Kulturarbeit, la potencia del trabajo
Preguntas a Miriam Wlosko
Por: Myriam Soae

¿Por qué asomarnos a este eje fundamental en el estudio del sujeto contemporáneo está tan lejos de las perspectivas de la indagación psicoanalítica? Para introducirnos a este intercambio es necesario volver a situar al trabajo como un núcleo central dentro de la economía libidinal tal como Freud la presenta en El malestar en la cultura: “Ninguna otra técnica de orientación vital liga al individuo tan fuertemente a la realidad como la acentuación del trabajo, que por lo menos incorpora sólidamente a una parte de la realidad, a la comunidad humana. La posibilidad de desplazar al trabajo y a las relaciones humanas con él vinculadas una parte muy considerable de los componentes narcisistas, agresivos y aún eróticos de la libido, confiere a aquellas actividades un valor que nada cede en importancia al que tienen como condiciones imprescindibles para mantener y justificar la existencia social”

Miriam Wlosko es Psicóloga, Docente, investigadora y Coordinadora del Programa de Salud, subjetividad y trabajo de la Universidad Nacional de Lanús. En esta entrevista  nos presenta las transformaciones en las relaciones del sujeto contemporáneo con el trabajo, atravesadas por la precariedad laboral, el empuje al emprendedurismo y  las identificaciones forjadas por las lógicas corporativas.

  1. Dentro de las perspectivas actuales en el área que Ud. investiga, ¿hay una reformulación de la noción clásica de trabajo?

En un primer plano, más que de una reformulación de la noción de trabajo ‒que fue hegemonizada por los discursos de la economía y la sociología‒, se trata de retomar  la idea freudiana de que el psicoanálisis lejos de  reducirse a  una “psicopatología”,  tiene algo que decir  acerca de la vida normal y corriente de las personas,  respecto del  modo que tienen los sujetos individuales y colectivos de transitar los avatares de su existencia cotidiana entre los que se encuentra claramente el trabajo. Por tanto, la apuesta, en primer lugar, es la de pensar las relaciones que pueden tejerse entre psiquismo, subjetividad y trabajo.

Para poder hacerlo, es preciso rever la noción de trabajo “clásica” –patriarcal– e incorporar la división social y sexual del trabajo. Esto  implica una ruptura teórica y epistemológica respecto del enfoque tradicional de los estudios del trabajo, que se forjaron a la luz de la figura arquetípica del “obrero macho blanco de la gran empresa industrial”, paradigma falsamente universal, que invisibilizó el trabajo de las mujeres y de gran cantidad de poblaciones de trabajadores y trabajadoras precarizadas, relegándolos a las sombras. Es necesario, entonces, revisar esta figura falsamente  arquetípica y colonizada del trabajador referenciada en la figura masculina del asalariado a tiempo completo y con contrato indeterminado, cosa que además, existió poco o casi nada en nuestros países.

  1. ¿Podría comentarnos qué tópicos se toman en cuenta para repensar las relaciones laborales y la conformación subjetiva del trabajador en la actualidad?

La cuestión del  trabajo ha sido abordada por el psicoanálisis en relación con la capacidad de trabajar y amar como criterios de alguna salud posible. A su vez, Freud no dejó de hacer referencias al trabajo en el sentido del arbeit o trabajo del psiquismo (trabajo del sueño, trabajo de duelo, el trabajo de la cultura, trabajo de la pulsión, etc.); así como de la posibilidad sublimatoria existente en algunos sujetos en ciertas situaciones de trabajo. No obstante, me parece que en términos más generales, la cuestión ha sido asumida como una suerte de “telón de fondo”, como contexto disparador de lo ya establecido y operante a nivel del psiquismo. De este modo se le ha «regalado» la cuestión del trabajo y sus relaciones con el psiquismo y la subjetividad a la sociología, vacancia que a mi criterio dejó y deja vía libre a las psicologías «laborales» vinculadas a la gestión del estrés, así como a diversas modalidades de intervención de las psicologías de los recursos humanos, por no mencionar a esa nueva casta de especialistas que son los coachers y councelors.

