Marcelo Ale – ¿Qué intervenciones podemos tener los analistas en el lazo social?

¿Una paradoja a develar?

 

Si bien la interpretación analítica apunta a desconectar al significante del significado, esto es a producir nuevos efectos de significación, también se dirige a la relación del sujeto con su modo de gozar, es decir, con la satisfacción pulsional.

 Es esta segunda acepción la que puede producir una verdadera mutación subjetiva, ya que la primera si bien provoca nuevos efectos de significación en los registros simbólico/imaginario, no necesariamente impacta en la relación del sujeto con la satisfacción pulsional real.

Esta segunda acepción está acentuada en la convocatoria al dossier de presentación de la Revista de Psicología, en el párrafo escrito por Stella López en el que se lee: “La operación analítica se sitúa a nivel del goce. Además de esta advertencia de Freud, se rescata otra según la cual previene a los analistas de no volverse fanático de la salud cuando el sujeto ha conquistado con su manera de gozar un lugar en el lazo social”1. Queda delimitada así “la ganancia primaria y secundaria del síntoma, su aspecto social, compuesto más por su satisfacción que por su sentido. Es constatable que existe una tensión entre el discurso analítico apoyado en la singularidad del síntoma y el discurso del amo”2. Continúa afirmando: “la psicología de masas freudiana sigue vigente, cómo cambian los regímenes identificatorios, su organización, qué ocurre con la función del líder, cómo se manifiesta en esta época la pulsión de muerte en los lazos identificatorios, cómo situar las nuevas segregaciones, entre otros temas posibles”3.

Para comenzar a desarrollar el tema, algunas preguntas: ¿Cómo se manifiesta hoy esa psicología de masas y “El malestar en la cultura? ¿Cómo definimos el lazo social? ¿Es diferente de lo social? ¿Qué lo ordena? ¿La referencia a un significante amo? ¿La identificación a un modo de gozar que haga comunidad?

 Las respuestas que podamos dar a estos interrogantes definirán el modo de intervención que los analistas tengamos en el lazo social.

Con aquellas dos acepciones de la interpretación, tenemos así presentes el sentido y el goce en el síntoma, ese goce que a partir de la última cita, lejos de ser algo de lo que habría que operar al sujeto extirpándoselo, opera como lo que ordena su manera de vivir=gozar en el lazo social.

Tenemos el goce en el síntoma, que es lo que pretende transformar la interpretación, que al mismo tiempo funciona ordenando a cada uno, la manera de gozar en el lazo social. ¿Qué consecuencias podrá general la paradoja de transformar lo que funciona? ¿Paradoja a develar?

 

¿Sobre qué forma de lazo social intervenimos?

Si planteamos una intervención posible de los psicoanalistas en el lazo social, es pertinente aclarar previamente a qué acepción de lo social nos referimos, es decir.

La definición de lazo social que da Lacan es diferente de la que podemos encontrar en las acepciones clásicas en el campo de la sociología y psicologías, ya que, como sí sucede en estas, no se refiere a las relaciones entre los individuos en sociedad, sino a las que mantiene el sujeto con los discursos. Primera cuestión para esclarecer para ir delimitando el campo de intervención: ¿qué entiende Lacan por lo social sobre lo que se podría intervenir?

Si el lazo social se apoya en la relación del sujeto con los discursos y no en la de los individuos con los individuos, podríamos revisar la teoría lacaniana de los discursos como formas del lazo social. Teorías que desarrolla en los Seminarios 16 De un Otro al otro y en el 17 El reverso del psicoanálisis, cuando se refiere a los discursos del amo, histérico, universitario y analítico, como así también al que se refirió pocas veces bajo el nombre de discurso capitalista, hoy podríamos decir neoliberal, en el que se trata de la promoción de la conjunción del sujeto con su objeto, vía el empuje al consumo, en cuyo horizonte espera la promesa de felicidad. La estructura del discurso capitalista está apoyada en la conjunción del sujeto con su objeto de satisfacción, el discurso neoliberal la promueve, alienta y presenta como horizonte al consumidor.

Recojo una referencia a este último discurso, planteada en el año 1972 en la llamada “Conferencia de Milán” donde sostiene que: “Apenas he dicho lo que es un discurso. El discurso ¿qué es? Es lo que, en el orden… en la disposición de lo que puede producirse por la existencia del lenguaje, tiene la función de lazo social”4.

