Me parece oportuno retomar un texto presentado en las Jornadas Anuales de la EOL, “El analista y sus síntomas”, en el que se plantea el estatuto del saber para el analista y algunas de las dificultades intrínsecas a la extensión del psicoanálisis. En la primera versión de la “Proposición…”[1]. Lacan consideró la necesidad del psicoanálisis en extensión, “o sea los intereses, la investigación, la ideología que él acumula” (…) “para la crítica de las sociedades tal como ellas soportan esa garantía fuera de nuestro ámbito”.
El saber del psicoanalista presenta esta paradoja: al mismo tiempo que siguiendo la indicación freudiana se debería abordar cada caso como si no se supiera nada, sin la lógica edípica el psicoanálisis mismo no sería más que un delirio del tipo schreberiano[2]. También ‘sabemos’ del peso de las orientaciones teóricas del analista, propias de determinado momento de su formación, en las curas que dirige: Freud en el caso de Dora es su paradigma. Pero Freud todavía no sabía del particular vínculo de la histérica con la Otra mujer, y eso nos conduce al problema de la articulación entre teorizaciones de distintas épocas con la práctica, entre ellas y con la manera de dirigirse al Otro social. No siempre es tan seguro como en el caso de Freud con sus histéricas que un nuevo saber desaloje a otro, más aun si le damos al primero el valor de prejuicio que tenía.
Además de «la dificultad propia de la oposición entre el saber hacer y la episteme[3], lo que el analista sabe plantea entre otras estas cuestiones: la validez de las teorizaciones de Freud y de Lacan en distintas épocas; sus modos de circulación dominante en determinados momentos y/o grupos; y el saber funcionando como ideología –que es el tema en el que voy a detenerme.
La ideología es un sistema de representaciones que se expone como un discurso coherente y argumentado, y se reconoce como verdadero. Es un concepto que la teoría sociológica ha solido evitar porque es difícil distinguirlo de los fenómenos de creencia. El término fue acuñado por Destutt de Tracy a fines del Siglo XVIII en el intento de definir una ciencia de los fenómenos mentales. Marx nombraba así a la deformación, ‘falsa conciencia’, de la percepción de las realidades sociales debida a la perspectiva unilateral y tendenciosa de cada quien dentro del sistema productivo en función de su posición de clase. Para Lenin las ideologías pueden tomar una connotación positiva, al menos para el proletariado, ya que son sus armas doctrinarias. Finalmente, para Althusser: 1º la ideología tiene como función primera asegurar la cohesión de la sociedad mediante la regulación del vínculo que une los individuos con su tarea, y 2º la ideología es lo contrario de la ciencia. El discurso científico tiene efectos de conocimiento; el discurso ideológico tiene efectos de tautología.
En los Escritos Lacan toma a la ideología principalmente desde el ángulo del espejismo y del obstáculo yoico. Más interesante para mi propósito es el modo en que la aborda en “Proposición…”[4]: la ideología edípica −mito edípico− dice lo que la sociología no ha sabido pensar, pero es también lo que diferencia al psicoanálisis en extensión de un delirio. Así como el mito edípico es un modelo de inteligibilidad del sujeto, en el marco del psicoanálisis lacaniano contemporáneo circulan distintos saberes. Algunos reducen todo a una sola época, a un solo concepto, a un único significante. Y estas teorizaciones, bajo la apariencia de psicoanálisis en extensión, hacen circular ideología. Para argumentar esta idea voy a ceñirme al seminario …O peor[5], en el que Lacan vuelve a referirse a la ideología: allí llama discurso a aquello “por medio de lo cual, por puro y simple efecto de lenguaje, se precipita un lazo social” (…) “Esto es incluso lo que comúnmente se denomina ideología.” Y diferencia efectos y sentido. “Lo propio del sentido es ser siempre confusional, es decir, creer constituir el puente entre un discurso, en la medida en que en él se precipita un lazo social, y lo que proviene de otro discurso”. «Antes de que un significante sea verdaderamente puesto en su lugar, es decir, localizado desde la ideología para la cual es producido, siempre tiene efectos de circulación». Toma al discurso universitario como ejemplo: al colocar al S2 en el lugar del agente cree ocupar el lugar de la causa con lo que es semblante. El S2 en el lugar del semblante da un falso orden: una ideología.