Entonces, se trata de interrogarse por el lugar que ocupa el trabajo en relación con la génesis y la estructuración del psiquismo y de los lazos sociales.

Podríamos plantear el siguiente interrogante: ¿Es posible revisar los modos de concebir al trabajo y al trabajar, ya no como meros «disparadores» sino como elementos estructurantes del psiquismo individual y de los vínculos sociales?

Esta pregunta supone de entrada, no sólo una cierta teoría del psiquismo y una conceptualización específica del trabajo, sino también un modo de articulación entre ambos.

Para pensar esta articulación me apoyo en la Psicodinámica del Trabajo, perspectiva teórica y clínica que se propone investigar e intervenir clínicamente en torno de los procesos subjetivos e intersubjetivos movilizados por las situaciones de trabajo. Creada hacia los años 1980 por el psicoanalista francés Christophe Dejours, parte de la idea de que el trabajo constituye el escenario privilegiado de la mediación entre el campo social y la economía psíquica.

En su obra Trabajo Vivo  Dejours (2012, 2013) plantea la tesis de la doble centralidad del trabajo: centralidad de la sexualidad y centralidad política del trabajo. La primera implica posicionarse en relación al psiquismo, concibiendo un sujeto psíquico escindido, sexuado y por tanto, deseante; mientras que la tesis de la centralidad política asume que el trabajo posee un papel crucial en la elaboración de las relaciones de civilidad (Kultur) en la medida en que permite conjurar las derivas violentas y posibilita a los individuos vivir y actuar juntos.

El trabajo es por tanto  concebido como una actividad que tiene un lugar relevante no solo en la construcción del psiquismo (juega un rol central en la construcción de diversas habilidades o “competencias”), sino también por su papel en la construcción de vínculos. El trabajar tiene una potencia que no ha sido lo suficientemente apreciada: la de ser un operador central de las relaciones entre los seres humanos. En lo que se refiere a la dimensión singular, el trabajo constituye una oportunidad fundamental para enriquecer la subjetividad, y ‒vale subrayarlo‒ no sólo se limita a cumplir un papel de mero exutorio u oportunidad de descarga de la excitación.

Pero ¿qué se entiende por trabajo? En primer lugar es preciso distinguir al trabajo del empleo: el trabajo excede al empleo, hay trabajo aunque no haya relación contractual asalariada (valga como ejemplo el trabajo doméstico no remunerado, que por cierto, es trabajo).

En segundo lugar, el trabajo es una actividad que no puede ser entendida como mera producción (poiesis): para que alguien pueda trabajar, para que sea posible realizar  la actividad, y más aún, para que el trabajo esté “bien hecho”, es condición sine qua non llevar a cabo un trabajo de elaboración psíquica: no hay producción sin trabajo de elaboración psíquica, sin arbeit. Poiesis y arbeit son indisociables (Dejours, 2012, 2013).

En tercer lugar: no existe el trabajo solitario, aunque uno trabaje físicamente solo. Un enfoque que se limite a indagar la relación entre trabajo y sujeto singular no alcanza  para capturar las dimensiones subjetivas que están  en juego. Es indispensable sumar la esfera de la cooperación en y por el trabajo. En primer lugar porque el trabajo ‒siguiendo la idea freudiana de la Kulturarbeit‒ puede tener una potencia pacificadora fundamental: los lazos construidos en su seno logran de algún modo conjurar las derivas de la economía libidinal, haciendo posible la coexistencia de los egoísmos e intereses individuales (Dejours, 2013).

Es mediante la construcción de lazos de cooperación regulados por un hacer deóntico ‒esto es, por la construcción de modos de hacer en y por el trabajo y de normas de convivencia comunes‒ que es posible la constitución de lazos. Estos no sólo tienen relación con un hacer instrumental o con la eficacia sino también, y fundamentalmente, con la creación de normas de convivencia, de la vida en común que se genera en y por el trabajo. Y son estas normas las que posibilitarían la morigeración del goce limitando las derivas violentas (Wlosko 2019). Por tanto, aunque el trabajo siempre está inserto en relaciones sociales, que son siempre relaciones sociales de dominación, posee una potencia política no desdeñable referida a construcción subjetiva y a la construcción de lo común.