Respecto del discurso capitalista, afirma que es el sustituto del discurso amo: “(…) es un discurso locamente astuto y en crisis, que está destinado a estallar, que es a todas luces insostenible. Como dijimos oportunamente lo que los diferencia es que, entre ambos, sólo hay una pequeña inversión entre el S1 y el $, el sujeto. Como resultante obtenemos un ‘eso marcha’, marcha maravillosamente, marcha tan bien que se consuma y, en el mismo acto, se consume a sí mismo”5.

El capitalista es un discurso en el que el sujeto está en una relación de conjunción con su objeto (a partir de esa inversión que señalara entre el S1 y el $ en el lugar del agente), relación en la que no hay resto, no hay pérdida. El objeto está llamado a suturar la división subjetiva, siendo así la fórmula del fantasma realizada y encarnada en la promesa de felicidad a la que apunta y sostiene. Es un discurso que construye una subjetividad en la que la castración está esquivada, ocultada, velada. Así, promesa del discurso neoliberal y construcción de la subjetividad que vela la castración, se conectan, siendo sobre este lazo social del sujeto con este discurso, sobre el que la intervención analítica debe desembarcar. Este concepto de lazo social construido a partir de la teoría de los discursos es empleado por Lacan en lugar de sociedad. A la vez advertimos que hay tantos lazos sociales como discursos, siendo el capitalista, hoy neoliberal, el blanco de la intervención.

 

¿Qué ordena cultura y pulsión en el lazo social?

Es sabido que la cultura de hoy no es la misma que la de Freud cuando escribió su texto “El Malestar en la cultura”-anticipado veinte años antes en su otro artículo “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”-, por lo tanto las tesis sobre las causas de ese malestar tampoco son iguales.

El malestar actual no se explica por el modelo freudiano de la represión, porque es un momento de la historia que no prohíbe el goce, sino que lo exige. Es el campo de la cultura el espacio donde se inventan las formas de satisfacer la pulsión, por lo tanto si la cultura cambia, esas formas de gozar son móviles, variables.

Lacan en su Seminario R.S.I, consideraba que el origen de la noción de síntoma no hay que ir a buscarlo hasta Hipócrates, sino en Marx -en lo que él consideraba que derivaba de la relación entre el capitalismo y el tiempo del feudalismo-, cuando afirmaba que el capitalismo tenía efectos en las masas sociales como malestares que irrumpen al modo de un signo que expresa lo que no funciona.

Es preciso subrayar, como lo he destacado, que no es del capitalismo como teoría y práctica política de la sociedad de lo que se trata, sino del discurso capitalista, en el sentido en el que propone una nueva forma de la subjetividad que produce sus consecuencias en los sujetos que lo consumen. Ya que en esta economía actual, lo que se produce y consume no son solo mercancías sino discursos que, finalmente, terminan cobrando valor de mercancías.

Las teorías del malestar son hijas de su época. En psicoanálisis no hay modo de anoticiarnos de ese malestar sino es por su portavoz: el síntoma, que siempre ha tenido una envoltura formal, un modo de presentación que depende del Otro al cual se refiere. Por lo tanto, no hay síntoma sin apelar a los significantes de la cultura del momento que alimentan su texto: esto es su envoltura formal.

¿Por qué a los analistas nos interesa la cultura, los fenómenos sociales, la psicología colectiva, las formaciones de masa, su actualidad, sus variaciones? ¿Qué nos lleva por la senda del analista ciudadano a salir a la Polis y debatir sobre los temas de actualidad en el campo social? Si a los analistas nos interesa el estado de la cultura en la que vivimos, es porque esta incide sobre la práctica analítica, que no es impermeable al estado contemporáneo de la cultura que desembarca con sus discursos dominantes en los consultorios.

Freud llamó malestar a la expresión subjetiva del retorno de aquello que el sujeto debió ceder para entrar en el campo del Otro y ser parte de lo social, y definió a la cultura, por un lado como ese aparato que pretende regular ese real ingobernable que es la pulsión, -demostrando así que la operación analítica se sitúa a nivel de la relación del sujeto con el goce, – y por otro como el lugar en el que se crean las formas de satisfacer esa pulsión.

 

¿Cómo responder a la promesa de bienestar del discurso neoliberal?

Según planteaba Eric Laurent en el mes de diciembre de 2007 en Buenos Aires6 es esta una época en donde se pone en juego un pasaje de la biopolítica del estado, que directa e indirectamente castiga a los ciudadanos, al auto castigo. Se introduce así un más allá de la victimización Foucaultiana, en términos que ese castigo ya no está del lado de las organizaciones gubernamentales, sino del lado mismo del sujeto como enemigo propio. Es decir que los síntomas actuales, ya no son las marcas que las víctimas reciben del otro, sino los distintos modos que el sujeto encuentra de poner un juego el deseo más decidido del neurótico que es, tal como le gustaba decir a Freud, el de gozar de su castración.

Es la época del empuje a gozar sobre el que actúa subterráneamente el principio de felicidad de Jéremy Bentham. Este principio alimenta el proyecto del liberalismo económico y político y se actualiza en las promesas de bienestar para todos. Es la promesa de que todo es posible alcanzar y que nada quedará por fuera de la satisfacción, discurso que paradójicamente ordena gozar en el ejercicio de la libertad que promete y que causa, o modos de satisfacción que cierran el inconsciente, o síntomas como demandas sociales.

Podríamos preguntarnos si los interrogantes sobre los modos de intervención en lo social no deberían sustentarse en las siguientes preguntas: ¿Cómo incluir, en la dictadura del discurso que graba la orden de gozar sin límites, la democracia de la castración como corte entre el sujeto y el objeto para que este pueda decir no y acceder a un saber sobre la verdad que lo determina?

 

 ¿Cómo se construye la subjetividad que ordena el lazo social?

 ¿De qué modo se construye subjetividad en una época? Un modo de concebirla es a partir de la estructura de la sugestión y su extensión a lo social.

Ernesto Laclau en los capítulos 2 y 3 de su libro La razón populista, titulados “Le bon: Sugestión y representaciones distorsionadas”, y “Sugestión, imitación, identificación”, sigue el camino de la referencia que Freud, para teorizar sobre la psicología de las masas, toma del libro de Le bon titulado Psicología de las multitudes. Es en ese libro en donde el autor se refiere a la clave de la influencia que ejercen las palabras en la formación de una masa, clave que Laclau resume en estos términos: “Según Le bon existen tres recursos: la afirmación, la repetición y el contagio”7. Cita a Le bon: “La afirmación pura y simple, libre de todo razonamiento y de toda prueba, es uno de los medios más seguros para introducir una idea en la mente de una masa. Cuanto más concisa es la afirmación, mayor es su influencia”8. Continua: “en cuanto a la repetición, su poder se debe al hecho de que la afirmación repetida se fija, en el largo plazo, en aquellas regiones profundas de nuestro yo inconsciente en la cual se forjan las motivaciones de nuestras acciones. Al pasar cierto tiempo, olvidamos quien es el autor de la afirmación repetida y terminamos por creer en ella”9. Finalmente, respecto del contagio afirma que es un fenómeno muy natural que se observa también en animales cuando están juntos en cantidad.

En “Psicología de las masas y análisis del yo”, Freud afirmaba: “(…) el vínculo hipnótico es una formación de masa de dos”10 y debe su efecto al poder sugestivo de las palabras. Esta sugestión hipnótica, además de ser un fenómeno específico de los estados patológicos individuales como se creyó en su inicio, es considerada además un efecto de la palabra en los comportamientos de las masas: se trata, en este caso, de una hipnosis social. Así, afirma Laclau que: “La psicología de las masas ha tocado algunos aspectos de crucial importancia en la construcción de las identidades políticas, y sociales (…) El predominio de lo emotivo por sobre lo racional, la sugestibilidad, y la identificación con los líderes, constituyen rasgos reales del comportamiento colectivo”11.

Sugestión hipnótica, formación de masa y construcción de subjetividad, se enlazan para determinar el lazo social que mantiene el sujeto con el discurso neoliberal.

En su libro Horizontes neoliberales en la subjetividad, Jorge Alemán plantea que la subjetividad construida hoy por el discurso neoliberal se presenta con el disfraz del: “hombre nuevo como gerente de sí, y “se configura según un paradigma empresarial competitivo y gerencial de la propia existencia”12 y se expresa, por ejemplo, en los fenómenos de la autoayuda. También se refiere a dos estudiosos del tema, Christian Laval y Pierre Dardot, quienes recuerdan a Margaret Thatcher cuando decía, respecto de los objetivos del neoliberalismo, que “la economía es el método pero el objetivo es el alma”13, es decir que el propósito es fabricar subjetividades. Es interesante subrayar esta definición porque abre el debate respeto de la intencionalidad del discurso, ya que habitualmente se tiende a considerar que apunta a la economía.

