El proceso eleccionario de 2015 en Argentina, llevaba para muchos la ilusión de liberarse de ataduras impuestas por la mujer, −otros votaron a conciencia de que el nuevo gobierno beneficiaría a su sector.
Así, hipotéticamente, se pasaría del dominio de la mujer al dominio del hombre, en una época en que la ley del padre se encuentra debilitada, la lucha de las mujeres por sus derechos es bandera, las mujeres en lugar presidencial se sostienen si tienen mano de hierro o caen. Un hombre que venía peleando públicamente como hijo con su padre, queriendo demostrarle que podía, sería investido, por sus pares, de autoridad. En un mismo paso, se superaría al padre y a La Mujer. Con este ‘La’ se otorgaba a Cristina Fernández, mucho poder, propiciando mucho miedo. Sus imágenes en los patios de la Casa Rosada, hablando con la militancia y transmitida al país, anidaba a unos y espantaba a otros por su carácter de totalidad narcisista, engolfante, sin límite. Imagen pregnante de una boca de madre devoradora, para quienes no la seguían. Su oratoria, fluida, con argumentaciones y fundamentaciones, ayudaba a unos a pensar-se y a otros los urgía a acallar la voz, como objeto insoportable, sin tener en cuenta lo dicho. Fallecido Néstor, se hizo intolerable para muchos hombres y mujeres su presencia. La Mujer en un abrazo compartido con su militancia, con pasión. Momentos de goce para una parte del pueblo y rechazo para otra. Sabemos, a través de la enseñanza de Miller, de Eric Laurent, entre otros, que las ‘elecciones’ no se dan sólo a nivel de ideales sino que están enraizadas en el goce del cuerpo, con lo cual lo antedicho trajo consecuencias en el acto eleccionario. En el plano de lo imaginario permitió agudizar amores y odios, perdiéndose la palabra en la nube, siendo lo real del goce una divisoria de electores. En época de visibilización de la violencia de género, me preguntaba por qué colectivos organizados en torno a identidades particulares, fehacientes denunciantes de agresiones a miembros de su comunidad, no se pronunciaban en contra de la agresión infringida a una mujer ocupando un lugar de autoridad presidencial cuando se la caracterizaba como ‘yegua’ (*). ¿Acaso eso no era violencia o es que ya se estaba autorizando determinado tipo de violencia a instancias de cambios posibles? ¿Daría cuenta del peso actual en que los relatos políticos se reemplazan por identidades de comunidades, produciéndose desvinculación de la macro estructura, siendo funcional al mercado? ¿De qué cambios se hablaba?
Uno de los cambios tendría base en la intolerancia a la palabra, al diálogo. “Habla mucho”, “argumenta todo el tiempo”, eran algunas de las críticas, prefiriéndose la poca palabra, las palabras frase tales como “pobreza cero”, “revolución de la alegría”, que emitía el actual presidente Macri, eran sin fundamentaciones acordes y en contradicción con sus explicaciones económicas. En este punto se podría pensar una identificación de época. En tiempos de internet, whatsapp y otros, el diálogo se evapora en emoticones y palabras frases, se soportan palabras mal escritas y pocas, colores para expresar emociones y no verbalizaciones, distancia y no abrazos, invasión al espacio íntimo o rechazo del otro que pasa a no ser considerado como semejante. Momento histórico de ‘tiempos breves, apresurados’. Escribe Lacan, al pensar la modulación del tiempo: “‘Para que no haya’ (retraso que engendre el error), en la que parece aflorar la forma ontológica de la angustia, curiosamente reflejada en la expresión gramatical equivalente ‘ante el temor de que…´”[1]. La escansión necesaria entre tiempos lógicos para que emerja un sujeto, pareciera diluirse en el marco que impone el paso a la generalidad de la serie, para evitar emergencia de angustia. Pareciera que el instante de la mirada y la conclusión se enciman borroneando el tiempo de comprensión, dificultando el movimiento dialéctico del pensar. Prisa por concluir en un juicio asertivo que se adelante a su certidumbre, cuasi al modo de una catarsis, adhiriendo a imágenes de terror en articulación con salvaciones absolutas. Las frases mencionadas, son de carácter absoluto, niegan lo posible, colocando al otro en dependencia de un Otro que lo maneje, dejando de lado el proceso de ‘empoderamiento’ que proponía el gobierno anterior, sosteniendo la idea de que cada ciudadano asuma un lugar de responsabilidad social; propuesta mal tolerada por muchos, pues convocaba a cada sujeto. Al darse la indicación de volver a la dependencia, entre otros, de Estados Unidos, de someterse, se corre el eje de la responsabilidad singular y es aplaudido por muchos. Sin poner en análisis lo que ello conlleva y que hoy día presenciamos, desguace de la industria nacional, ONGs que desaparecen, despidos masivos, represión, etc. La creación del enemigo «narcotráfico» durante la campaña electoral, habilitó el armamento policial y el gatillo fácil, que en la actualidad es útil para mantener a raya el descontento social, permitiendo generar nuevos enemigos, a saber, quienes luchan por su tierra son “terroristas”, quienes no quieren ser despedidos son “desestabilizadores”, –en dichos públicos de la Ministra de Seguridad– quienes no acatan lo que el plan económico del gobierno impone “no dialogan” –en dichos públicos de la gobernadora María Eugenia Vidal. Militarización autorizada por aquellos que puestos a elegir, siguen la inercia de la homogeneización, enrolados en la creación de un ejército de odiadores, sin poder situarse como sujetos de sus actos. El otro pasa de ser otro enemigo, a quien se le reconoce humanidad a ser, al decir de J. C. Milner, un “más que extranjero”, alguien sin humanidad[2]. Como ejemplo, el no reconocimiento de palabra cuando mapuches decían lo que había sucedido con Santiago Maldonado o el tirar las motos de la policía sobre los manifestantes, persiguiéndolos como a un guacho en el monte. Acentuando la violencia caso a caso, lo sangriento de robos, asesinatos, violaciones, la cámara puesta en lo morboso, buscando alejar la percepción de la violencia estructural.
