Desde que empezó la cuarentena vengo llevando en mis cuadernos (que me acompañan desde hace muchos años, completo más o menos unos diez por año, de diverso tamaño y cantidad de páginas) notas de todo tipo sobre los cambios que ha traído la pandemia y sus restricciones a la vida cotidiana y específicamente a la cultural y la teatral. Notas sobre comportamientos de la gente, palabras que se usan, problemas, transformaciones, discusiones, etc. Cuando releo este “diario de la peste” (parafraseando la novela de Defoe) veo que pone en primer plano el contraste entre la cultura convivial (territorial, de cuerpo presente, reunión en presencia física) y la cultura tecnovivial (desterritorializada, mediada por las máquinas y las tecnologías, buena parte de ella colgada en “la nube”). Hay en mi diario decenas de observaciones sobre las relaciones y las diferencias entre experiencia convivial y experiencia tecnovivial, y sus diversas formas de cruce. Por ejemplo los contrastes entre presencia física y presencia telemática, cuerpo material y cuerpo virtual, cuerpo fenomenológico y cuerpo sígnico, contagio y comunicación, comida convivial y tecnovivial, políticas de la mirada, políticas de control, cultura viviente y cultura in vitro (o cristalizada por los soportes tecnológicos), relaciones de dependencia de las tecnologías (equipos, repuestos, conectividades, empresas, servicios de energía, impuestos, etc.), relaciones del convivio y el tecnovivio con sus respectivas historias, diferentes formas de actuación en presencia física o en presencia telemática, implicancias políticas de convivio y tecnovivio (para el neoliberalismo el convivio tiene “enfermedad de gastos”, si no tenés acceso a los equipos el tecnovivio te excluye).
Como le escuché decir brillantemente al teatrero Diego de Miguel en una mesa de diálogo: el tecnovivio fracasó en su intento de sustituir el convivio. La cuarentena nos permitió ver y revalorizar la importancia del convivio en nuestras vidas, no sólo en el teatro. La singularidad de la experiencia convivial. Hay que volver a la palabra experiencia, que implica probar con el cuerpo. Parece mentira pero antes, como teníamos el convivio naturalizado, a la vista, pegado a nosotros, no lo percibíamos, como el cuento “La carta robada” de Poe, que sostiene que la mejor manera de esconder algo es poniendo a la vista de todo el mundo. Regresaremos a los convivios desde una revalorización infinita. Hoy, en plena cuarentena, sentimos un síndrome de abstinencia convivial, que se expresa como vacío, angustia, un agujero emocional. Lo que está pasando en el verano europeo con los teatros llenos de gente (más que los cines), como en la función de Los persas en el Teatro de Epidauro del 25 de julio de 2020, es un espejo adelantado de lo que nos sucederá cuando pase la pandemia: volveremos a los teatros a buscar lo que sólo ellos nos pueden dar. Convivio y tecnovivio conviven en sus diferencias y en sus posibilidades de hibridización y cruce. Podemos hablar, entonces, de artes conviviales (el teatro), artes tecnoviviales (el cine, la radio, la televisión, la fotografía, las redes, etc.), artes liminales o de cruce de convivio y tecnovivio. Creo que podemos sacar cinco conclusiones al respecto:
1°) No identidad de convivio y tecnovivio: hemos comprobado en estos días de cuarentena que constituyen experiencias diferentes, ni mejores ni peores: diferentes. No son lo mismo en términos existenciales, de producción de conocimiento, éticos, políticos.
2°) No campeonato: convivio y tecnovivio no compiten, no son River y Boca. Conviven en sus diferencias y en sus cruces.
3°) No superación evolucionista: el convivio no es el estadio del “mono” y el tecnovivio el del “Homo Sapiens”. Ridículo, insostenible darwinismo, positivismo obsoleto.
4°) No destrucción: si aceptáramos que la cultura convivial puede ser reemplazada por la cultura tecnovivial, o las artes teatrales por las artes tecnoviviales, estaríamos promoviendo un naufragio cultural incalculable, la pérdida de uno de los tesoros culturales más maravillosos de la Humanidad (eso que llamamos el acontecimiento teatral). Debemos trabajar para el pluralismo.