¿Cuáles son los procesos de elaboración psíquica que permiten o que impiden trabajar? ¿Qué dinámicas posibilitan o inhiben la cooperación en y por el trabajo? He aquí algunas de las preguntas que tal vez puedan ser fructíferas para pensar lo que acontece con el trabajo a nivel del sujeto individual y del colectivo.

  1. ¿Cuáles considera son las mutaciones actuales en relación con el trabajo como impacto del neoliberalismo?

Si, como dije anteriormente, la constitución de lazos es un elemento central de la cooperación en y por el trabajo, la problemática de la desestructuración de los lazos, es por lo mismo, una cuestión crucial para analizar la relación entre psiquismo, subjetividad y trabajo en las sociedades neoliberales contemporáneas. El neoliberalismo como formación histórica del capitalismo, lejos de ser una ideología económica o política, constituye un cambio radical en el “arte de gobernar” (Foucault), es decir, constituye: un régimen específico que instaura un conjunto de saberes, tecnologías, creencias y prácticas, que atraviesan al mundo del trabajo, a los colectivos y a los individuos.

En este punto es necesario señalar que no basta con hablar de neoliberalismo en términos generales. No hay relación lineal entre estructuras sociales y psiquismo. Apelar al neoliberalismo en bloque, no sirve y es complejo por varios motivos, incluidos los políticos. Por lo tanto, es preciso indagar las maneras específicas que asume este modo de gobierno en los diversos mundos del trabajo, las maneras mediante las que  se inocula, se produce, reproduce, se secreta y es  apropiado por los sujetos individuales y colectivos.

Si el trabajo es uno de los espacios centrales de la mediación entre el campo social y el psiquismo, es por lo mismo, uno de los escenarios privilegiados para pensar los modos en que opera la racionalidad neoliberal. Hay básicamente dos mecanismos centrales que permiten bosquejar el modo en que dicha racionalidad opera: la individualización y la responsabilización (Wlosko, 2019, 2017, 2014). La individualización (de las modalidades de contratación y de evaluación, del control de la producción, del salario y de la carrera, etc.) es un mecanismo que no sólo hizo añicos las categorías de oficios y fragmentó a los colectivos de trabajo, sino que funciona como un potente dispositivo de recodificación de los conflictos sociales, por lo que estos terminan siendo declinados en clave personal o interpersonal, o etiquetados como conflictos psicológico – comportamentales, como si fuesen ajenos a toda forma de enfrentamiento de intereses colectivos, materiales y concretos (Wlosko, 2015). En lo que se refiere a la responsabilización por el propio destino -característica central del emprendedor meritocrático asumido como empresario de sí-  se  trata de un mecanismo que apela a un individuo que siempre debe ser capaz de desplegar una disposición e iniciativa continuas, y poner en práctica habilidades sociales, emocionales y afectivas (trabajar en equipo, ser polivalente e invertir en su constante actualización) para estar “a la altura” de las cambiantes circunstancias laborales a fin de  poder  acrecentar su empleabilidad. Se trata de conjurar el peligro de ser  expulsado del empleo que acecha a todos y a cada uno. La responsabilización –contracara del discurso paradójico de la autonomía propio de la racionalidad neoliberal‒ es un mecanismo de inscripción subjetiva de la dominación que está en el origen de la exigencia generalizada de implicación de los individuos (Wlosko, 2015).

Los modos que asume la racionalidad neoliberal en y por el trabajo tal vez permitan arrojar luz sobre los modos de padecimiento subjetivo. Una vez instalada la lógica de la evaluación individualizada del rendimiento y de la evaluación por resultados, cada individuo se ve arrojado a una lógica cuantrofrénica, ilimitada, que lo enfrenta no sólo a los demás como posibles competidores, sino a sí mismo, cuestionando su posibilidad de “estar a la altura”.