Ilusión articulada con libertad. Ilusión del yo. Al ser el sujeto del inconsciente vacío, es en función de sus marcas con lo que puede hacer algo, en sus actos. Entonces una libertad es posible, no sin el Otro. Esas marcas son cautivas de los significantes de su época y utilizadas por el discurso amo, tratando de capturarlo a través de identificaciones. Nuestra época está signada por el mercado. ¿Cómo elegir ser sino mercancía? ¿Cómo correrse de ser únicamente deshecho en el goce del Otro? El poder lo tiene el mercado, que señala intermitentemente gustos, tendencias. ¿Cómo ser sin ser absolutamente lo que el mercado ordena? ¿Cómo llegar a algo singular? ¿Cómo sostenerse en la hiancia que hace a ser sujeto?¿Cómo perder y así tener?
Lo absoluto tiende al aplastamiento del deseo, si hay todo, no hay hiancia. Esto se promulgó desde el discurso político como “el cierre de la grieta”, “todos juntos”, constituyéndose en paradigma de violencia. En una sociedad en la cual la división de clases sociales existe, asistimos a su agudización. Podría pensar dicho cierre de la grieta como una imposición del cese de la lucha de clases a través del sistema de decretos y control social con lógica represiva. Actualmente presenciamos retrocesos en los derechos adquiridos −ley de flexibilización laboral, reforma jubilatoria, decreto para reformar la ley de salud mental, despidos masivos…− y represión cuando los involucrados intentan poner freno a este avasallamiento. Desde mucho antes de la campaña la violencia tomó su dimensión sistémica en la corrección política, la autodenominación de técnicos, destiñendo lo ideológico para darle su verdadero color.
Lo absoluto tiende al aplastamiento del deseo. El ofrecimiento de adquisición de objetos como señuelo, entre ellos el objeto ‘miedo’, garantiza un sujeto en posición de sometimiento y obstaculiza la posibilidad de un sujeto de hacer algo con sus propios objetos pequeños a, intransferibles, en relación al itinerario singular de su pulsión, tesoro donde un sujeto se articula a la demanda.
El espectáculo estuvo montado, el semblante permitió sentir, una parte del público se dejó embaucar.
Considero que la propuesta de gobierno es sostener la creación de una serie de individualidades y no un sujeto de lo individual. Cuando este aparece, se lo ataca. Me pregunto cómo intervenir para que esto no continúe en el tiempo, cuando los derechos atacados son los de los ciudadanos más allá de la comunidad particular a la que pertenezcan y los derechos del ser humano a la vida, al alimento, a la salud. Atisbo una respuesta: es en cada posibilidad de abrir un diálogo sin confrontación narcisista, pero sin retroceso de una palabra que, comprometida en el propio discurso, se aleje del uso de la misma para manipular creencias y emociones, visibilizando el uso de estas y propiciando intercambios. Es dar lugar al sujeto de lo individual en su encuentro con el otro, en cada lugar de participación social, generando redes de encuentro, haciendo cuña en el goce mortífero de lo homogéneo, que es funcional al terror, a la generalidad. Quizás ayude a esto que ahora se ha corrido un poco el telón y la violencia se siente en la propia carne.
Laura Berstein es psicoanalista, reside en Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires.
Lic. en Psicología, UBA, 1987. Especialista en Clínica de Adultos, 2017, expedido por Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires. Diplomada en Estudios en Clínica Psicoanalítica, ICDEBA, 2015.
Notas bibliográficas:
[1] Lacan, J., «El tiempo lógico», en Escritos 1, Ed. S XXI, edición 2008, p. 202. [2] Milner, J.-C., “Del huésped al enemigo, del próximo al lejano, los nombres del extranjero”, en Revista Colofón, Nº 36.(*) La palabra yegua, en Argentina, remite a una mujer que está muy bien físicamente a los ojos de un hombre o a una mala persona.
Bibliografía:
Byung-Chul Han, El aroma del tiempo, Ed. Herder, Barcelona, 2015.
Lacan, J., “El tiempo lógico”, en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2008.
Laurent, E., “El traumatismo del final de la política de las identidades”, traducción de Cuñat, C., Medin G. y Berenguer, E., en Revista La libertad de pluma, Nº 1/2, año 1, marzo 2018.
Miller, J.-A., «El psicoanálisis, la ciudad, las comunidades», en Revista Lacaniana de psicoanálisis, nº22.
Milner, J.-C., “Del huésped al enemigo, del próximo al lejano, los nombres del extranjero”, en Revista Colofón, Nº 36.
Zizek, S., Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, ed. Paidós, Barcelona, 2009.