punto del grupo hay que identificarse. Ese punto debe permanecer agujereado para habilitar al uno por uno de la propia experiencia de Escuela.
En su visita a Buenos Aires, y a propósito del Texto de Miller Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela, Eric Laurent introduce un nuevo tipo de identificación a la que denomina “no segregativa”.
En ella se prescinde del Otro y sus significantes y al lugar del ideal va la causa analítica. Esta “no presenta algo del analista, no presenta una cosa, sólo apunta a un vacío, y la interrogación analítica no es un consejo, no es una imposición, un imperativo… es algo que hace alusión a otra cosa”3 que no se sabe qué es.
Será fundamental sostener ese punto opaco e imprevisible para que cada uno de los miembros de la comunidad analítica efectúe un encuentro singular y en soledad con el Uno del Ideal. La Escuela hará de lo analítico como significante amo un instrumento de pregunta para constituirse en una serie de subjetividades identificables y no identificadas, de soledades subjetivas determinadas por la posición de objeto éxtimo que al fin del análisis se devela para cada parlêtre.
En el recorrido de un análisis se irán desbrozando las fijaciones fantasmáticas y derrumbando las identificaciones que daban al sujeto un lugar fijo en el Otro. Una vez arribado al encuentro con ese resto ineliminable de la división subjetiva, el parlêtre vislumbrará del lado del sujeto su deser –su cualidad de conjunto vacío–, y del lado del Otro, ya destituido, su ser de goce. Este objeto hallado, que enlaza deseo y goce, tiene una consistencia lógica de agujero, y será por ello causa.
En su testimonio ¿Por qué la escuela?, Florencia Dassen hace referencia a la ética del analista como aquella en la cual se anudan, por la relación que guardan con el objeto, deseo y goce. Dice “Si un analista se hace de objeto a, se hace producir de objeto a, con objeto a, eso mismo es lo que se transmite. Se transmite, en tanto no tiene ser, pero es causa de saber, por eso la transmisión del psicoanálisis tiene su soporte en la letra”4.
El analista de la escuela será entonces un hereje decidido que hará de la excepción algo que valga para todos. Excepción que pone de relieve la soledad de la identificación al sínthoma, del deseo del analista y de la relación singular a la causa analítica.
Regido por una ética del no-todo, despojado de los significantes amos que lo masificaban y anclado en la diferencia absoluta, el analista de la Escuela interpretará a la “Escuela sujeto”5 para sostener viva la división subjetiva. Sostenerla como Otro inconsistente que aloja en su seno al S(Ⱥ) barrado requiere habitarla y dirigirla teniendo como brújula y premisa una orientación por lo real.
Mantener vivo el fundamento de la transferencia de trabajo de la comunidad analítica exige que cada integrante, en posición de éxtimo, pueda ser el germen de subversión interna y querida contra el mutualismo inevitable de todo grupo humano. Este será un modo fecundo de preservar el vacío-medio necesario para que el espíritu del psicoanálisis siga soplando entre esas soledades añadidas.
Ivana Bristiel es psicoanalista, reside en Buenos Aires.
Miembro de la EOL y la AMP- Co-responsable del Seminario Diurno de la EOL “Práctica con niños. Usos del analista”, Coordinadora del Módulo Ficciones: Literatura perteneciente al Departamento Enlaces-IcdeBA, Secretaria de Redacción de la Revista Enlaces, ex Concurrente del Centro de Salud Mental N1 Manuela Pedraza.
Notas bibliográficas:
1 Miller, J.-A., La doctrina secreta de Lacan sobre la Escuela», en El Caldero de la Escuela 24 EOL, año 2015, pp. 2-5.
2 Miller, J.-A., La Escuela de Lacan. https://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateImpresion.asp?intPublicacion=10&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=289&intIdiomaArticulo=1
3 Ibíd.
4 Dassen,F.,¿Por qué la escuela?, http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_pase&SubSec=testimonios&File=testimonios/dassen_porque.html
5 Miller,J.-A., Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela,
Bibliografía:
-Bassols, M., La imposible identificación del analista, El caldero de la escuela, Nueva serie N 26, Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana.
-Dassen,F., ¿Por qué la escuela?,
http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_pase&SubSec=testimonios&File=testimonios/dassen_porque.html
-Lacan, J., “Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 247.
-Laurent, E., Intervención en el cartel de “Nuevos miembros” mayo 2108, inédito.
-Miller, El Banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2000.
– Miller, J.-A., “La doctrina secreta de Lacan sobre la Escuela», en El Caldero de la Escuela 24 EOL, año 2015, pp. 2-5.
– Miller, J.-A., La Escuela de Lacan.
-Miller, J.-A., “Intervención sobre el mutualismo”, en Los objetos de la pasión, Tres haches, Buenos Aires, 2014, pp. 57-68.
-Miller, J.-A., Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela,