Los efectos de la globalización han producido modalidades culturales que trascienden fronteras y localismos. El film surcoreano Parásito ganador del Oscar revela esto, relata una ficción válida para cualquier rincón del mundo actual.
Los avances de la tecnología y las comunicaciones, acortan distancias y permiten volver pandémico una mutación de virus, en un muy breve lapso.
Las modalidades del bullying actual también habitan la aldea global. Las muertes o violaciones en «manada», los modos segregatorios en los jóvenes, a los trans, a los discapacitados, a los extranjeros, a los diferentes, muestran una nueva lógica de las multitudes y lo común. Hemos tenido recientemente el caso de Fernando Báez Sosa asesinado por una horda de rugbiers en Villa Gesell a la salida de un boliche el 18 de enero pasado. Muerte que conlleva un acto de diversión para el grupo y tiene la connotación social que muestra hábilmente la película coreana recientemente premiada.
Hay que deducir que los distintos modos de acoso grupal, sea en la escuela o en lugares públicos frecuentados por jóvenes tienen un marco y una lógica común.
Tanto el victimario o los victimarios como la víctima y el público no están allí como sujetos ($). La posición de victimario es más bien la posición del perverso como instrumento del goce del Otro (A), el público fascinado y paralizado, sosteniendo como mirada (a) la escena y la víctima más bien en posición de angustia o desvalimiento, sin recursos para responder.
Estas modalidades han surgido en la gigantesca Babel de Internet, también es escenario del cyberbullying en las redes, donde no hay refugio ni lugar en sombras.
Las variantes del bullying se han vuelto múltiples, son como plantea Ubieto: una falsa salida para la adolescencia, un modo de evitar el encuentro con lo hétero que la radicalización del feminismo y la declinación de la virilidad con su consecuente “¡Muerte al macho!”, han llevado a desarmar las versiones deseantes y amorosas de esos encuentros. Es llamativo que la ferocidad del bullying en primaria y secundaria, desaparecen en la universidad, ¿es por algo referido a la constitución del fantasma?
El episodio de Gesell, muestran la crueldad social, y el borramiento de la responsabilidad y la subjetividad que produce la manada; todos recuerdan, al patovica sacando del boliche a Máximo Thomsen, en un estado de alteración tal, que anticipaba claramente un crimen inminente.
El anonimato de las redes, las manadas, son signos del fenómeno de masas actual, sin regulación, sin registro de la diversidad, sin asunción de lo hétero.
¿Cabe al psicoanálisis acompañar la invención de respuestas?
Mario Goldenberg es psicoanalista en Buenos Aires .
Miembro AME EOL AMP. Profesor de la UBA y la UB
Director de la revista digital Consecuencias. Docente ICdeBA y IOM2