En las Jornadas de Carteles de la EFP de 1975, Philippe Girard al interrogar la función del ‘más uno’ planteaba algo que continúa siendo vigente y que es extensivo a la política del cartel; en el Foro de Turín de noviembre de 2017 el mismo planteo interpelaba los deseos decididos de democracia: ¿cómo “evitar dos tipos de agrupaciones −una figura totalitaria, con los fenómenos de identificación, y una figura que tiene actualmente difusión, la del liberalismo?”[1] Girard se preguntaba en qué condiciones era posible sustraerse a “lo que se denomina psicología de masa” sin“naufragar en una república de los ‘egos’, igualdad ficticia, evidentemente”, recordándonos que en nuestra affectio societatis no somos matemáticos −si es que “los matemáticos (…) consiguen resolver estas dificultades, las del ‘y yo, y yo, y yo’ de los grupos liberales, y las del ‘Otro’ o del objeto en conjunto, sobre el cual, por el cual, dentro del cual hay identificación y la constitución del ‘nosotros’”[2]. Delineaba así dos lógicas de lo político cuyas consecuencias de malestar podrían leerse a la luz de lo que plantea Eric Laurent en El reverso de la biopolítica[3]: la lógica freudiana articulada al Padre, donde “la política es el inconsciente” y se reproducen los fenómenos de dominación, alienación e identificación de masa en la captura del sujeto por el discurso del amo, y la lógica de “el inconsciente es la política”, señalada por J.-A. Miller como la de ese inconsciente que Lacan está “por definir” haciéndolo depender de ‘La Historia’, que es la de la globalización y la evaporación de los semblantes del Otro: la del acontecimiento de cuerpo en el parlêtre político, cuyo desprendimiento-separación de los semblantes (y del delirio totalitario al que la alienación lo conduciría), lo lleva a terminar naufragando en la república de los egos, en la política de las identidades centradas en el modo de goce (que refuerzan las diferencias, derivando en una multiplicidad de comunidades yuxtapuestas) y en la debilidad de tener un cuerpo que se goza, solo.
1-La hegemonía agujereada
El Foro de Turín al que nos referimos giró en torno a una premisa que había formulado Eric Laurent: “La Democracia es el duelo del Uno. El populismo es el entusiasmo de la hegemonía, la restauración del Uno”[4]. Premisa que convendría mantener como orientación abierta para preguntarnos si necesariamente democracia y hegemonía son excluyentes. ¿La construcción de consensos transversales entre minorías para lograr legitimidad (principio de la hegemonía) necesariamente tendría que culminar en la uniformidad ideológica del Uno (totalitarismo)? ¿Podría eso soportar el agujero sin el entusiasmo por la restauración del Uno? Si la premisa se hace conclusiva transformándose en axioma (y la democracia se opone al “populismo-hegemonía-restauración del Uno” indiferenciados), cualquier intento de ‘articulación de demandas’ en una cadena será populismo totalitario, y cualquier política que priorice el ‘cada uno a sus asuntos’ será democrática y libre. Como buena atea podré decir: que Dios no lo permita. Porque afortunadamente la dialéctica tiene esas ironías, es conveniente a veces dejarse encantar un poco y no esperar el domingo de la vida conceptual para echarse a dormir; dejarse engañar advertido de lo real que no engaña tiene que ver con quela dialéctica siempre es irónica: “el domingo de la vida quiere decir que ya no hay más retóricos para engañarlos: fin de los poderes de la palabra, fin de la historia, fin de ‘la breve digresión’, (la pre-historia) podemos empezar a dormir. El sueño lógico-positivista y liberal: cada palabra en su lugar, todos consumidores, deshuesados como Valentín.”[5].
Si sostenemos la tensión entre los términos de la premisa de Laurent para interrogarlos intentando evitar lógicas maniqueas, advertimos enseguida que el centauro del poder gramsciano −con la cabeza en la legitimidad del consenso y la cola en la coerción y represión estatal−, plantea una incomodidad adicional para los reduccionismos en el mundo occidental contemporáneo, en el que la práctica de la coerción y represión estatal se ha transformado en garantía de la Seguridad de la república para muchos países que se autoproclaman «libres y democráticos» −no siendo ya patrimonio de los temidos populismos totalitarios pasados o por venir.
