Jorge Chamorro – “Incidencias del psicoanálisis en la política, y retorno. Cuídense de comprender”

La primera condición para que el psicoanalista incida en la política es no formar parte de ella. “Cuídense de comprender” es la formulación que apunta a no identificarse al otro, única posibilidad para que el analista pueda ejercer su deseo.

La segunda condición es no tomar la política en general sino los síntomas de la política, que son los que abren el camino para la intervención del analista.

¿Cuáles son los síntomas de la política en general, y la de cada país en particular?

La tercera condición que el psicoanalista debe saber es no interpretar intenciones ocultas detrás de los actos políticos, esto le es permitido al político, al periodista, no al psicoanalista, que se ha distanciado de la psicología de la motivación. Por ejemplo: se propone ese tema para ocultar otro. Los ‘para’ siempre anuncian esa emboscada que es la adivinación: “lo hace para llamar la atención”, forma de desconocer los síntomas de la histérica.

Siempre nos orientamos por rasgos que nos evitan hablar de personas y de hechos. Esto crea una intersección posible entre el campo político y el psicoanalítico.

El deseo del analista es un deseo advertido de imposibles; gobernar debiera orientarse por imposibles también. Será interesante tratar los puntos donde un gobierno no respeta imposibles a gobernar.

La participación en actos políticos, sea por una organización Escuela o por los psicoanalistas, ¿es un síntoma del psicoanálisis? ¿Una Escuela sostenida en el discurso psicoanalítico puede aspirar a incidir en una votación nacional? Es muy claro y posible para las organizaciones de la IPA, que no aspiran a diferenciarse de cualquier organización gremial, universitaria, escolar o empresarial; es natural en ellas declarar, defender posiciones de cualquier índole.

El psicoanálisis tiene importantes dificultades para hacerse escuchar. Nuestra disancia1 hace barrera a la transmisión de nuestras ideas, es nuestro oscurantismo. Entre la ‘disancia’ propia que es la impotencia de la transmisión, y el esfuerzo de intervención, está claro que en oportunidades se pierde el discurso psicoanalítico y nacen declaraciones políticas, con categorías políticas. Que las haga un psicoanalista, lamentablemente para nosotros, no prueba que un psicoanalista está en juego. Como dijo hace unos años en una de nuestras Jornadas una psicoanalista de la IPA: “como ‘soy’ psicoanalista todos mis actos lo son”. Para nosotros, los psicoanalistas “no son”, por lo tanto prueban en sus actos que el psicoanálisis está en juego.

Si consideramos los síntomas actuales de la política, la corrupción se impone como un tema. ¿Es la corrupción un síntoma de la política? Si, porque es una irrupción persistente que afecta a la conducción de un país, y finalmente a todos los políticos, entre otros sectores de la sociedad. Es percibida también como una anomalía por los que la ocultan, y por los que la descubren. Cuando aparece plantea un tema con la verdad, hemos aprendido con la carta robada que la verdad jurídica, policial, es muy diferente a la de nuestro campo.

La verdad no puede ser toda dicha. Hay en ella una marca de lo imposible que la afecta. Es un síntoma pretender decirla toda. En el esfuerzo de descubrir la verdad, la corrupción pone en juego los síntomas del poder judicial, que parece depender del gobierno de turno para investigar los hechos y sancionarlos.

La sospecha generalizada sobre los poderes públicos y las instituciones alimenta las interpretaciones tan naturales en el paranoico, que son las de las intenciones ocultas. Introducir el tema del aborto ha sido muy importante más allá de las leyes en juego. El aborto ha alcanzado legitimidad lograda por las movilizaciones. Se ha constituido de hecho en un derecho, más allá de que la ley lo reconozca o no. Es evidente que en nuestra comunidad hay una mayoría que se inclina a la despenalización. ¿Qué hacer con las minorías? Es un viejo tema que exige a la comunidad analítica tratarse con lo que Lacan denominó la función del no analista. ¿Segregación, discriminación? Es una clave que nos separa del eclecticismo reinante en algunas instituciones del psicoanálisis, y del dogmatismo del ‘todos iguales’.

No hay dudas que los feminismos han cumplido una función esencial en el reconocimiento del lugar de la mujer en nuestras sociedades. Tampoco se puede desconocer que hay un síntoma que es poner al hombre bajo sospecha o bien juzgarlo sin juicio previo. Los dispositivos llamados de violencia de género, constituyen un par victima y violento, que desconocen las particularidades de cada caso. No distinguen un esquizofrénico de un paranoico, de un perverso, o de un impotente. Empuja a las mujeres, y especialmente jóvenes, a ver en cada acto del hombre un abuso, donde pareciera que en algunas oportunidades la existencia del hombre es en sí misma un abuso. Esto también se podría llamar violencia de género.

Todo lo anterior, nos enseña que el síntoma está siempre presente y nos aporta una brújula que no podemos obviar.

 

Jorge Chamorro es psicoanalista, reside en Buenos Aires.

Miembro de EOL-AMP, Docente del ICdeBA y de la UNSAM. Publicaciones: Clínica de las Psicosis, Ecos entre el Psicoanálisis y la literatura, Mujeres e Interpretar.

 

Notas bibliográficas:

1 Miller, J-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2013, p. 9.

 

   

 

 

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