5°) Las relaciones entre convivio y tecnovivio son asimétricas: el convivio puede incluir el tecnovivio en su matriz teatral (el teatro, todo lo que toca, lo transforma en teatro), pero el tecnovivio aún no se las ha ingeniado para incluir la materialidad corporal y territorial en la matriz virtual.
Creo que debemos aceptar esta complejidad, más allá de slogans de mercado, empresariales o del poder de los negocios de la modernización tecnológica. Parece mentira pero hay intelectuales orgánicos del mercado y las empresas, y trabajan con esos slogans, muy “entradores” y, al mismo tiempo, muy vacíos e insostenibles en nuestras experiencias existenciales. Yo no acepto llamar “Home Theater” a un televisor grandote. No acepto que la derecha internacional diga que la única modernización que nos queda es la tecnológica. Y que busquen despolitizar el convivio y el tecnovivio. Todo lo contrario: hay que politizarlos porque, como dice Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”. El convivio es el mensaje, el tecnovivio es el mensaje, la liminalidad es el mensaje. Mensajes diversos. Tenemos que volver a la Filosofía del Teatro como una forma de evitar los slogans neoliberales. Hacer Filosofía del Teatro no es inventar teorías para aceitar negocios empresariales.
El convivio se ha abierto camino y seguirá abriéndose camino, porque es una de las fuerzas culturales más potentes en nuestras existencias. Pienso, en cuarentena, en el teatro “del tapial” que hacen Manu Mansilla y Julia Sigliano en Lincoln, Provincia de Buenos Aires. Pienso en el movimiento de estatuas vivientes, que lidera Mariela Olivera, que salieron a las calles en Bahía Blanca, con el distanciamiento necesario. En las casas, los hospitales, los geriátricos, las calles, los automóviles, donde haya dos o más personas reunidas territorialmente, en presencia física, de cuerpo presente, hay posibilidad y potencialidad de teatro. Esta es la fuerza del teatro, el poder gigantesco del teatro. Esto en las artes conviviales. Por otra parte, en las artes liminales, han surgido múltiples formas de combinatoria convivial-tecnovivial en la búsqueda, la experimentación: formas vinculadas al grafismo lineal de la literatura (sea en libro, página impresa o en página móvil en la web), a los medios auditivos (radioteatro, whatsapp, youtube, como la experiencia Todo que oír de Marcela Juárez y Guillermo Dillon en Tandil), a los medios audiovisuales (streaming, video, cine, youtube, facebook, instagram, zoom, múltiples plataformas, etc.). Pero aclaremos: hablo de cruces, de liminalidad entre convivio y tecnovivio, no solo de tecnovivio. En una transmisión de video teatral o una función vista por streaming se impone el sistema modelizador del tecnovivio, no hablaría en ese caso de teatro liminal, sino de artes tecnoviviales.
