El meme de Dawkins
Suele generar polémica la referencia a Richard Dawkins, biólogo evolutivo, a la hora de ensayar una lectura sobre los modernos memes, esas imágenes cómicas que circulan en el mundo online. Se entiende el motivo: un biólogo, con dudosos conocimientos sociológicos y antropológicos, buscó explicar desde un paradigma genético darwiniano una multitud de fenómenos sociales y comunicacionales entre los que podemos ubicar, años después de su obra, al meme actual, y esto le valió múltiples críticas.
La referencia es, sin embargo, obligada: es Dawkins quien acuñó el término meme en su famoso libro publicado en 1976, El gen egoísta. La confección del término misma nos pone en la línea de su planteo. Parte del vocablo griego mimeme (cosa imitada) y lo reduce, según él mismo explica, al meme cuya pronunciación se acerca mucho a la de gen en inglés1. Se trata, pues, de un “replicador”, una unidad de información pasible de la repetición por copia que cumple en la cultura la misma función que el gen cumple en la biología. De hecho, es esta analogía entre el gen y el meme lo que permitirá a Dawkins desplegar sobre el campo que él llama cultural los mismos criterios evolucionistas que pueden aplicarse al campo biológico a partir de la modulación de los genes. Del mismo modo que estos se replican y que los errores en la replicación pueden dar lugar a mutaciones que resistan mejor o peor a la presión de la selección natural, los memes transmitidos (replicados) en la cultura mutan y se adaptan mejor o peor, lo que es decir que se revelan como más o menos aptos para ser reproducidos en un entorno cultural específico. Así, cuanto más adaptado esté un meme a su entorno cultural mayor será la repetición y transmisión que de él harán los individuos de ese entorno. Los ejemplos de memes que da Dawkins nos muestran la enorme amplitud de este concepto: “melodías, ideas, lemas, modas, maneras de hacer vasijas y de construir arcos…”2, toda unidad cultural que pueda repetirse y alterarse será, para Dawkins, un meme.
De lo que se desprende el imperio de la lógica de la viralización a la que tan acostumbrados estamos últimamente, en parte gracias a las facilidades que los avances tecnológicos han otorgado a su expresión. Un meme, en este sentido, bien puede ser un video, una canción o una declaración desafortunada de algún político que se vuelve viral, lo que es decir que tiene un impacto intenso y efímero a la vez. Son las melodías virales que todo el mundo tararea un día, olvida al siguiente y recuerda con nostalgia unas semanas después sin ningún perjuicio para la industria de la música, que muy por el contrario se abreva -y produce- en la avidez por lo nuevo que así se impone. Retomaremos este punto hacia el final del texto. Dirijámonos ahora a otro sano producto de esta lógica viral, que se adapta muy bien a ella y que por el momento ha sido relativamente inexplorado. Se trata de los memes de internet (escrito sin bastardilla para distinguirlos del meme de Dawkins).
El chiste freudiano
La breve exposición sobre el meme obliga una sucinta referencia al clásico texto freudiano sobre el chiste. En él, Freud señala una y otra vez que lo que vuelve chistoso al chiste, lo que hace que este dé gracia, no es su “contenido de pensamiento” sino la manera en que el chiste vehiculiza este contenido, es decir, su técnica.
A la vez, Freud hace la distinción entre el chiste que es “fin en sí mismo”, al que llama chiste inocente, y el chiste tendencioso, aquel que puede tropezarse con alguien que no quiere escucharlo3. A propósito, aclara lo siguiente: “Chiste ‘inocente’ en modo alguno significa lo mismo que chiste ‘sin sustancia’, sino que designa ni más ni menos lo opuesto de los chistes tendenciosos (…) Un chiste inocente puede enunciar algo valioso”4. Asociaremos al meme con el chiste inocente, el mismo que, para Freud, expresa con mayor claridad la técnica del chiste.
