Juan Mitre – Una experiencia de transformación

No hay nada New age aquí, las ´transformaciones´ también implican a las experiencias de lo ominoso. Si somos serios debemos admitir que no se sabe de qué orden será esta transformación, pero algo está aconteciendo. Tal vez, un deseo a cierta distancia del Ideal pueda ayudarnos a soportar lo incierto, evitando –o disminuyendo– esas oscilaciones que van de la esperanza a la catástrofe.

 

I.

Ese notable ensayo freudiano llamado “Lo ominoso”1 puede servirnos de punto de partida. Allí Freud recorre ciertas lecturas que vinculan lo ominoso a la incertidumbre, condensadas en la frase: “lo ominoso sería siempre, en verdad, algo dentro de lo cual uno no se orienta”2. Pero agrega que no alcanza con esas conclusiones. Desde su perspectiva, lo ominoso se vincula a la amenaza de castración, a “un sentimiento particularmente intenso y oscuro”3, escribe. Ejemplifica con la figura del Hombre de la Arena del cuento de Hoffmann, donde lo ominoso implica ser despojado de los propios ojos. Es decir, no explica lo ominoso por la incertidumbre intelectual, sino por la posibilidad de ser despojado, por una pérdida real que concierne al cuerpo. Lo ominoso queda ligado a sentimientos de desvalimiento, a puntos de desamparo. Al respecto, se interroga sobre el papel del peligro en su génesis, señalando la importancia de distinguir entre lo ominoso que se vivencia y aquel otro que se representa o se lee. En esta extraña realidad llamada pandemia, no estamos leyendo un cuento ni siendo espectadores de una película de ciencia ficción: la estamos viviendo, allí su efecto inquietante. La incertidumbre se anuda a determinados fantasmas, algunos colectivos, otros singulares.

 

II.

Para hacer frente a la pandemia se acude a metáforas bélicas: enemigo invisible, trincheras, primera línea, etc. Sabemos del riesgo de esas metáforas por los desplazamientos de sentido que propician. Por ejemplo, cuando “el enemigo” se desplaza a las personas portadoras (o posibles portadoras) del virus. El miedo desencadena un sinfín de formas segregativas, muchas de ellas ridículas e insensatas, cuando no atroces y fascistas. También sabemos que el heroísmo sacrificial puede jugar allí su partida.

“La política es la continuación de la guerra por otros medios”4, señalaba Foucault invirtiendo la fórmula de Clausewitz. A su vez, se recuerda que la localización de “un enemigo” permite un grado de cohesión tal vez imposible de lograr de otra manera. Al menos, hay una pregunta para mí en este punto: ¿es posible lograr el nivel de cohesión social necesaria para afrontar una pandemia de semejante envergadura sin apelar a metáforas de ese tipo? ¿Qué otras metáforas son posibles de articular? ¿Qué invenciones discursivas son posibles?

Un pensamiento sobre lo común se impone. Un pensamiento del cuidado de sí y de los otros y de aquello que nos une. Un pensamiento en acto, solidario, comunal, poético, no superyoico y anudado al Estado.

 

III.

“La psiquiatría inglesa y la guerra”5 es un texto de Lacan de 1947. Allí elogia las experiencias de grupo de Bion y Rickmann durante y luego de la guerra. Señala que bajo la presión de la urgencia se organizó la acción. También, que en esas experiencias encuentra el milagro de los primeros pasos freudianos: “encontrar en el impasse como tal de una situación, la fuerza viva de la intervención”6. Tal vez, la crisis nos invite (es una invitación forzada) a innovar, a inventar formas y dispositivos nuevos: innovaciones a la altura de la pandemia.

Lacan señala que la psiquiatría ha servido para forjar el instrumento con que Inglaterra ha ganado la guerra, y que inversamente, la guerra ha transformado a la psiquiatría en Inglaterra. Ahora bien, si se nos permite la traspolación, y tomando distancia del significante guerra: ¿podrá el psicoanálisis anudarse a las prácticas de salud mental y así ayudar en el abordaje de la pandemia y sus efectos? ¿Transformará la pandemia el modo de ejercer el psicoanálisis? Notemos que la forma del mundo está cambiando. Señalemos, por ejemplo, que la pandemia resignifica la atención online o telefónica, una cosa era antes y otra ahora. El significante ´pandemia´ (o más bien su real) resignificó el estado de cosas. ¿Qué significa ´estar analista´ hoy? ¿Qué significa ´estar´ hoy? Me inclino por sostener que lo esencial es una posición. Una posición que no desconoce lo singular ni la coyuntura del mundo.

 

IV.

Es conocida esa advertencia de Lacan a raíz de lo que ha demostrado la guerra: “no es de una indocilidad demasiado grande de los individuos de donde vendrán los peligros del porvenir humano. Está claro desde entonces que los oscuros poderes del superyó se coligan con los más cobardes abandonos de la conciencia…”7. Entiendo que así nos advierte sobre los peligros de la docilidad, como también sobre la cobardía que implica abandonar el pensamiento crítico. Por lo tanto, y en nuestra actualidad, los peligros se encuentran en la docilidad al imperativo insensato de la voz del mercado. Por esto mismo, concibo a la cuarentena impuesta por el Estado como un acto indócil, como un acto indócil a los imperativos mortíferos del mundo empresa. Es decir, como un acto ético que le dice no al imperativo de concebir la vida humana como pura mercancía que no puede dejar de circular. En otras palabras, se trata de un acto discursivo que desidentifica la vida de su forma mercancía, que posibilita el pasaje de ´consumidores consumidos´ y de ´emprendedores desquiciados´ a ciudadanos responsables. Por supuesto que allí, como siempre, estará también en juego un consentimiento singular.

 

V.

No hay dudas de la necesidad de protocolos claros en este momento. Dibujan un mundo transitable luego de su desvanecimiento. Permiten cuidados concretos y transmiten seguridad. Sin ellos, nada es posible. Pero no alcanza con ellos, además es necesaria la potencia del gesto. Derrida8 señala que la hospitalidad se ofrece o no se ofrece, se da o no se da y eso no es protocolizable. El lugar del que se trata en la hospitalidad no pertenece ni al anfitrión ni al invitado, sino al gesto. Hay gestos que alojan e inventan lugares.

 

 Juan Mitre, es psicoanalista, reside en Buenos Aires.

Miembro de la EOL y de la AMP. Lic. en psicología (UBA). Instructor de residentes en el Hospital Manuel Belgrano. Autor de los libros: La adolescencia: esa edad decisiva y El analista y lo social (Grama ediciones).

 

Notas Blbliográficas:

1 Freud, S., “Lo ominoso” en Obras completas, tomo XVII, Amorrortu.

2 Ibíd., p. 221.

3 Ibíd., p. 231.

4 Foucault, M., Defender la sociedad, Fondo de Cultura económica, 2000, p. 29.

5 Lacan, J., “La psiquiatría inglesa y la guerra”, Otros escritos, Paidós., 2012.

6 Ibíd., p.119.

7 Ibíd., p.131.

8 Derrida, J., y Dufourmantelle, A., La hospitalidad, Ediciones de la Flor, 2000.

 

 

¡HAZ CLICK Y COMPARTE!