Aprendimos que tenemos que reunirnos, generar espacios para pensar en qué nos ha pasado, revisar los problemas que hemos tenido, leer atentamente nuestros apuntes en nuestros “diarios de la peste” para diseñar políticas que nos permitan tener capacidad de previsión y contención para el futuro. Pensar nuestras praxis (no sólo actoral o dramatúrgica o directorial, sino también crítica, de gestión, docente, expectatorial, etc.) desde una Filosofía de la praxis, del acontecimiento, en/desde/para/por el acontecer teatral. Hacer un gran congreso mundial de teatristas sobre la peste. Imaginar colectivamente estrategias para luchar contra la precarización y brindar trabajo, sea para estrenar, publicar, editar, enseñar, circular por las escuelas, los medios, la formación de espectadores, la web, giras. Que necesitamos diseñar un seguro social, como el de las/los “intermitentes” en Francia, o un fondo común de reserva, que brinde apoyo en los momentos en que no hay trabajo. Una cobertura jubilatoria para las/los mayores de 65 con trayectoria acreditada. Que necesitamos mayor capacidad de articulación colectiva, más imaginación en la construcción de redes, nacionales e internacionales. Capacidad de acciones solidarias concretas, como las que han demostrado en la Argentina la agrupación Artistas Solidarios, ATTRA (de la Costa Atlántica), Teatrantes (Patagonia), PIT (Profesores Independientes de Teatro) con la distribución de bolsones de comida. Estrategias colectivas de mayor visibilización del sector en la sociedad (no puede ser otra vez que el regreso de convivios como los deportivos o religiosos, en estadios y templos, tengan prioridad a los artísticos, en salas y espacios abiertos, que fueron dejados para el final). Cursos de capacitación para empoderarse en el uso de la web. Esta experiencia nos enseña a prever. Podemos sacar algunos corolarios de las relaciones entre artes conviviales, tecnoviviales y liminales en nuestras vidas:
– Deseable pluralismo: en el pluriverso hay lugar para las artes teatrales y para las artes tecnoviviales, pueden y deben convivir y liminalizarse en la destotalización contemporánea, en el canon de multiplicidad. El teatro ha demostrado históricamente que puede convivir e hibridarse con el cine, la radio, la televisión, el video y el mundo digital. ¿Volveremos a hablar otra vez de la “muerte del teatro”, o podemos aprender, entre otras, de las experiencias históricas del siglo XX y del siglo XXI?
– Deseable diversidad epistemológica: diseñamos constelaciones categoriales diversas para pensar convivio y tecnovivio, como señala Samuel Beckett en la “Carta alemana de 1937”: “Por lo tanto hagamos como aquel matemático loco (?) que solía usar un principio de medición diferente para cada etapa del cálculo” (Disjecta). (El signo de interrogación entre paréntesis es original de Beckett.)
– Deseable formación múltiple de los artistas (dramaturgia, actuación, dirección, etc.) para que estén capacitados tanto para las artes teatrales como para las artes tecnoviviales (y multipliquen así su salida laboral). Hemos llamado este estado de disponibilidad/formación de los artistas “sopa cuántica espectacular” en algunos trabajos y seminarios.
– Deseable formación múltiple de espectadores abiertos, que puedan disfrutar tanto de un Shakespeare en convivio, como de la transmisión por streaming de un espectáculo cuyas actrices y actores se encuentran en diversos puntos del planeta. La “sopa cuántica espectacular”, referida a los artistas, vale también para las/ los espectadores.
A 140 días de encierro siento una profunda necesidad de cultura convivial y de teatro, por lo que me imagino que cuando pueda regresar a una función teatral me voy a pasar toda la función llorando y aplaudiendo, no sólo por el reencuentro, sino también porque recién ahí voy a tomar verdadera conciencia de todo lo que nos pasó.
¿Y los espectadores? Vengo pensando este tema desde hace muchos años, especialmente por la experiencia de las escuelas de espectadores de teatro y artes escénicas en distintos países y también con la creación de la Asociación Argentina de Espectadores del Teatro y las Artes Escénicas (AETAE) en julio de 2019. Sintetizo en la respuesta algunas ideas, pero he desarrollado muchas otras en trabajos académicos y en revistas especializadas y congresos. Ojalá alguien se sienta interesada/o por buscarlos. El/la espectador/a en la experiencia convivial es muy diferente al/la espectador/a en la experiencia tecnovivial. Cambian las políticas de la mirada, las competencias, las incidencias en la poíesis del acontecimiento. En el convivio el/la espectador/a es mucho