Matías Godoy – El meme y el sujeto posmoderno

La historia del meme tiene sus inicios en 1976, cuando Richard Dawkins, una de las figuras evolucionista más reconocidas, usó el concepto por primera vez en su libro “El Gen Egoísta. En su obra, Dawkins sostiene una teoría de difusión cultural en la que se evidencia una analogía entre la forma en la que los memes o conductas se transmiten de una persona a otra y la manera en que se transmiten los genes entre generaciones. De esta manera la historia coloca al meme como el elemento central de la hipótesis memética de la transmisión cultural, siendo este la unidad teórica de información cultural que se imita, replica y transmite, así como el gen en la unidad hereditaria.

En la actualidad, el meme que circula por internet difiere de su sentido original, y ha tenido modificaciones a lo largo de su historia. Fue el propio Dawkins quien describió el meme digital como un ‘secuestro de la idea original’, generando como consecuencia que el concepto haya mutado y evolucionado por sí mismo con todos los aportes que recibe.

Esta mutación y transformación que ha sufrido el meme ha dado lugar a múltiples usos y finalidades. Estas diversas finalidades bien pueden considerarse como modalidades de lectura que podemos ejercer sobre el fenómeno. Entre todas ellas, hay uno que quisiera destacar. Me refiero al meme como aquello que habla del sujeto posmoderno, señalando el tipo de lazo frágil y desinteresado que establece con los asuntos de su época.

Bajo este recorte que intento iluminar, resulta de suma importancia pues concebirlo como un producto autóctono de nuestra época,  de esa relación entre el sistema capitalista y neoliberalismo que produce un determinado tipo de sujeto. Sujeto que caracterizado por cierta  ligereza e ingravidez respecto a cuestiones que hacen a su condición humana. Por supuesto, lo expuesto resulta imposible de universalizar y aplicarlo a un “para todos”, más bien este uso singular que destaco del meme es algo que se encuadra en un “para algunos”.

Como elemento característico del tiempo presente entonces no se coloca en función de excepción, es más bien un elemento más junto a otros, algo que habla de la época. Si tuviera que apresurar una formalización, el campo matemático pues bien vendría en esta empresa. Para ello, haría uso de los términos de variable y función −F(x)−, en donde la función estaría dada por la época y la variable por las modalidades que asume esta, las formas en que se representa, en donde se la puede aprehender.

Por otra parte, el meme se soporta en la estructura del witz freudiano, en tanto trabaja con la condensación (metáfora) y el desplazamiento (metonimia). Ahora bien, la metáfora como tal produce un plus de sentido, sentido novedoso y creador. Sin embargo, hay allí una primera diferencia que uno podría establecer con el witz freudiano, en tanto y en cuanto este último apunta a la división subjetiva y a la verdad del sujeto del inconciente, de aquello que habla allí a pesar de uno. El otro, en cambio, revela una verdad de la época que apunta a sostener el desconocimiento propio del yo, aquella consistencia del narcisismo que elude la división subjetiva.

En este sentido, el mecanismo de la metáfora que subyace en el meme es íntimamente solidario del axioma que como imperativo rige nuestro presente: “deber gozar”. Un guion en donde predomina una orientación por el goce. Una metáfora no al servicio de un sentido nuevo que permita après coup resignificar de un modo novedoso y disruptivo lo anterior, trayendo consigo un cambio de posición subjetiva en relación a ciertos asuntos de los cuales valdría la pena no reírse; más bien, parece una metáfora al servicio de una rápida metonimia que llegue al auxilio de una detención subjetiva que suponga cualquier tipo de pensamiento reflexivo. Así pues, el “deber gozar” de nuestra época se pone en continuidad con el “no querer saber” que ello supone.

Hay otra vertiente que quisiera destacar en la producción de memes y que está íntimamente relacionado con lo expuesto hasta el momento. Si entonces el meme supone un seguir gozando a través de una carcajada fugaz y evanescente, es también porque se opone a la posibilidad de que se suscite la angustia frente a un hecho (por supuesto, en ocasiones). Lacan dedicó un seminario entero a trabajar este afecto, y lo colocó en excepción a todos los demás, en la medida en que como afecto es aquel que no engaña, en tanto y en cuanto proviene de lo real. La angustia como afecto comporta esa peculiaridad de ser molesto, incómodo, bajo esa certeza que nos empuja a hacer algo con eso. La angustia emerge precisamente en el momento en que algo del manto y del velo que arropaba al objeto a queda al descubierto, revelando algo que debería estar oculto. La angustia como índice de lo real se opone al designio del despertar para continuar durmiendo en nuestra realidad psíquica. El meme entonces estaría al servicio del seguir adormecido en nuestro fantasma.

Siguiendo esta línea de pensamiento, no creo realizar un forzamiento al concluir que, como consecuencia de lo dicho, el meme se presenta bajo este propósito de volver a vestir lo que de la época mejor no ver ni escuchar.

Algunas últimas palabras para concluir. No cabe duda de que el humor bien pueda ser una manera de sobrellevar los pesares humanos y que frente a las exigencias de la época el meme tiene un estilo novedoso y audaz. Aun así, quizás valga la pena el interrogante acerca de si es posible reírse de prácticamente todo y tomar de un modo suave y fresco aquellos asuntos que hacen a nuestra condición humana. Tal vez bajo esa lectura, entonces, no nos convirtamos nosotros mismos en los memes de nuestra propia existencia.

 

Matías Godoy es Lic. en Psicología reside en Buenos Aires.

Especialista en Psicología de adultos por el Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires. Ex coordinador de espacio de formación para residentes en Hospital Isidoro Iriarte (Quilmes) y Hospital José A. Esteves (Temperley). Ex residente del Hospital José A. Esteves (Temperley).

 

Bibliografía

Freud, S., (1905) “El chiste y su relación con lo inconsciente”, en Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1986, t. VIII.

Lacan, J., (1962-63) El seminario, Libro 10 La angustia, Paidós, Buenos Aire

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