 Por otro lado, ese discurso está basado en la exigencia de rendimiento y goce que retorna en los fenómenos de la depresión, el consumo de fármacos, la asunción como problema personal de lo que es estructural, la responsabilidad desmedida, etc. El imperativo de felicidad y su contracara, la depresión en la época, es una de sus consecuencias, termina afirmando.

En el marco de los efectos discursivos en el oyente, cabe preguntarnos si ¿esa exigencia de imposible realización, lejos de permitir arribar a la felicidad prometida, no introduce un nuevo malestar en la cultura?

 

Conclusiones… abiertas

 ¿Hasta dónde puede subsistir el psicoanálisis bajo la constelación discursiva del discurso neoliberal que, como nueva producción de subjetividad, ofrece una relación de conjunción entre el sujeto y su objeto opuesta de la que requiere la realización de la experiencia analítica?

La problemática de la coexistencia de ambos discursos se establece porque el discurso neoliberal como nueva realización de la subjetividad, propone y ofrece un tipo de relación entre el sujeto y el goce -que es opuesto al que requiere la condición de posibilidad de la experiencia analítica -ya que se trata de una relación de conjunción en la medida que el objeto viene a suturar la división subjetiva. En términos psicoanalíticos diríamos: consolidación del fantasma.

Sabemos por otro lado, que si no hay ruptura de esa comunión, sino de diluye ese consentimiento, sino hay desestabilización por tanto del fantasma, no puede haber inicio de la experiencia analítica. Al respecto, Jorge Alemán en su libro La experiencia del fin-psicoanálisis y metafísica, afirmaba: “(…) el capitalismo asegura un nuevo tipo de cierre del inconsciente propiciado por un fantasma que ha incluido al fin al objeto técnico en la economía libidinal”14.

Si el psicoanálisis va a seguir existiendo si y solo si persiste el síntoma que supone la discordia y no el consentimiento del sujeto con el goce, se impone preguntarnos: ¿qué es lo que puede hacer prevalecer en la decisión subjetiva de cada uno, que se adopte por una u otra relación al goce?

Concluyo este punto con algunos interrogantes del autor en este último libro, que invitan a reformular y revisar la presencia del psicoanálisis en el mundo, y por lo tanto la posibilidad de incidir en el lazo social: “¿Qué quiere decir Lacan cuando habla de salida del capitalismo y sin embargo no opta por el socialismo?  ¿A qué dimensión de lo subjetivo apunta? ¿Cómo habita, como tiene lugar el psicoanálisis en la época de la ciencia? ¿Qué quiere decir cuando invita a darle el deber que le corresponde en el mundo?”15.

Arriesgo una respuesta del mismo autor, en otro de sus libros titulado Cuestiones antifilosóficas en J Lacan, cuando en el marco del planteo que el discurso analítico lleva el saber al lugar de la verdad, afirma que se trata de: “desentrañar la relación del sujeto con el plus de goce implícito en el valor del objeto técnico y transmitir el saber de esa operación antes que la humanidad, como decía Lacan en Roma, logre curarse del psicoanálisis”16.

Lacan en “La Tercera” sobre el porvenir del psicoanálisis en la cultura, afirmó que el psicoanálisis permanecerá siendo síntoma de la cultura en tanto pueda agujerear su campo de significados, y que además tiene que introducir algo que no sea captado en ese campo semántico que enmarca la producción de la subjetividad; esto último dará la condición de su subsistencia.

La producción de la subjetividad como efecto el discurso mediático, implica la construcción de yoes que se identifican entre sí en un efecto de masa que al homogeneizarlos, reduce sus diferencias. La subjetividad es una construcción social que formatea al yo y eclipsa al sujeto del inconsciente. En cambio, ese sujeto como efecto del lenguaje, pone en juego lo que la masificación no capta y conserva su ex-sistencia si lo que lo singulariza no es asimilado en el campo de la cultura. De no ser así, el discurso lo eclipsa.

Se trata, por el lado de la subjetividad, de una tendencia a la homogenización que conlleva el borramiento del sujeto como resultado de la eficacia del discurso del neoliberalismo, y por el lado del sujeto, de la creación del síntoma particular como lo más propio de cada uno que es introducido como un cuerpo extraño en aquella. El sujeto con la subjetividad construida debe mantener la misma relación de extraterritorialidad que el síntoma con el yo, debe ser en tal sentido, egodistónico con la cultura, si se enquista en ella y se hace culturasintónico, desaparece.

