¿Qué es una democracia?
Definimos la democracia por la elección del gobierno por parte de los ciudadanos mediante el sistema de sufragio universal. La caracterizamos por la división de tres poderes: ejecutivo, legislativo, judicial, en el que no prima ninguno por encima de los otros. Agreguemos a ello que la versión de lo que valoramos por tal es la concepción europea de esta: la democracia liberal, que puede ser presidencialista o parlamentaria. Este sistema se opone a otros modos que surgieron en Europa, como son las monarquías o los totalitarismos, en los que una cabeza única tenía el poder sobre todo, incluso, la vida y la muerte.
América Latina, en cambio, dio a luz otra forma de democracia: también sostenida en la división de poderes, pero exclusivamente presidencialista. Y para nada liberal, sino popular. En esta forma, la importancia de la figura del líder es indiscutible, como así, el rol fundamental que se le hace cumplir al Estado –dos puntos muy cuestionados por la democracia liberal.
Ello no dio por resultado regímenes totalitaristas y autoritarios, por el contrario, dio como resultado, regímenes progresistas, que, en general, han tenido en su mira la industralización, la defensa de la soberanía, tanto territorial como de recursos naturales, la independencia económica, el reconocimiento de derechos más igualitariamente distribuidos, tanto en el plano legal como en el económico.
El uso de la noción de pueblo en lugar de la de ciudadano, es otro elemento a tener en cuenta en esta diversa forma de democracia que es la latinoamericana. Con ella se busca incluir a quienes suelen estar excluidos de la categoría de ciudadano: los pueblos originarios, los negros o los mestizos. En algunos lugares, como por ejemplo, Buenos Aires, existe la creencia por parte de los descendientes de europeos (inclusos ya mestizados) de ser europeos y no latinoamericanos. El concepto de ciudadano, entonces, en América Latina, toma la forma de una oposición a la de aquellos de piel trigueña.
Siendo esta la base de la democracia latinoamericana, cada país pudo en cada momento, acercarse más o menos a este estado democrático. Esto es estructuralmente así. Pero, además, se ha sumado el hecho de que, sistemáticamente, América Latina fue asediada por las ideas neoliberales de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, encarnadas en la injerencia de Estados Unidos en la región, que primero dio golpes de estado, luego golpes blandos, en algunos casos sospechas de intentos de asesinatos de líderes opositores.
Democracias
Es fundamental comprender que uno puede tener una ideología más acorde a una o a otra, pero ambas son formas democráticas, aunque en la segunda prime la figura del líder y en la primera, no. Es decir, que es importante introducir a la discusión la idea de que no hay un único modo de ejercicio de la democracia, aunque la definamos siempre según ciertos parámetros únicos e indiscutibles. Es útil pensar que hay versiones de la democracia, puesto que la democracia, en sí misma, en su versión ideal, no existe; lo que existen son democracias.
En este texto voy a proponer elementos para pensar tanto diversos modos de liderazgo como diversos modos de ejercicio de la democracia.
Modos de democracia. Tipos de líder.
Avanzo en este texto continuando las proposiciones planteadas en un artículo anterior1, en el que desmenuzaba la posibilidad de discernir distintos modos de encarnar un liderazgo político, a partir de la lectura del artículo escrito por Sigmund Freud en 1921, “Psicología de las masas y análisis del yo”, y de ciertos desarrollos planteados por Eric Laurent. Me interesa puntualizar las características de lo que llamé “líder-nombre”.
Siguiendo esta lógica, y después de haber descripto en qué consiste un “líder-nombre” propongo ver si es posible articular esta forma de liderazgo a la idea de “democracias”, en plural, y medir con ella a los líderes que en política son denominados “populares” o “progresistas” y que debemos distinguir de los líderes “populistas” (en otro artículo he trabajado la diferencia2). Lo que me lleva a investigar sobre el tema es la constatación de que, en América Latina, los únicos gobiernos que se han opuesto al avance del neoliberalismo (la financierización de la economía, el avance del poder de los monopolios y oligopolios, el uso del Estado para el gobierno en favor de los ricos (oligarquía), la pérdida de nacionalización y soberanía, entre otros aspectos) han sido los de carácter “popular”.
La pregunta que subyace es qué tipo de democracia promueven éstos, habida cuenta de que no es la liberal. Descartamos de plano la posibilidad de hablar de una democracia neoliberal, ya que, en los gobiernos de este tinte, la democracia es solo un término-fachada3.
Con esa orientación, señalaré ciertas condiciones que, con la ayuda del psicoanálisis, podemos cernir como indispensables para un “estado democrático”. Propongo que los líderes populares, cada uno a su manera, tocan en ciertos puntos este estado democrático –sosteniendo que, por condición lógica, encarnan su función no-todo completamente; es decir que en ellos, la singularidad (el estilo) está tan puesta en juego, que para cada uno, algo queda contingentemente en la dimensión lógica de lo imposible.