Me tienta una ‘breve digresión’: la organización del capitalismo tardío en la economía se erige como Imperio sin antagonismo que funcione como límite. En la situación mundial después de la derrota del fascismo en 1945, el escenario internacional se polarizaba entre el capitalismo y el comunismo. Perry Anderson señala: “Cabe distinguir, sin embargo, que mientras en Oriente los soviéticos utilizaban los términos según la dupla mencionada, en la contraparte occidental, en cambio, los conceptos oficiales del enfrentamiento eran distintos. En Occidente, la Guerra Fría fue presentada como una batalla entre la democracia y el totalitarismo. El bloque occidental no utilizaba el término ‘capitalismo’ para auto referenciarse, ya que éste era considerado básicamente un concepto del enemigo, un arma contra el sistema en lugar de una descripción del mismo. Occidente se expresaba en nombre del ‘Mundo Libre’ y no del ‘Mundo Capitalista’. El fin de la Guerra Fría produjo que, por primera vez en la historia, el capitalismo comenzara a proclamarse como lo que era, una ideología que anunciaba la llegada de un punto final del desarrollo social construido sobre los supuestos del libre mercado más allá del cual resultaba imposible pensar mejoras substanciales”[6], con las innovaciones ideológicas del «humanismo militar»[7]: por un lado, la autoafirmación del capitalismo como sistema socioeconómico y como el único modo de organizar la vida moderna concebible para la humanidad ad aeternum; por otro, la abierta anulación de la soberanía nacional como clave de las relaciones internacionales entre los estados, en nombre de los derechos humanos. En esta nueva configuración histórica la autoridad militar desborda la situación de guerra, se implanta en la esfera social, y la «articulación democrática» de las subjetividades comienza a estar supeditada a la configuración de un sistema jurídico-político que funciona como un aparato de guerra deslocalizada; la implementación de políticas de Seguridad preventivas- que incluye la detención de personas en Guantánamo, Abu-Ghraib o Yarl’s Wood, o asesinatos no esclarecidos y planteados como ‘daños colaterales’ −dan cuenta entonces de una transformación que vuelve insuficientes los conceptos con los que se trató de pensar el Estado y el Derecho, la Democracia y la Dominación en el siglo XX.
2-Poshegemonía y cuerpo político: el materialismo de los cuerpos frente al idealismo de los significantes
El Foro reinstala los impasses y paradojas que había encontrado en algunos autores que hablan de poshegemonía; además de interrogar sus críticas sobre el tradicional concepto gramsciano de hegemonía −que sostiene la lógica del antagonismo de clases articulado en el discurso del amo−, es interesante pensar en qué medida la idea de «poshegemonía» se relaciona con la transformación del amo contemporáneo y su viraje al discurso capitalista planteado por Lacan, con la consecuente fragmentación/multiplicación del S1 y sus efectos en las subjetividades.
La mayoría de esas críticas remiten al concepto de hegemonía desarrollado por post gramcsianos –en particular, por Laclau y Mouffe. Jon Beasley-Murray [8] propone una política de los cuerpos anterior a la lógica del significante articulado en el discurso, en la transición de la sociedad disciplinar foucaultiana a la sociedad de control deleuziana, que opera a través del espacio social no ya desde la significación y el sentido. Mientras la ideología sigue una lógica de identificación -representación y la hegemonía resolvería los conflictos a través de un Estado trascendente, la lógica de la poshegemonía opera de manera inmediata y ubicua y el Estado se vuelve inmanente al cuerpo social. Del ‘discurso’ al ‘afecto’, Beasley-Murray enfatiza el cinismo en una era donde el poder de la crítica ideológica resulta impotente porque el orden social es mantenido por fuera del discurso, en el pasaje de la retórica de la persuasión a los efectos producidos por el afecto, donde importa más la configuración y el «orden de los cuerpos» que el «orden del significado»: hábito y afecto aseguran el orden social al plegar sobre sí mismo el poder constituyente de la multitud −entendida como un sujeto social inmanente−, en formas de comunidad sin Estado ni soberanía, donde la variable analítica fundamental es la dinámica entre el poder constituyente de la multitud y los esfuerzos estatales por sujetarla y neutralizarla. Desde esta perspectiva, entonces, el esfuerzo de historización es el intento por identificar momentos en los cuales operan mecanismos de inversión reactiva: procesos a través de los cuales el afecto se transforma en emoción, el hábito en opinión y la multitud en pueblo.