¿De qué técnica se trata? Nos detendremos en el chiste por condensación, tipo al que pertenecen los famosos ejemplos de Familionär y Carthaginoiserie. En el primero, las palabras familiär y Millionär son condensadas en un neologismo posibilitado por su materialidad sonora en su punto de semejanza; en el segundo ocurre lo mismo con Carthaginois y chinoiserie. Alcoholidays, condensando alcohol y holidays, en inglés, puede ser un ejemplo más cercano a nosotros. En todo caso, la condensación por desplazamiento, facilitada por el azar de la semejanza entre las palabras, produce a la vez un efecto de sentido novedoso y un efecto cómico. Es el hecho de la condensación misma, y no el contenido que esta transmite, lo que para Freud causa risa, y esto se vuelve evidente si se explica el contenido de cualquiera de estos ejemplos y se verifica que este no es chistoso en sí mismo.
El meme de internet
La extensión de este texto obliga a hacer una distinción en muchos sentidos insuficiente entre lo que llamaremos el meme clásico y los memes que llevan al límite la estructura del meme clásico y, al hacerlo, revelan algo de su verdad.
El meme clásico comparte mucho con el chiste por condensación freudiano. En él también nos encontramos con que la articulación entre dos elementos significantes es la responsable tanto del sentido como del efecto chistoso, sólo que, en lugar de ser dos palabras, son ahora una palabra (o una frase, que es lo mismo) y una imagen las que se articulan. Ahora bien, que uno de los elementos significantes sea una imagen tiene sus consecuencias, que veremos acentuadas a continuación en los memes que llamaremos limítrofes. Antes de pasar a ellos, describamos algo más al meme clásico. Se imprime sobre una imagen canónica, que sirve como clisé básico, una frase que, en conjunto con la imagen, genera un efecto cómico. Así, sobre una imagen que se había vuelto viral en la que una niña miraba una casa incendiada con sonrisa traviesa, se imprime la leyenda “Mis vecinos hacían mucho ruido… hacían”. Pues bien, más que enumerar ejemplos, interesa resaltar algo esencial: si las frases impresas son variables -y precisamente formular nuevas frases es el arte del creador de memes-, las imágenes sobre las cuales estas se imprimen lo son en mucho menor grado. Como dijimos, se trata de clisés, y es en el punto en que una imagen se repite lo suficiente como para volverse un clisé que los memes hechos en base a ella se vuelven memes propiamente dichos. Retomaremos este punto hacia el final del texto.
Debemos resaltar otra diferencia con respecto al chiste freudiano que se desprende directamente de lo antedicho. Si chistes como el de Familionär se construían a partir de la condensación de dos palabras del uso cotidiano que, por azar, permitían el surgimiento de un efecto chistoso, notamos que en el meme esto no ocurre. Los dos elementos significantes no forman parte, como lo hacían familiär y Millionär, del acervo cultural cotidiano. Esto no se debe sencillamente a que uno de dichos elementos sea una imagen, porque bien podrían usarse imágenes cotidianas, sobre todo en una época hiper fotografiada como la nuestra, en la que cada uno dispone de infinidad de imágenes propias en su celular. La distinción está dada por el funcionamiento por clisés que describimos: los memes no se hacen con imágenes cotidianas, y es relativamente acotado el conjunto de imágenes-clisés relevantes en cada momento histórico. Esto puede recordarnos el planteo de Dawkins: parece ser que la “aptitud evolutiva” de un meme es mucho mayor si el clisé que lo conforma tiene múltiples versiones (por cada frase que se le imprima) e igualmente múltiples oportunidades de transmitirse. El chiste de familionario es únicamente ese chiste y, consecuentemente, tiene una única posibilidad de contagiar: no se puede contar el mismo chiste dos veces. Esto no ocurre con los memes: su estructura misma es tal que para cada clisé puede haber cientos de memes posibles, y esto hace que, a fuerza de reiteración, el clisé mismo se vuelva familiar y parte de la cultura, es decir, que se vuelva viral.