Se hace difícil comprender el padecimiento subjetivo sin vincularlo con las diversas modalidades de coerción superyoica, las que, sin duda, se anudan a modos específicos de ser y estar en el trabajo. Cuando digo que para indagar el impacto subjetivo del neoliberalismo es preciso tomar como mediación al trabajo, me refiero a que los sujetos modulan su subjetividad en y por el trabajo, y que las modalidades de gestión ‒el management‒ tiene un carácter activo  en la construcción que los sujetos hacen de sí mismos. El management es una tecnología de producción-comunicación-poder que combina obligaciones heteroimpuestas con obligaciones auto-impuestas, modulando modos de saber-hacer y saber-ser en el trabajo. Como dicen  Laval y Dardot (2013), el gran logro de la racionalidad neoliberal ha sido el de hacer del “gobierno de sí” el punto de aplicación y el objetivo del gobierno de los otros. En palabras de Jorge Alemán: la  innovación de la tecnología neoliberal de dominación es haber logrado que coincida el objetivo de rendimiento impuesto con el propio deseo de ser exitoso (Alemán, 2016).

Infinidad de estudios dan cuenta de las enfermedades y  padecimientos que genera el dispositivo de racionalidad neoliberal en el trabajo. Estos se expresan, por una parte, por cuadros vinculados con la sobrecarga de trabajo (y toda la gama de trastornos asociados a ésta), y por otra en la irrupción de cuadros ansioso-depresivos así como por diversas modalidades de violencias hetero y autoinflingidas (Wlosko, 2015).

Una de las cuestiones a señalar, es el impacto que esto tiene en los lazos afectivos de los sujetos, tanto dentro como fuera del trabajo. Al salir del trabajo, al  parar de trabajar y sacarnos el traje o el casco no nos liberamos de las modalidades defensivas, las inhibiciones y las angustias. Si el trabajo y el trabajar se escucha como mero contexto o telón de fondo, no solo se regala la cuestión a la sociología, sino que se ratifica una posición  que  naturaliza aquello que de ningún modo puede serlo: que la producción de subjetividades  “acontece” sólo en el seno de la familia (Sicorsky, 2020).

  1. ¿Se pueden pensar quiebres en estas lógicas de dominación que habiliten reestructuraciones profundas? O sea, ¿qué salidas hay a esta situación?

La pandemia ha tensado los hilos, por varios motivos. En primer lugar porque se ha agudizado la crisis económica mundial. Si el empleo ya era un recurso escaso a nivel global, a partir de la irrupción de la pandemia se estima que habrá –ya hay– un aumento exponencial de la desocupación y la precarización en todo el mundo, y sobre todo en América Latina (OIT, 2020).

En este panorama, quienes  poseen empleo constituyen seres privilegiados que, sin embargo, padecen las consecuencias de la intensificación del trabajo, la evaluación individualizada del desempeño y el sometimiento a diversas modalidades de gestión que desestabilizan la subjetividad, desarticulan la posibilidad de cooperación e “invitan” a ejercer una crueldad instituida por las prácticas manageriales. Mientras tanto, para las grandes mayorías el trabajo sigue siendo una obligación penosa que supone entrega de tiempo, salud y vida para con fines de reproducción de la vida, es decir, para la mera sobrevivencia. Solo una porción escogida de personas podemos aspirar al desarrollo de la subjetividad mediante el trabajo y, eventualmente, al despliegue de la vía sublimatoria (Wlosko, 2020). Quienes no son precarios, son precarizables, y quienes son precarizables, temen (Ibid),

Por lo tanto, creo que la pandemia ha venido a reforzar la estrategia de fabricación de precarios que ya era parte de la dinámica del capitalismo en su fase neoliberal. Esta supone un modo de gobierno que apela al uso sistemático de la inseguridad y del miedo (Lorey, 2016). El neoliberalismo produce una clase creciente de individuos que no solo están amenazados por el desempleo, la pobreza o la injusticia, sino que simplemente están ‘de más’: son seres desechables, son los “nadies” de los que habla el poeta E. Galeano. Y claramente, esta estrategia no solo supone modificaciones de  la estructura ocupacional o modificaciones regresivas de los derechos laborales, sino  que, por sobre todo, requiere de la modulación subjetiva de individuos y colectivos (Wlosko, 2020).

