Ordália A. Junqueira – La presencia y el silencio del analista

La presencia es una excepción repentina que irrumpe […] 
y establece una discontinuidad1.

 

El decir, la verdad

El psicoanalista depende de la lectura que hace de aquello que su analizante cree decirle. Todo lo que el analista escucha no puede ser tomado “al pie de la letra […] la tendencia que tiene esta letra a alcanzar lo real. Es su asunto2. En el seminario 24, Lacan recuerda que lo que el analizante cree decir, no tiene nada que ver con la verdad. El lugar de la verdad es «un lugar que hay que dejar vacío», como dice Laurent: «Es necesario dejar libre el lugar de la verdad, ella debe permanecer oculta, cualquier intento de decirla toda equivale a decir una mentira»3.

En el mismo seminario 24 se lee que un discurso hace dormir, salvo cuando no se comprende, entonces él se hace despertar. Y la verdad, ¿será que ella hace despertar o dormir? Lacan dice que depende del tono a través de cual ella es dicha […] la escritura poética trae la dimensión de lo que podría ser la interpretación analítica4.

 

El síntoma es real

Desde la perspectiva del lazo síntoma-real, el decir del analizante, esperando verificarse, no es la verdad. Es la vari (e) dad del sinthome, como decía Lacan. El síntoma es verdaderamente Real. Angustia por mantener un sentido en lo Real. Por eso se dice que el psicoanalista puede, si tiene la oportunidad, bajo transferencia, intervenir para disolverlo en lo Real. Esto es fino, sutil y delicado, apuntando a una preciosa dirección clínica: «[…] es en la medida en que la interpretación justa extingue un síntoma, que la verdad se especifica como poética”5.

Para Lacan, no es del lado de la lógica articulada que se debe evaluar el alcance del decir, sino del lado de una escritura poética, de algo que traiga resonancia en el cuerpo, una cierta modulación que hace con que eso “canturree”, deslice6.

Cabe registrar un cuidado ético en esta verdad poética. Se retoma la metáfora utilizada por Brousse de la desactivación de minas de bombas, lo que, en algunos casos, el despertar con una verdad puede resultar desastroso7. Quizás, ese lugar de la verdad debería “dejarse vacío”8. Para que la presencia del analista produzca un efecto de despertar, para que el síntoma pueda disolverse en lo real, también es necesario extinguir la noción de lo bello. Lacan recuerda: “Nosotros analistas, con nuestra presencia, no tenemos nada que decir sobre lo bello9. Barros10 señala que el analista es un semblante de  objeto; siendo una función modesta que no pertenece a los grandes hombres, sino a la serie de objetos dichos marginales. El analista es parte del teclado sobre el cual él martilla, donde él mismo es martillado. El lugar y el lazo al mismo tiempo.

Así, el enigma de la presencia del analista como una excepción súbita11, puede resonar como un equívoco, pudiendo llevar al despertar; disolver el síntoma en lo real, pero de manera cuidadosa. En Brousse leemos: Las bombas existen, pero no estamos obligados a poner los pies sobre ellas. Es necesario saber ubicarlas para poder orientarse12.

 

 La tarea del analista

En el seminario 24, Lacan señala que el psicoanálisis no es un «autismo de a dos». Lo que podría forzar este autismo es que la lengua es un asunto común. En 1994, Miller da una conferencia en Descartes: El Significante del Pase y dice que lo que se aspira en el análisis es el significante del pase, articulándolo al significante. Reconociendo un período de equívocos respecto del concepto, concluye que se trata del significante que, antes de la solicitud de análisis, precipita el “hablaser” al análisis. En la realización de un análisis orientado por lo Real, teniendo el pase como brújula, la tarea del analista, ya en la primera sesión, es intentar ubicar el punto donde se aloja el núcleo de goce del hablaser ‒que no se aquieta, que ya no se sostiene‒ y encarnar en él. Todo hablaser tiene su programa de goce, que lo hace seguir durmiendo, hasta que encuentre un analista.

Si el significante existe realmente, ante la solicitud de análisis, precipitando el hablaser al análisis mismo, se puede decir que él estaría atado, por ejemplo, “en la mirada seria, severa y terrible del padre muerto, que lo asustó” ‒leído en el caso de Brousse13. El analista estaba justo ahí, en presencia. Huir, ir a otro análisis ‒»ficticio»‒ no se sostuvo. Se tocó algo de lo pulsional, de lo escópico. El analista encarnó, en el semblante, el Uno del analizante. El “callarse” del analista trajo la transferencia como efecto, que precipitó el inicio del análisis.

 

 La presencia, el silencio

En el tratamiento analítico, el analista aplana las huellas de su presencia, se hace invisible, rara vez habla. Miller14 dice que “el silencio es la relación eminente del sujeto con el significante y se encuentra en la encrucijada entre el analista y la pulsión”, y pregunta: “¿Qué tienen en común el analista y la pulsión? R: el silencio«. Hay, entonces, dos silencios, sin embargo, distintos: el del analista y el de las pulsiones.

Para Miller, se puede hablar del silencio cuando se lo guarda, incluso cuando se habla, siendo eso el secreto de la interpretación: “el habla guardando el silencio y la falla ante el goce. Aquí se presentan las afinidades entre el silencio y el goce15. […] Toda nuestra palabrería está hecha para encubrir el silencio, lo que lo hace mucho más presente”16. Laurent también destaca la función del silencio hablante del analista: “La interpretación lacaniana es discreta, rara. Debe ser un silencio hablante, no el silencio de la impotencia […] Un silencio que pueda transmitir al analizante que no hay otra lengua de la interpretación […] que la verdadera lengua de la interpretación es «lalengua», en una sola palabra […] en cada elemento de la lengua, hay un rastro de goce”17.