La hipótesis del sujeto como efecto del lenguaje que introduce las diferencias singulares supone un límite al avance del totalitarismo discursivo que alimenta la homogeneidad en la creación de la subjetividad de masas.

El eclipse del sujeto, se sentencia en la realización del discurso capitalista, su subsistencia en cambio coexiste en el discurso del inconsciente en tanto, en su piso inferior, se manifiesta la disyunción del sujeto con el objeto, ($  //  a) ya que no se conectan,  queda un resto inasimilable que no es captado en la masificación y demuestra que la subjetividad producida no lo eclipsa.

 La intervención en lo social debe apuntar a que ese resto inasimilable deba surgir y  subsistir. Apunta a deshipnotizar, a apartar al sujeto del eclipse en la masificación y así conservar su singularidad

¿En esa intervención en lo social, se trata solamente, como la ocasión, de estar atentos al salto del león de lo inasimilable para que las huellas del sujeto no sean borradas y su desaparición no acontezca?

* Este artículo es una versión reducida del publicado en la Revista de Psicología de la Facultad de Psicología, UNLP, Volumen 20 (2), año 2021

 

 Marcelo Ale es psicoanalista, reside en La Plata, Provincia de Buenos Aires.

Asociado de la EOL-Sección La Plata. Docente en la Cátedra de Teoría Psicoanalítica en la Facultad de Psicología en la UNLP desde 1990 hasta 1999. Miembro de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata- Biblioteca Freudiana- desde 1992 hasta 2019. Autor de varios artículos publicados en distintas revistas de psicoanálisis y cultura entre 1990 y 2020. Autor de La clínica analítica y las referencias  (1998), Pasión y encanto en la experiencia analítica (2010) y El camino analizante: Entre retórica y  poesía (próxima aparición).

 

Notas

  1. Revista de psicología. Facultad de Psicología. UNLP.

Volumen 20 (2) –Año 2021.  Dossier “Interpretación y lazo social”: https://revistas.unlp.edu.ar/revpsi/announcement/view/142

  1. Ibid.
  2. Ibid.
  3. 4. “Del discurso psicoanalítico” (Conferencia en Milándel 12 de mayo de 1972), traducción: Olga Mabel Máter, fuente web: elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar, conferencia de Lacan en la Universidad de Milán, cuya fecha es el 12 de mayo de 1972.
  4. Ibid.
  5. Conferencia de apertura a la XVI Jornadas Anuales de la Escuela de la Orientación Lacaniana «Variaciones de la Cura analítica, hoy. La relación entre el efecto terapéutico y su más allá». 1 y 2 de diciembre de 2007, en el Marriott Plaza Hotel.
  6. 7. Laclau, E., La razón populista. Fondo de Cultura Económica, p. 45, Buenos Aires.2005.
  7. Ibid., p. 40.
  8. Ibid., p. 40.
  9. Freud, S., “Psicología de las masas y análisis del yo”, Amorrortu editores, p. 108.
  10. Laclau, E., op. cit., p. 59.
  11. Alemán, J., Horizontes neoliberales en la subjetividad. Grama. P. 111, Buenos Aires, 2016.
  12. Alemán, J., La experiencia del fin-psicoanálisis y metafísica, Miguel Gómez Peña Ediciones, p. 163, Colección Ítaca, España, 1996.
  13. Ibid., p. 168.
  14. Alemán, J., Cuestiones antifilosóficas en J Lacan. Editorial Atuel, p. 23, Buenos Aires, 1992.

 

Bibliografía:

Alemán, J., Horizontes neoliberales en la subjetividad. Grama. Buenos Aires, 2016.

La experiencia del fin-psicoanálisis y metafísica. Miguel Gómez Peña Ediciones. Colección Ítaca. España, 1996.

Cuestiones antifilosóficas en J Lacan. Editorial Atuel. Buenos Aires, 1992.

Freud, S., “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”. Amorrortu Editores. Tomo IX. Buenos Aires, 1987.

“Psicología de las masas y análisis del yo”. Amorrortu Editores. Tomo XVIII. Buenos Aires, 1992.

“El malestar en la cultura” Amorrortu Editores. Tomo XX. Buenos Aires, 1987.

 

Laclau, E., La razón populista. Fondo de cultura económica. Buenos Aires, 2005.

 

Lacan, J.,  “La tercera” en Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1991.

El Seminario Libro 16,  De un Otro al otro, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.

El Seminario Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1992.

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