Así llegamos al segundo grupo de memes que, a falta de imaginación, llamamos limítrofes. En ellos se lleva al extremo lo que venimos delineando, aquello que los distingue del chiste freudiano y que a fin de cuentas no es más que el uso iterativo de imágenes. Reemplazar la palabra por la imagen hace que el encuentro entre significantes no dependa del azar5 tal como de él dependían los chistes freudianos. Por el contrario, las imágenes-clisés son producidas a demanda, y esto pone en primer plano una vacuidad que halla su expresión sintomática en los memes limítrofes. La imagen del meme, a diferencia de la palabra familiär, está puesta allí para ser un vehículo reiterado, “replicado”, y carece, por tanto, de cualquier anclaje que trascienda el fin específico de favorecer su reiteración sucesiva. Al final de texto se encontrará un enlace que compila algunos ejemplos de memes limítrofes, lo que ya indica de qué va el asunto: no pueden describirse con la misma facilidad con que se pudo describir el meme clásico. Los anti-memes, meta-memes, deep-fried-memes (memes fritos) son todos ejemplos en los que el uso vacío de la imagen retorna sintomáticamente en su destrucción. El meme se vuelve sobre sí mismo, abandonando en mayor o menor medida toda intención de significación y acentuando el absurdo y el sinsentido. Cuando se consulte esta compilación, nótese cómo ambos procesos se dan simultáneamente: a la vez que se pierde el sentido la imagen se destruye, se vuelve abstracta (como en el ejemplo de las figuras geométricas) o se “fríe” (es el ejemplo de la imagen amarilla en la que es casi indiscernible el queso).
La época actual
El inocente reduccionismo de Dawkins lo lleva a sugerir que su explicación monolítica a partir del meme es aplicable a todo el campo de la cultura, por lo que estaría tanto en la base de la evolución de las lenguas y la división del trabajo como en la de los fenómenos aislados a los que nos hemos referido como virales y propios de nuestros días. No interesa aquí discutir la propiedad de esta teoría, pues nos es útil como una radiografía de la época en la que se lee el sentido que este tipo de fenómenos tienen cuando se los estudia desde una óptica biologicista y darwinista que, por lo demás, tiene gran peso en campos como los de la política, la psicología y la estética. En efecto, esta óptica exhibe cómo, reducido a su dimensión biológico evolutiva, el fenómeno cultural no es más que el intercambio -comercialización- de cáscaras vacías, o en todo caso cáscaras llenas de cáscara, imágenes en las que no puede distinguirse un referente real, sino que presentan una continuidad moebiana de pura imagen, puro revestimiento de nada que se comercializa a velocidades continuamente crecientes. Que lo esencial de los memes para su supervivencia sea su transmisibilidad en masa acentúa su valor cuantitativo en detrimento, o lisa desaparición, de cualquier valor cualitativo. En este punto coincidimos con Marcelo Barros, quien reconoce en el imperio del Dios Quantum y la adoración del número el culto de nuestros tiempos6, al que asocia con la “desconexión maníaca del significante respecto de cualquier anclaje real”7. La mutación del chiste clásico en el meme, facilitada por la aceleración y ubicuidad del intercambio permitida por internet y la tecnología, exhibe esta misma desconexión, llegando a los puntos extremos que pueden encontrarse en el anexo enlazado a continuación.
Anexo de memes limítrofes:
https://drive.google.com/drive/folders/1caYoAfk_X74Phi9jziVvUuSK-JX1EjWK?usp=sharing
Román Dafunchio es estudiante de Psicología, reside en Buenos Aires.
Ayudante-alumno de Psicopatología II -UBA
Notas:
1Dawkins,R., (1976), “Memes: the new replicators”, en The selfish gene. Nueva York: Oxford, 2006, p. 192.
2Íd.
3Freud, S. (1905). “El chiste y su relación con lo inconsciente”, en Obras completas, vol. 8. Buenos Aires: Amorrortu, 1986, p. 85.
4 Ibíd., p. 87.
5Ibíd., p. 21.
6Barros, M. (2021). Anatomía de la modernidad. Buenos Aires: Grama, p. 9.
7Ibíd., p. 20.