Alberto Moreiras[9] hace su deconstrucción desde la lógicade la “multitud democrática” como constelación de S1 horizontales que se rehúsan a una arborescencia vertical en torno a un S1 privilegiado y totalizante (el significante vacío de Laclau); partidario de la dicotomía occidental entre democracia «libre» y totalitarismo «hegemónico-populista», hace de la aspiración del alma democrática un principio de bella libertad pura, en una suerte de postulado filosófico anti-político. Y Benjamín Arditi[10] enfatiza la ausencia del “+1” supraordinal en la multitud pero no propone como excluyentes hegemonía y poshegemonía, sino que planteauna diacronía con dinámicas de desarticulación y rearticulación cada vez más cambiantes: desenganches y enganches para una repetición fallida de las operaciones alienación-separación en la dialéctica entre los sujetos políticos y el Otro social contemporáneo que, con el borramiento de los grandes relatos identificatorios y la multiplicación de las pequeñas historias −señalados por Lyotard y retomados por E. Laurent− “evidencian las paradojas del individualismo democrático de masas”[11].
3- El reverso de la biopolítica: acontecimiento de cuerpo y fanatismo
La política de la inseguridad y el miedo rebasan en su eficacia; como ha señalado Z. Bauman, que haya tantas razones para tener miedo lleva a la angustia generalizada en la que se está dispuesto a perder la libertad a cambio de la seguridad de las «burbujas de certidumbre”, en un efecto retorno de lo real sin ley generalizado que en todas partes vocifera: “Padre! ¿Acaso no ves que ardo?!”, a veces apelando al grito silencioso como pura enunciación −lugar donde los sujetos se recuperan en su pérdida, dirá Laurent−, otras, apelando a gritos a la restauración de la autoridad y el orden de cualquier significante amo al que aferrarse, o desfalleciendo en la afánisis ante la Ley de nuestros tiempos devenida Orden de Hierro[12]. El reverso del punto máximo de la desaparición del sujeto identificado al objeto en el fantasma es el fanatismo, que siempre es religioso, donde el triunfo del sentido vuelve a subirse al palco después del sentimiento del ‘Apocalypse Now’ inminente.
Entonces, entre locura y debilidad, apostamos a una política menos tonta que no nos libre del síntoma, porque “hay un agujero en el eterno recomienzo, y es divertido aprovechar ese agujero, y en el juego de la máquina, inventar lo nuevo −no se lo impediré si eso le divierte. Pero de todas maneras usted va a fracasar… usted fracasará porque la historia desde siempre gira en redondo. Es la estructura.”[13]
*El título alude a Leviatán, o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil de Thomas Hobbes, publicado en 1651, y a Gramsci is Dead. Anarchist Currents in the Newest Social Movements, libro del sociólogo canadiense Richard Day, publicado en 2005.
Natalia Paladino es psicoanalista, reside en Saladillo, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Trabaja en el Equipo de Salud Mental del Hospital Z. G. Dr. Posadas de dicha ciudad. Miembro de la EOL y de la AMP.
Notas bibliográficas:
[1]Girard, Ph., Sesión Plenaria de las Jornadas de Carteles de la EFP, 13/4/1975, inédito. Disponible en:http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2010/03/jacques-lacan-y-otros-jornada-de-los.html
[2] Ibíd.
[3] Laurent, E., El reverso de la biopolítica, Grama, Bs. As., 2016, pp. 243-266.
[4] Laurent, E., “Nuevas encarnaciones del deseo de democracia en Europa II”, LQ # 747: http://www.eol.org.ar/la_escuela/Destacados/Lacan-Quotidien/LC-cero-747.pdf
[5] Miller, J.-A., “El eterno patapouf”, en: https://redzadigargentina.wordpress.com/contacto/
[6] Anderson, P., “El papel de las ideas en la construcción de alternativas”, Nueva Hegemonía Mundial. Alternativas de cambio y movimientos sociales. Atilio A. Borón (compilador). CLACSO, BsAs, 2004, p. 208.
[7] Tema desarrollado, entre otros autores, por Noam Chomsky en El nuevo humanismo militar. Lecciones de Kosovo, Siglo XXI, México, 2002.
[8] Beasley-Murray, J., Poshegemonía. Teoría política y América Latina, Paidós, Bs. As., 2010.
[9] Moreiras, A., “Plomo hegemónico en las alas, II. Hegemonía y kataplexis”, https://infrapolitica.wordpress.com/2017/05/16/plomo-hegemonico-en-las-alas-ii-hegemonia-y-kataplexis-borrador-de-ponencia-para-conferencia-allombra-del-leviatano-tra-biopolitica-e-posegemonia-universita-roma-tre-m/
[10] Arditi, B., “Post-hegemonía: la política fuera del paradigma postmarxista habitual”, Política y cultura, Biblioteca Nueva, Madrid, 2010, p. 159-193.
[11] Laurent, E., op. cit., p. 11.
[12] Lacan, J., Seminario 21, clase del 19/3/1974, inédito.
[13] Regnault, F., “Lacan, una lección de política”: https://redzadigargentina.wordpress.com/contacto/