¿Podría afirmarse que cualquier saber es ideología? A lo que se refiere Lacan en …O peor es al modo en que los discursos producen ideología −es decir, articulaciones significantes sin sustituciones posibles, en relación a los lugares en cada discurso. En esta lección subraya que «nunca hay que saltearse un significante», ya que en la medida en que se saltea un significante se cree comprender. El discurso analítico es el único que no segrega ideología sino práctica analítica. Sería “apuntar en un discurso a lo que en él cumple la función del Uno”.
Lacan había dicho en Los cuatro conceptos… que: «No hay modo de seguirme sin pasar por mis significantes, pero pasar por mis significantes comporta una sensación de alienación que les incita a buscar, según la formulación de Freud, la pequeña diferencia». Aspirando a que no se trate solamente de alienación o de búsqueda de pequeñas diferencias, lo que sigue intenta ordenar algunos de los alcances del saber como ideología.
-El saber suele convertirse en argumento de autoridad −es lo propio del discurso del amo.
-No se recurre a la lectura de Lacan; o se citan solamente las citas ya citadas por otros que Lacan; o se repiten esas lecturas −es «la tentación de pegarse al S1, significante amo que es el secreto del saber en su situación universitaria»[6].
-Al no haber lectura, las creencias se multiplican según la articulación significante elegida, y se hacen más consistentes en la medida en que no son interrogadas.
-Además de su peso relevante dentro de la comunidad analítica, este funcionamiento tiene la ‘ganancia’ para cada sujeto de permitir alguna identidad a través del saber como medio para la identificación.
-La ‘lectura’ puede ser un paso posterior, como ratificación de esa identificación; esto evoca a Lacan en “Función y campo…”: «la fuerza de las iglesias reside en el lenguaje que han sabido mantener»[7].
-Esta inversión del recorrido fija de entrada los límites que los significantes amo imponen a la lectura: se parte de S1-S2 y si se argumenta es para volver a S1-S2.
-Desuponer un saber es condición para la lectura −imposible con un saber funcionando sin desplazamientos significantes.
-El saber se acumula como se acumulan los bienes; se ‘coleccionan’ saberes, se amontonan, no se dialectizan.
-La repetición es repetición de lo mismo, reduplicación, y por eso es goce −no se repite la diferencia sino lo idéntico.
-Se desestima la diacronía propia de las ideas, volviendo difícil conceder valor teórico a un concepto al que se considera ‘superado’.
Promover el discurso del analista como matema es oponerse a la secreción espontánea de ideologizaciones. Pero planteado así parece tomar valor de imperativo. Un deslizamiento, propio de la ideología producida por el par significante «Ideal-objeto a» inherente a la doctrina del fin de análisis, ha llevado a desestimar al Ideal identificándolo con el imperativo. Se olvida que el Ideal toma otros valores contextualizado en otros discursos −por ejemplo, en relación al de la ciencia: en el seminario Aún entre otros lugares Lacan se refiere a la formalización matemática como «nuestro ideal»[8].
Si «el psicoanalista tiene una relación compleja con lo que sabe; lo reniega, lo reprime, y hasta se le ocurre no saber nada de eso»[9], el pase es el dispositivo privilegiado para interrogarlo. Pero para encontrar los modos más lúcidos de dirigirnos a otros discursos es necesaria además la acción lacaniana, y la AMP desde su creación es su testimonio vivo. Los saberes funcionando como ideología se han deslizado a menudo en la manera de intentar incidir en el Otro social, porque son un síntoma de los analistas, un modo de velar su división.
Catalina Guerberoff es psicoanalista, reside en Buenos Aires.
Lic. en Psicología – Miembro de la EOL y la AMP.
Notas bibliográficas:
[1] Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967”, 1ª versión, [2] Lacan, J., Otros escritos, “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 275. [3] Lacan, J., El reversos del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 159. [4] Op. cit. [1] y [2]. [5] Lacan, J., …O peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 150-152. [6] Lacan, J., op. cit. [2], p. 199. [7] Lacan, J., Escritos 1, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, S.XXI editores, Buenos Aires, 1971. [8] Lacan, J., Aún, Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 144. [9] Op.cit. [5], p. 192.