Ahora bien, el estilo no dará el tipo de liderazgo (ideal, superyó, nombre), sino el modo particular de ejercerlo, o, más bien, de enfrentar los intereses neoliberales (porque si queremos hacer un análisis profundo, debemos distinguir entre ‘oposición partidaria’ e ‘intereses de poder’, ya que son dos fuerzas diferentes y ambas participan –a veces, entremezcladas– del entramado en juego).
Para conceptualizar el tipo de conducción política que se ejerce, es necesario ubicar la posición del conductor en relación a tres variables –a mi entender– indispensables para elucidar una masa política. El modo de entrecruzamiento de las tres dará por resultado, o no, la condición fundamental señalada por Eric Laurent: “La política implica inventar límites que giren alrededor de la búsqueda de algo que permitiría hacer cesar este empuje que aparece de manera tan destructiva, tan superyoica.”4
Las variables a tener en cuenta son: el tipo de lazo que se establece entre el líder y la masa, su posición en relación a la distribución de recursos y qué tratamiento de lo diferente promueve. Lacan nos aporta elementos teóricos para pensar cada una: las formas del Uno, el objeto a y el no-todo5.
En cuanto al tipo de lazo, ya hemos explicado en qué sentido entendemos que estos líderes son lo que Laurent establece como un líder-nombre, que es aquel que entabla con su grupo un lazo del orden, no del amor, ni del temor, sino de la confianza. La “confianza inédita en un nombre” implica un amor que no es enamoramiento (que es lo que Freud señala que se pone en juego en la masa que toma a una figura como ideal del yo). “Decir ‘en un nombre’ es, precisamente, hacer una hipótesis, que es que no se deposita en la libido del que ocupa con su nombre este vacío. Es toda la apuesta con la cual se puede interrogar Psicología de las masas: si es verdad o no que se puede depositar la confianza en un nombre sin que el proceso descripto por Freud se ponga en marcha, la consolidación de este nombre con la libido pulsional depositada en el vacío para hacer tapón”6. Confianza es pacto. La confianza solo se gana, después; en el inicio solo hay una apuesta y, en algunos casos, ni siquiera eso. La atención de la masa solo es captada en la medida en que él empieza a sorprender, mostrando lo que Lacan denomina una capacidad de impactar (épater). Sería el modo de producir un nuevo amor. José Vidal lo plantea así, “se puede decir que lo que el psicoanálisis viene a decir respecto a la política es que hay que proponer lo contingente del nuevo amor, no como una romántica salida, sino como una decidida disposición a lo contingente del encuentro que se oponga con firmeza a la necesariedad del consumo, de la versión capitalista del superyó, al “un poco más de satisfacción”.”7 ¿Qué produce ese efecto? Lo que podríamos llamar la eficacia de un decir; o sea, el hecho de que sus palabras, sus promesas, no se diluyen en la nada. Hubo, por ejemplo, un presidente que inició su mandato diciendo “no vine hasta aquí para dejar mis convicciones en la puerta”. Cumplió; y devino líder a partir de ello, y no antes.
Pero esto aún no es suficiente para determinar que se trate de un líder-nombre. Para ello es esencial ver el respeto por la dimensión subjetiva, tanto de sus seguidores como de los que no lo son. Esto es, cómo pone en juego el plus de goce (la plusvalía) y qué tratamiento hace de lo diverso en todas sus formas (respecto de lo que no es el grupo, respecto de lo que es diverso dentro del grupo, de lo que es diverso en la sociedad, en las relaciones internacionales, en lo que es diferente en el mismo líder).
El plus de goce es lo que se presenta como distribución de la riqueza (por oposición a la concentración de la riqueza), pero también del establecimiento y respeto por los derechos. Es la construcción de un estado de bienestar que no consiste en la distribución de la riqueza a todos por igual –un líder-nombre no busca la desaparición de clases y el advenimiento del proletariado– sino de una distribución que asegure que los derechos básicos se otorguen a todos. Hay que señalar que el estado de democracia requiere del estado de bienestar, pero no entendemos por eso la pretensión de “una garantía de distribución igualitaria del goce”8, sino que lo pensamos como una distribución de modo tal que todos tengan acceso al goce, que no es lo mismo. Como señala Leserre, en el Editorial de este número: la diferencia no es equivalente a la desigualdad. No se trata de la anulación de clases haciendo que todos seamos iguales sino, justamente de lo contrario; se trata de sostener la excepción (por oposición al ‘todos iguales’): se trata de hacer entrar en la cuenta a aquel que no contaba.
