El 18 de octubre del 2019 se inicia un proceso de revuelta popular en Chile a partir del aumento del pasaje del Metro en la ciudad de Santiago, la represión ejercida hacia los jóvenes por parte de la policía y la indolencia de las autoridades de gobierno por el descontento expresado hace que la ciudadanía en su conjunto reaccione y movilice la demanda, desde un transporte público a un valor justo a la exigencia por condiciones de vida digna, que el neoliberalismo niega. Es necesario señalar que previo al estallido social el Alcalde de la ciudad de Santiago, Jorge Alessandri, de reconocida familia oligarca y conservadora, había aplicado una sistemática represión a las movilizaciones de los estudiantes secundarios de la comuna. Estas medidas represivas fueron validadas por el gobierno de Sebastián Piñera, a través de la presentación y la aprobación de la ley “Aula segura” (2018), que otorga a los directores de los establecimientos educacionales la facultad de expulsar de manera inmediata a los estudiantes implicados en hecho de violencia, sin requerir procesos de investigación previos.
La revuelta social iniciada en octubre del año 2019 permitió que casi un año después, el 25 de octubre del año 2020, se realizara un plebiscito nacional para decidir si se requería la formulación de una nueva constitución para el país, o se debía mantener la existente, la cual fue elaborada y promulgada en dictadura (1980). La segunda consulta de este plebiscito abordaba el tipo de órgano que redactaría esta nueva constitución, estableciendo como alternativas una Convención Constitucional (que estaría constituida exclusivamente por miembros electos para estos fines) y una Convención Mixta Constitucional (que se compondría por un 50% de integrantes elegidos y un 50% de parlamentarios en ejercicio). El “Apruebo” por una nueva constitución contó con una votación de un 78.27% y la Convención Constitucional con una aprobación de un 79,07%. Los resultados fueron contundentes, además esta elección contó con la participación de más del 50% del padrón electoral, lo que permite pensar en el inicio de un proceso constituyente en mejores condiciones, luego de la paulatina y constante caída en la participación electoral durante la transición política. Sin embargo, este proceso buscado y validado a través de una numerosa participación ciudadana, no asegura que la elaboración de una nueva constitución garantice un modelo democrático distinto, ni que se diluya en su formulación la herencia neoliberal que ha subjetivado, individual y colectivamente, a la sociedad chilena desde hace cuarenta años.
Cuando se abordan los clivajes para la elaboración de nueva constitución en Chile un importante número de partidos políticos de la izquierda coinciden en el feminismo como un significante que permite abordar este proceso desde otras coordenadas de organización política, basados en el impacto que las movilizaciones de mayo del 2018 generaron en el país, y que posicionaron al feminismo como una fuerza crítica y renovadora ante la alicaída democracia liberal. Ante esto surge la pregunta ¿Qué aportan al proceso constituyente chileno las críticas epistemológico-política de los feminismos a la democracia liberal?
Esta pregunta no sólo impele a recuperar la dimensión crítica de los feminismos, sino a partir de ella propiciar una reflexión que nutra a los proyectos de transformación política -tanto institucionales como sociales- de elementos concretos para la implementación y el ejercicio de otras dinámicas de contribuyan a la elaboración de un proyecto civilizatorio a contrapelo del individualismo neoliberal. Un análisis epistemológico-político permite “visibilizar las tensiones que se expresan a partir del sistema sexo/género” (Arancibia, Soto, Altamirano, 2018, p. 23), y con ello se posiciona la discusión acerca de la democracia desde las ausencias en los discursos oficiales, permitiendo que estas omisiones visibilicen otros modos de expresión para la democracia.