¿Qué alternativas pueden ser barajadas frente a este panorama cuando la precarización no solo del empleo, sino de la vida en general, se impone como modelo normalizado de existencia para millones de personas? ¿Cómo pensar la emergencia de sujetos políticos en un escenario en el que no existe nada al margen de la empresa-mundo? ¿De qué formas las experiencias subjetivas individuales y colectivas de lo precario como modo de existencia normalizado, pueden ser consideradas para pensar un sujeto político orientado hacia la creación de lo nuevo en estos escenarios? ¿Es posible seguir sosteniendo la centralidad política del trabajo y su posible función civilizatoria (Kulturarbeit) en los escenarios descriptos? Y si es así, ¿de qué maneras?

Muchas gracias Myriam por este intercambio esclarecedor que relanza a nuevos interrogantes.

 

Bibliografía:

Alemán, Jorge (2016) Horizontes neoliberales de la subjetividad. Ed. Grama, Buenos Aires.

Dejours, Christophe:

2012: Trabajo Vivo, Tomo I: “Sexualidad y Trabajo”, Ed. Topia, Buenos Aires, 2012.

2013: Trabajo Vivo, Tomo 2: “Trabajo y Emancipación” Ed. Topia, Buenos Aires, 20132012

Laval, Christian y Pierre Dardot (2013), La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, Barcelona, Gedisa.

Lorey Isabel (2016) Estado de inseguridad. Gobernar la precariedad, Ed. Traficantes de Sueños, Madrid.

OIT- Organización internacional del Trabajo (2020): Panorama Laboral en tiempos de la COVID-19: Impactos en el mercado de trabajo y los ingresos en América Latina y el Caribe. Julio 2020. Disponible en https://www.ilo.org/americas/publicaciones/WCMS_749659/lang–es/index.htm. Consultado 7-12-2020

Sicorsky, Alejandro (2020) conversación personal

Wlosko, Miriam:

2014: Malestar y sufrimiento en el trabajo: el frágil equilibrio. En: Stecher, A. & Godoy, L. (Eds.) Transformaciones del Trabajo, Subjetividad e identidades. Lecturas Psicosociales desde Chile y América Latina. Ril Editores, Santiago de Chile. ISBN 978-956-01-0087-0 (392 págs.) (Págs. 343 a 367)

2015: Clínica de los procesos subjetivos en relación al trabajo: el abordaje de la Psicodinámica del Trabajo. En Revista VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2015, Vol. XXVI, N 124, Nov/Dic 2015, (págs.: 417-426).

2017: Métodos de organización del trabajo, racionalidad neoliberal y salud mental En Revista Salud Mental y Comunidad, Año 4, Nº 4 – Agosto de 2017 Sección Debates. Universidad Nacional de Lanús. ISSN Formato Impreso: 2250-5768 – ISSN Formato En línea: 2250-6713. (Págs 95-99) ISSN. http://www.unla.edu.ar/index.php/salud-mental-y-comunidad-numeros-publicados

2019: Introducción. En: El trabajo: entre el placer y el sufrimiento. Aportes desde la Psicodinámica del Trabajo. Miriam Wlosko y Cecilia Ros (compiladoras y coordinadoras) Universidad Nacional de Lanús, Ediciones de la UNLa. 261 Págs ISBN: 978-987-4937-22-3 (Págs 25-51) Disponible en http://www.repositoriojmr.unla.edu.ar/descarga/MON/Wlosko_M_y_Ros_C_Trabajo_2019.pdf o  DOI https://www.doi.org/10.18294/rdi.2019.176525

2020: Wlosko, M. (2020). Lo precario como modelo normalizado. Ideas e interrogantes. Travailler, 44(2), 129-145. https://doi.org/10.3917/trav.044.0129

 

 

 

 

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