En cuanto al tratamiento de lo diverso (lo hétero, en el sentido de lo que siempre es otro, es diferente: sea que se trate de razas, sexualidades, posiciones políticas, etc.) es esencialmente lo que no se sirve del Uno (líder) para hacer lazo social. Supone, por ende, una soledad radical. Líder-nombre es aquel que es capaz de admitir y respetar lo diverso exterior al grupo, pero también al interior del mismo. Es decir que es capaz no solo de incluir la soledad, sino de hacer con ella. No es otra cosa que eso el inventar cada vez un límite diferente. Laurent lo dice en estos términos: “Esta soledad de cada uno es también un efecto de la caída del patriarcado. (…) Nos encontramos en la soledad de la invención compartida.”9
Entonces, estos tres aspectos demostrarán la capacidad que el líder tenga para poner un límite a lo que se presenta como exceso. Capacidad de invención –que es una y otra vez– de nuevos límites para ese exceso que, en esta época, es constante y en todos los ámbitos. Exceso que Mónica Peralta Ramos sintetiza bien: “las consecuencias mundiales del desarrollo de un capitalismo global monopólico, que en su afán por maximizar ganancias concentra la riqueza y el poder y destruye el medio ambiente a niveles inéditos en la historia de la humanidad. Esta forma de organización social, basada en la utilización extensiva e intensiva de recursos naturales no renovables en vías de extinción, fogonea la militarización de conflictos geopolíticos y pone en peligro la existencia de la humanidad en el planeta.”10 Invención que es de cada líder, uno por uno, cada vez, en su diferencia, y en la diferencia propia y específica de cada país. En palabras de Laurent: “un líder populista que funciona de la buena manera y permite hacer soportar estos movimientos de goce11 y de odio y canalizarlos de una manera que no sea destructiva para no llegar a la desfachatez de la pura represión brutal y mortal.”12
Así, la noción de líder-nombre nos da una herramienta teórica para analizar la época y orientarnos respecto de la vía de salida para las devastadoras consecuencias subjetivas del neoliberalismo.
Democracias y democracia
Ahora bien, porque estos líderes encarnan esta posición es que son difícilmente sustituibles. Y en el momento en que esto sucede (que deberían ceder su lugar a un sucesor y esto no es posible porque no hay otro que encarne esa capacidad de impactar) la democracia tal como la definimos hasta ahora, deja de funcionar, porque se requeriría que el líder se perpetúe; pero, a su vez, esto no es acorde a los valores democráticos tal como se los suele entender. Este problema nos deja ante una pregunta: ¿eso hace cuestionable al líder, a la democracia?, ¿abonaría a la lectura de que estos líderes son autoritarios, totalitaristas y antidemocráticos? Lo dudo; más bien estas acusaciones parecen ser las herramientas que se usan para sugerir esa posibilidad y por esta vía, terminar quitándole poder y derechos al pueblo. Las elecciones en Bolivia, del año pasado parecen dar habida cuenta de ello, dado que luego de haber sido elegido, se lo acusó de fraude, para que finalmente los organismos internacionales terminaran reconociendo que no lo había habido13. Pero, mientras tanto, ya Bolivia, había sido tomada por un golpe de estado, dejando un tendal de heridos y muertos en su transcurso14.
Marcela Ana Negro es psicoanalista, reside en Buenos Aires.
Doctora en Psicología, Magister en Psicoanálisis, Diplomada del ICdeBA, miembro de EOL-AMP, directora editorial de La libertad de pluma.
Notas:
1 Negro, M., “Los movimientos populares y sus líderes” (Parte I), en La libertad de pluma N° 8, Año 2, septiembre de 2019, http://lalibertaddepluma.com/marcela-ana-negro-los-movimientos-populares-y-sus-lideres/
2 Ibíd.
3 Leserre, A., La hidra neoliberal, Grama, Buenos Aires, 2019.
4 Laurent, E., “La política en el cuerpo y en la psiquis”, https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/eric-laurent-politica-cuerpo-psiquis_0_6jcUXW9l.html
5 Negro, M. A., “Un análisis de las masas a partir de las modalidades del Uno, el objeto a y el no-todo”, Blog AMP (próxima aparición).
6 Laurent, E., “¿Un nuevo amor para el siglo?”, El Caldero de la Escuela N° 18, EOL, 2012, p. 2.
7 Vidal, J., “El nuevo amor, una respuesta política”, https://lacanparaafuera.blogspot.com/2012/09/el-nuevo-amor-una-respuesta-politica.html
8 Laurent, E., “El modelo y la excepción”, en Síntoma y nominación, Atuel, Buenos Aires, 1998.
9 Laurent, E., “La política en el cuerpo y la psiquis”, op. cit.
10 Peralta Ramos, M., “El FMI y el populismo”, en El cohete a la luna, www.elcohetealaluna.com/el-fmi-y-el-populismo/
11 El goce en términos de pura pulsión de muerte y no en términos de plus de goce.
12 Laurent, E., “La política en el cuerpo y la psiquis”, op. cit.
14 Un boliviano residente en Argentina leía lo sucedido de este modo: “ya no hay más Bolivia, ahora son dos Bolivias, la de los ricos y la de los pobres”.