La primera crítica de este recorrido se sitúa en la Ilustración, cuando el feminismo aparece como un discurso crítico a la democracia liberal, en tanto cuestiona la libertad y la igualdad que esta concepción declara, a partir del no reconocimiento de la diferencia sexual como factor de minorización y exclusión política de las mujeres (Alberdi, 2004; Alvarado, 2018). El feminismo de carácter ilustrado logra establecer que la jerarquía entre los sexos responde al ejercicio del privilegio de los varones sobre las mujeres, y no a la expresión de una autoridad natural, cuestionando con ellos todas las teorías que sitúan a las mujeres en una condición de subordinación inherente (Alvarado, 2018). Estas discusiones impulsarán los procesos de organización política vinculados al reconocimiento de las mujeres como ciudadanas que ejercen derechos civiles, siendo el sufragismo la expresión más clara de este primer momento, que permite dar cuenta de cierta igualdad jurídica y posiciona en la esfera pública a las mujeres.
En el caso específico de Chile la primera demanda de este tipo se remonta al año 1875, cuando en la ciudad de San Felipe un grupo de mujeres “se presentan intempestivamente dispuestas a ejercer su derecho a voto y aducen que no existe ninguna ley que se los impida” (Eltit, 2018, p. 23), argumentando que la constitución de 1833 garantizaba la igualdad de todos los chilenos. Esta primera disputa por el reconocimiento civil termina el año 1884 cuando se promulga una ley que prohíbe expresamente el voto a las mujeres. El movimiento sufragista en Chile conseguirá el año 1949 el derecho a voto irrestricto, sin embargo, este proceso se transforma simultáneamente en un importante aprendizaje para este movimiento, porque se constata que no basta con garantizar los mismos derechos civiles entre los ciudadanos, para abolir las diferencias sexo/género entre los individuos. Esto implica que el feminismo como teoría política debe apuntar a movilizar las condiciones para “articular un nuevo pacto social que marque en otros términos las relaciones de los hombres y de las mujeres” (Alberdi, 2004, p. 151), y a partir de ello proponer una democracia más amplia y un ejercicio político más complejo.
Una segunda crítica se sitúa a fines del siglo XIX, cuando algunas vertientes del feminismo se definen desde un carácter internacional y emancipatorio, e incorporan en su discurso las categorías ‘dominador’ y ‘dominado’, lo que permite problematizar la posición social de la mujer entendida como dominada/esclava/subalterna. Este giro en la discusión impele a repensar la definición de “mujer” construida a contrapelo de la definición de hombre (Alvarado, 2018). Este tipo de discusión explora en las sujeciones que acompañan los procesos de subjetivación de las mujeres y se encuentra representado actualmente por las feministas decoloniales, que establecen “que las mujeres colonizadas cayeron en una doble dominación: proveniente desde los hombres colonizadores y de los hombres colonizados, ocupando finalmente la última categoría social” (Gomez, 2016, p. 27). Este tipo de discurso también es parte de aquello que las feministas negras desde los años 70 declaran desde su condición de afrodescendientes que “no sólo viven opresión por ser mujeres, sino también por ser negras y en la mayoría de los casos pobres” (Bozzo, 2016, p. 13), explicitando a partir ello una fuerte tríada categorial que opera para la exclusión constituida por el género, la clase y la raza, y diferenciándose tanto del feminismo blanco como de las lecturas marxistas que ven en la lucha de clases el factor articulador de la movilización política. Estas discusiones se corresponden con las lecturas del feminismo interseccional, que identifica múltiples factores que operan en la exclusión de las mujeres.
Esta crítica gira la discusión desde lo jurídico hacia las implicancias de una sociedad patriarcal, que niega a las mujeres una condición de “sujetas sociales autónomas” (Arenas, 2016, p. 10), a través de regulaciones sociales y políticas que determinan y subordinan sus vidas en lo público y lo privado, estableciendo diferencias entre ellas mismas que no pueden seguir siendo invisibilizadas u obviadas. En el caso chileno este tipo de feminismo se ve representado en la exclusión de las mujeres con ascendencia indígena, expresado con claridad en la entrevista a la poeta mapuche, Daniela Catrileo: “Todas esas mujeres que son indígenas o afrodescendientes han creado una teoría política feminista desde los territorios y los cuerpos que comprenden las diásporas o específicamente los espacios comunitarios, y no necesariamente están pensando en un feminismo blanco u occidental. Eso, más otros conocimientos que son de nuestros pueblos, nuestras madres, nuestras abuelas, saberes populares, los que hemos aprendido de nuestra población, de nuestros vecinos, vecinas, etc; todo eso es un conjunto de intereses para pensar una praxis política” (Magnet, 2019), que no sólo aborda el poder político institucional, sino también las tensiones entre saberes y culturas.