Para Lacan, cuando hablamos, gozamos. La traducción práctica de la famosa oposición entre habla vacía y habla plena: “allí donde se trata de gozar, el analista no tiene nada que decir. […] No hay una respuesta adecuada a este discurso, pues el sujeto tomará como desprecio cualquier habla que se comprometa con su equívoco18. El goce no habla, no es interpretable y cualquier respuesta será más frustrante que el silencio. La AE en ejercicio, Irene Kuperwajs, nos conduce a este saber analítico sobre el análisis: “se trata, en definitiva, de soportar el silencio del vacío que nos constituye, el silencio de la estructura”19.

 

Silencios

Kuperwajs, en el texto “Silencios”20, intenta responder a la pregunta: “¿podemos decir que un análisis es una práctica también habitada por el silencio?”. Señala que hay distintos silencios: “Hay silencios que hablan, así como hay palabras que no dicen nada. Hay silencios que demandan. Hay silencios que matan, otros que provocan. Hay silencios ligados a la impotencia, la cobardía, la prudencia. Hay silencios represivos. Hay silencios que liberan. Hay silencios que angustian”21.

Kuperwajs destaca el silencio del analista, en el que hay una cierta ética del silencio, que se articula con la ética del bien decir. En definitiva, se trata de poner un límite al monólogo autista del goce, al blabláblá, señalado por Lacan. ¡Cuando hablamos gozamos! Como trae Miller: la palabrería, que intenta encubrir el silencio, haciéndolo más presente22.

Para Kuperwajs, el analista también habla desde el silencio. Se puede extraer de eso que uno de los secretos del analista sería salvaguardar lo que no se puede decir, denotando lo imposible, que connotaría la condición de la interpretación. El analista interpretaría, tocando con su presencia, el silencio de las pulsiones, convocando al decir analizante, convocando al objeto a, siendo “esta la función crucial del silencio en la experiencia analítica”23.

En su testimonio, en el Encuentro Brasileño-202124, Kuperwajs declara que en la soledad del acto analítico, vinculado a la contingencia y la invención, se abrió un camino para un nuevo uso del silencio hetero. Ese silencio en el cual, tras su final de análisis, se puede entrar y salir. Relata que «no se puede dominar el goce con el saber», porque saber no es lo mismo que consentir con «no hay nada más que decir». Inventa el significante silencio con la letra Z-ZILÊNCIO y poetiza: “Silencio que suelta  la voz en ese suspiro sonoro, que sigo dando como respuesta a la sorpresa de la vida”25.

Se concluye que la intervención del analista llegará también a su analizante a través de las formas y momentos de su silencio. Ciertamente, un silencio más allá de lo convencional, un rechazo a responder allí donde habría algo que decir; el silencio de “plomo”, que puede reduplicar el silencio del analizante, y sin embargo la pregunta muda, eco angustiado del límite del saber del Otro. El ser del analista es silencioso, “y a ​​través de él se hace presencia, enigmática y compacta”26.

Considerando que es sólo bajo transferencia que se puede tocar lo real, la presencia real del analista – apoyada en la puesta en acto de su deseo- con su silencio hablante27  permanecen como una apuesta ética y política en la dirección del tratamiento.

 

Ordália Alves Junqueira es psicoanalista. Reside en Brasilia.

Es miembro de la EBP-AMP, Integrante del Directorio EBP Sección Este-Oeste.

 

Traducción de: Ana Paula Britto

 

Notas

1 BARROS, R. Sem.-SP: A Construção do Caso Clínico. Coord.: Blanca Musachi, 18/03/2021. (Inédito).

2 LACAN, J. [1977]. Lição de 08/04. O seminário, livro 24.  (Inédito).

3 LAURENT, É. Falar e dizer o falso sobre o verdadeiro. Correio, 85. SP: EBP, 04/2021 p. 26.

4 LACAN J. O seminario 24, op. cit.

5 Ibid.

6 Ibid.

7 BROUSSE, M.H. [2011] Por que é que ele vem? Opção lacaniana on-line, n. 4.

8 LAURENT, É. Falar e dizer o falso sobre o verdadeiro. Op. cit.

9 LACAN J. O sem. 24, op. cit.

10 BARROS, R. Sem.-SP, op. cit.

11 Ibid.

12 BROUSSE, M.H.  Por que é que ele vem? Op. cit.

13 Ibid.

14 MILLER J-A [1994] Falar do silêncio. Silet. Os paradoxos da pulsão de Freud a Lacan. RJ: Zahar, 2005, p. 11.

15 Ibid.

16 MILLER J-A. Falar do silêncio, op. Cit, p. 12.

17 LAURENT, É. Os objetos da paixão. As paixões do ser. VII Jornada-EBP/Bahia. Salvador: EBP/BA, 2000, p. 45-46.

18 MILLER J-A. Falar do silêncio, op. Cit, p. 12.

19 KUPERWAJS, I. Silêncios. O feminino, o infamiliar, dizer o indizível. Antelo, M. e Gurgel, I. (organizadores). BH: EBP, 2021, p. 331.

20 KUPERWAJS, I. Silêncios, op. cit., p. 327.

21 Ibid.

22 MILLER J-A. Falar do silêncio. Op. cit., p. 11.

23 KUPERWAJS, I.  Silêncios. Op. cit., p. 330.

24 XXXII Encontro Brasileiro do Campo Freudiano; 12-13/03/2021, on-line.

25 KUPERWAJS, I. Plenária IV sobre os passes. XXXII Encontro Bras. do Campo Freudiano; 13/03]2021, on-line.

26 SILVESTRE, M. A metáfora do amor. Amanhã, a psicanálise, RJ: Zahar, 1991, p. 77.

27 LAURENT. Os objetos da paixão, op. cit., p. 45.

 

 

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