Santiago Riveros Oliva – ¿Es Pueblo y vota como Oligarca? Alienación y Hegemonía

A estas alturas, cualquier analista o estudioso de las Ciencias Sociales, está enterado –más o menos- de lo que implica el argumento de la Alienación (ser-otro) y de la proyección de ideas de sectores privilegiados hacia toda la sociedad (Hegemonía).
No constituye una novedad teórica.
Aunque se pierda de vista, paradojalmente, que se trata de una teoría. Suele otorgarse a la alienación y a la hegemonía, el estatuto de realidad (del realismo). Se olvida que son conceptos –y no ‘hechos’- que pueden revisarse (ampliarse y/o amputarse).
Cuando esto sucede, la teoría pierde su potencia, que radica tanto en su ‘falibilidad’ como en construir su objeto de estudio.
Ahora veamos cómo prosperan las teorías conspirativas de estos últimos años, bajo tres grandes aspectos: a) el engaño de toda una sociedad por b) una elite que gobierna el mundo para c) un ‘nuevo orden mundial’.
¿Encontramos acaso, alguna similitud de estas operaciones intelectuales, con la teoría de la alienación y hegemonía?
Agreguemos un cuarto elemento a lo anterior, la ‘coherencia interna’: que los elementos que componen la teoría no se excluyan mutuamente. Es el famoso ‘cierra por todos lados’ de la conspiranoia.
Pero una teoría no hace su ‘cierre’ en la realidad, sino en la teoría.
La Academia, en tanto institución, establece un canon necesario, que habilitaría la exclusión de relatos no-científicos. Relatos que encontrarán, con suerte, cobijo en otras instituciones1. Por ejemplo, en el conocimiento científico, se ha machacado mucho el lenguaje de la ‘verdad’. En una línea popperiana, por ejemplo, se habla de falsear hipótesis. En lógica se habla de razonamientos ‘válidos’, pero de ninguna verdad de los hechos.
Cuando se habla de la ‘verdad’, se está en el Otro del Otro (lo que sería aceptar que el Otro no está barrado).
Pero ¿cuál es el problema de la alienación y hegemonía? Vamos a enumerar algunas ocurrencias.
Alienarse es, fundamentalmente, Ser-en-otro: Un trabajador (su ‘Ser’) que piensa como un patrón (otro), un emprendedor que piensa como un magnate, etc. En suma, un esclavo que piensa como amo.
El movimiento inverso, ‘un amo que piensa como esclavo’, no parece plausible en las teorías sociales. Si la alienación es ya un engaño desdeñoso, ésta solo recae del lado de los ‘carentes’ y no de los pudientes.
El ‘alienado’ es un individuo que ha perdido su identidad (su ‘Ser’ en sentido ontológico). Aquí, la alienación constituye un engaño, un reemplazo de la subjetividad ‘propia’, por otra que le es ‘impropia’. Habría, por lo tanto, una confusión que debiera ser saldada.
Se puede salir de la ‘alienación’ (del engaño) al restituir lo que ‘verdaderamente’ el individuo ‘es’. Desengañar al alienado, agregamos, tiene todos los condimentos mesiánicos que también hallamos en las teorías conspiranoicas.
Quien señala a los ‘alienados’, no se encuentra por eso mismo, alienado. Y por ello, agregamos, se posiciona en el lugar de una verdad, de un saber –que no sabe el alienado.
La verdad del alienado, se verifica –en las teorías sociales- en sus condiciones materiales de existencia. Si es desposeído y piensa como pudiente, está alienado. Si es pobre, debería votar la opción política de los pobres. Nótese que, ya se sabe de antemano cómo votarán los pudientes. Podríamos preguntarnos entonces ¿La teoría de la alienación no opera en las subjetividades de mayor posesión económica?
La verdad del individuo se apoya en sus condiciones materiales de existencia, pero no parece plausible que los pudientes voten una opción en contra de sus intereses.
La hegemonía, bajo esta perspectiva, es siempre desde el opresor hacia el oprimido. De arriba abajo. El Pueblo, en tanto populus-plebeyo ¿no produciría hegemonía?
La hegemonía duerme conciencias: la conciencia de clase sería un movimiento en el cual, el Sujeto A deja de sentirse B, para sentirse A.

Pero ¿quién afirma lo que un individuo ‘es’? ¿Quién puede atribuirse la certeza de decir lo que ‘son’ las cosas? ¿Y no será, acaso, una limitación conceptual considerar cuáles debieran ser los intereses de un sector social y, definir luego, su voto (correcto)?
Considerarse poseedor de la verdad de los otros, genera muchas lejanías: subestimaciones, preconceptos, certezas de antemano, rótulos y etiquetas, segmentaciones no-teóricas, etc.
¿Podrían obviarse estos preconceptos en Política? ¿Es útil el concepto de la alienación y la hegemonía para el debate político –al nivel de la militancia? ¿No será que genera una actitud mesiánica –y agresiva- para el supuesto ‘alienado’? ¿No será que genera más confrontaciones que acuerdos?
Considero de mi interés avanzar en este debate, para organizar una estrategia cultural pero con otros puntos de partida.
A modo propositivo, reintegro dos posibles nuevas acepciones de la alienación y la hegemonía que podría sernos útiles:
Alienación estructural: Como inmicción otredad: El ‘Yo es el Otro’, el Deseo es el Deseo del Otro, etc. Si el ‘Yo’ es un engaño, pero lo es de modo estructural. De manera que no se trata de ‘desengañar’ al sujeto de su phantasme, sino de proponerle –y sin garantías- otros discursos.
Alienación en el Discurso: Los recursos retóricos completan el lenguaje. Para no decir, ‘la silla es la silla’, se puede echar mano a la metáfora (sustituir un término por otro) y sostener que, ‘la silla es un asiento’. Y se puede seguir jugando, y hablar de un ‘asiento contable’, etc. No nos enroscamos en el ‘ser-de-la-silla’, sino que abrimos el juego a poder renombrarla de otras maneras. Pasar de un discurso a otro.
Hegemonía en sentido laclauniano: (…) existe la posibilidad de que una diferencia, sin dejar de ser particular, asuma la representación de una totalidad incomensurable (…) Esta operación (…) es lo que denominamos hegemonía.2 Es decir, la hegemonía es un movimiento metonímico: la parte por el todo. Y también es estructural de una comunidad.
Si acaso pudiese pensarse que lo anterior no implica tomar posicionamientos, podría responderse que: ante la falta de una estrategia de debate (a partir de una teoría del sujeto) y las diferencias insalvables que se generan en ellas, se está proponiendo un intento.
Un intento que propone un debate con la tesitura del análisis: no se debate con todos, sino con quienes demandan debate. No se analiza sin teoría, y menos a quien no lo ha requerido.

 

Santiago Riveros Oliva es estudiante avanzado de la Licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ)

Presidente del Centro de Estudios Políticos Encuentro Latinoamericano (CEPEL).

 

Notas bibliográficas:
El Terraplanismo, por ejemplo, se encuentra institucionalizado.
2 Laclau, E., La Razón Populista, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, p. 95

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