Una tercera crítica surge desde la tercera ola del feminismo “donde el cuestionamiento de la construcción de género se vuelve más fuerte y cobra importancia la defensa de los derechos sexuales” (Gómez, 2016, p. 13), este proceso permite llevar la condición política del feminismo directamente a la intimidad de la vida de los individuos, rompiendo con ello una mirada de lo político ajena a la vida cotidiana o individual. Esto permite considerar que desde el feminismo la democracia no debe resolverse exclusivamente como un modelo de gobierno, sino abordarse simultáneamente como una lógica de relación, que articula la vida pública y la vida privada de los individuos, desde una diversidad que exige repensar la exclusión que viven las mujeres a partir de sus condiciones materiales y particulares de existencia.
En el caso de Chile Julieta Kirkwood afirma en plena dictadura cívico-militar la imposibilidad de una democracia sin feminismo, basando su argumento en plantear a “lo privado como susceptible de ser visto políticamente” (Kirkwood, 1986: 171). Esta aseveración de Kirkwood cuestiona a aquel tipo de democracia que establece diferencias civiles y sociales, a partir de la condición sexual de los individuos, que opera desde los entornos tanto privados como públicos en la vida de las mujeres, posicionando la discusión no sólo en las condiciones estructurales de lo social, sino desde los efectos micropolíticos en los procesos de subjetivación, que en el caso de la vida de la mujer son para ella impuesto de forma autoritaria relegándola a una condición secundaria incluso ante su propia vida. Esta discusión puede ser leída desde distintas teorías como alteridad, minoridad y/o subalternidad, pero desde todas ellas es posible sostener que el feminismo concentra “la llave de la emancipación y en la acción de las mujeres la posibilidad de liberación” (Follegati, 2018, p.92) tanto individual, social como política.
Los aportes teóricos que realiza Kirkwood establecen nexos entre la vida privada y la vida pública, entre lo singular y lo colectivo, y entre lo público y lo privado, aproximándonos con ello a una epistemología feminista que propone “deconstruir la manera en que la ciencia y la filosofía tradicionales y hegemónicas nos han hecho creer que la verdad es neutral, objetiva, sin sujeto y sin historia” (Fischetti, 2018, p.20), y con ello expresar la profundidad de la condición transformadora de la teoría y la praxis feminista.
Este breve recorrido por tres críticas epistemológico-políticas que diversos feminismos han realizado a la democracia liberal, permite proponer a lo menos cuatro dimensiones que un proyecto político de izquierda transformadora debe considerar en Chile, si su objetivo es avanzar hacia una democracia feminista en el actual proceso constituyente: “1) la democracia no se basa exclusivamente en el reconocimiento jurídico, lo que queda reflejado en la demanda de las sufragistas, las que una vez adquirieron el derecho a voto, evidenciaron que la igualdad jurídica no modifica las desigualdades sociales; 2) El término democracia no puede seguir siendo referido exclusivamente a un tipo de modelo de gobierno, porque como el feminismo ha presentado esto no resuelve los problemas de la desigualdad por jerarquía de sexos que afecta a las sociedades patriarcales; 3) La democracia no puede seguir disociando la dimensión política de la dimensión social, principio que se establece con fuerza a partir del contractualismo clásico y que la democracia liberal asume, desplazando y obliterando la función política del colectivo, pues todas estas teorías establecen en el individuo el primer y más privilegiado eslabón para la constitución del campo político, y que las luchas feministas cuestionan precisamente a partir de su fuerza colectiva que disputa todos los espacios, incluso la institucionalidad y los patrones heredados desde el patriarcado, 4) La democracia debe ser una experiencia que impacte tanto la esfera privada como la esfera pública de la vida humana, lo que implica tener en cuenta los efectos macropolíticos y micropolíticos para los individuos, de modo que la constitución de subjetividades se transforma en un eje relevante para el posicionamiento de una democracia que quiebra desde su ejercicio la estructura jerárquica de poder que conocemos” (Soto García, 2020: 455).