más que un/una espectador/a: construye la zona territorial, y por lo tanto la poíesis convivial. Creo que donde más se delata esto es en el teatro cómico, en el clown por ejemplo: la interacción del/la clown y el/la espectador/a en el convivio es muy distinta a la que observamos en la mediación de la pantalla. Pensemos en los alcances que esto tiene. Remito a Malvado Colibrí y lo que Marcos Arano y Gabo Graves llaman una “pedagogía del abrazo”. Esto no quita que, en la porosidad de las experiencias de la cultura, como señala Walter Ong para distinguir oralidad primaria y secundaria, podamos hablar de convivios cada vez más atecnoviviados (por ejemplo, estamos escuchando un texto en convivio teatral dicho por una actriz o actor y nos imaginamos ese texto editado en libro) y tecnovivios más atravesados por la memoria de la experiencia del convivio, como escribimos en Filosofía del Teatro III (“Convivio y tecnovivio, entre infancia y babelismo”). Hay una experiencia transhistórica del/la espectador/a teatral, que nos vincula a los/las espectadores de todos los tiempos, y una experiencia histórica en permanente transformación por las relaciones con la cultura. En ese sentido, repito palabras sabias de Mauricio Kartun en su ensayo “El tiempo y el teatro”: “La jardinería cobra hoy de pronto una metafísica que antes no tenía. Dice y hace otra cosa (…) También el teatro tiene hoy una metafísica que antes no tenía”. Es decir: lo transhistórico no desaparece, sino que, en el diálogo con las transformaciones históricas, lo transhistórico se resignifica. Me gustaría repetirlo: el acontecimiento teatral es uno de los tesoros culturales más maravillosos de la Humanidad, contra todo slogan de mercado, empresarial y neoliberal, contra todo pensamiento de los intelectuales orgánicos del mercado. La experiencia del/la espectador/a teatral en el convivio está más sujeta al caos del contagio, la inefabilidad y la ilegibilidad, en cambio la del/la espectador/a de pantalla está más organizada por los sistemas del lenguaje y la comunicación. El/la espectador/a convivial nada en aguas abiertas (en ríos, canales, en el mar…), en oposición al/la espectador/a tecnovivial, que nada en pileta-pantalla, entre andariveles.
El teatro y la dramaturgia están en continuum con el mundo: cambia el mundo, cambian los acontecimientos teatrales. Porosidad, liminalidad, derivas, simbiosis, hibrideces, mestizajes. Me gusta imaginar que habrá cambios macropolíticos (los grandes discursos de representación social y comunitaria), que el mundo aprenderá de esta pandemia y modificará muchas cosas fundamentales que el neoliberalismo no atendía: habrá mayor presencia del estado en la organización nacional e internacional, mayor inversión en desarrollo científico, mayor inversión en salud, mayor búsqueda de igualdad social y de acceso igualitario a la salud, mayor respeto a la naturaleza, menos concentración de la riqueza y mayor distribución, menos culto del individualismo y mayores vínculos de solidaridad, es decir, cambios relevantes en las macropolíticas. ¿O acaso la Humanidad no aprenderá nada de esta experiencia terrible, una peste generada por el Edipo neoliberal? Si hay cambios macropolíticos, cambia el diálogo y la interacción de las micropolíticas del arte (el teatro como fundación de territorios de subjetividad alternativa) con las macropolíticas (algo que se ve, muy palpable, en la Argentina desde el pasado 10 de diciembre).
La restricción convivial en la cuarentena (en oposición a la avanzada tecnovivial) ha puesto en evidencia la singularidad del teatro, el poder del teatro, su fuerza: el acontecimiento teatral es cuerpo físico, presencia física, convivio, territorialidad a escala humana, zona de experiencia, cultura viviente, contagio, vivir con los otros en proximidad, duelo, resistencia al enlatado, pérdida, duelo, memoria, peligrosidad, salud, historia, subjetivación, otras formas de producción y de economía. Singularidades teatrales. Tesoro. Aprendamos de la restricción dónde está nuestra fuerza cultural y potenciémosla en todos los planos: pedagogía, políticas culturales, institucionalidad, etc. Y (ojalá nunca lo necesitemos) sepamos prever y organicémonos.
Jorge Dubatti es crítico e historiador teatral argentino, reside en Buenos Aires.
Profesor universitario,. Es Doctor (Área de Historia y Teoría del Arte) por la Universidad de Buenos Aires. Es Profesor Titular de Historia del Teatro Universal en la Carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es Director del Instituto de Artes del Espectáculo «Dr. Raúl H. Castagnino» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.