La elaboración de una constitución que recoja los aportes críticos de los feminismos a la democracia liberal posibilitaría la construcción de un proyecto civilizatorio, que además de reconocer el aporte a la discusión y al ejercicio político que las mujeres han realizado a la largo de la historia, establecería la necesidad de romper con la democracia como un mero modelo de gobierno, para abordar la democracia también desde su dimensión relacional, que considera las marcas que portan los cuerpos como una condición que les permite desde su singularidad considerar al conflicto como lo propio del campo de lo político, y por ello como parte de la vida en democracia.
Pamela Soto García es doctora en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV). Reside en Santiago de Chile.
Subdirectora del Área de Educación de la Corporación Municipal de Valparaíso para el Desarrollo Social, investigadora colaboradora del Centro de Pensamiento Iberoamericano (CEPIB) de la Universidad de Valparaíso, y coordinadora del Simposio «Filosofía escrita por mujeres, feminismo y género» que se presentará el año 2021 en el Congreso de la Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF).
Referencias bibliográficas:
Alberti, Inés. (2004). “Las mujeres y la participación política”. En Mujeres para la historia. Figuras destacadas del primer feminismo, Madrid: Abada, pp. 149-173.
Alvarado, Mariana. (2018). “Junturas teóricas para los feminismos del Sur”. En Hermenéutica intercultural. Revista de filosofía, N° 30, pp. 87-110.
Arancibia, Leticia; Soto, Pamela; Altamirano, Claudia. (2018). “Universidad, mujer y democracia”. Cáceres, Gloria (Cord). Género y Universidad, una pregunta abierta, USM: Valparaíso, pp. 23-37.
Arenas, Camila. (2016). “La dominación de las mujeres y la lucha feminista: lecturas y desafíos para el Chile neoliberal”. Revista Trama, N° 2, pp. 6-10.
Bozzo, Francisca. (2016). “Feminismo, hembrismo e ideología de género: las respuestas del patriarcado a la revolución feminista”. Revista Trama, N°2, pp.11-17.
Eltit, Diamela. (2018). Crónica del sufragio femenino en Chile, Valparaíso: Libros del cardo.
Fischetti, Natalia. (2016). “Al ritmo del tambor: Una entrada a la epistemología feminista”. Solar. Revista de Filosofía Iberoamericana, Vol. 12, pp. 19-31.
Follegati Montenegro, Luna. (2018). “Dislocando a la izquierda: Julieta Kirkwood y el movimiento feminista chileno”, Cuaderno de teoría social, N° 8, pp. 78-95.
Gómez, Adela. (2016). “Feminismo poscolonial latinoamericano en la deconstrucción del patriarcado”. Revista Trama, N°2, pp. 25-29.
Magnet, Camila. (2019). “Daniela Catrileo, poeta mapuche: «El feminismo no necesariamente está salvando a todas las mujeres»”. Radio JGM. En https://radiojgm.uchile.cl/daniela-catrileo-poeta-mapuche-el-feminismo-no-necesariamente-esta-salvando-a-todas-las-mujeres/
Soto García, Pamela. (2020). “Democracia y feminismo para una nueva constitución”. En VV.AA. Arde. Acción revolucionaria de escritorxs, Antiyo: Santiago de Chile, p. 455. En. https://antiyo.cl/leas/arde/