- La ética en el psicoanálisis
La ética del psicoanálisis tiene una característica, a la vez un enigma que guarda su supervivencia o lo justifica, es que cuando los psicoanalistas hablamos de ella necesitamos enseguida aclarar, ‘del psicoanálisis’.
Lacan hizo intervenir un mito, Antígona. El relato de los hechos que adquieren un valor ‘ficto’. La posición del analista no posee ninguna actitud heroica, pretende una neutralidad científica. Es una decisión, y se practica. Frontera entre el psicoanálisis y la ciencia.
La cuestión ética se complejiza por su íntima relación y sutil diferencia con la moral. Es que las leyes que rigen el llamado contrato social hacen a la moral, nuestra ética es el compromiso del sujeto con su deseo yendo más allá de lo bueno/ malo, si bien no se encuentra desprendida de ciertos valores morales.
En psicoanálisis hablar de ética es dirigirnos a la lectura que Lacan hace de Antígona en su seminario de 1959/60. Esta obra, no es tomada por Lacan en cualquier momento, sino en La ética del Psicoanálisis apartado “La esencia de la tragedia”.
Es importante destacar que esa escritura se encontraba dentro de una época histórica sombría. Guerra, escándalos, corrupción, malversaciones, catástrofes, segregación, querellas familiares, refugiados, peste, asolaba una democracia decadente.
Antígona rescata algo de ese tiempo. Ella es víctima del deber de dar sepultura al cadáver de su hermano, condenada por quien ejercía un poder, necio, Creonte. ¿Acaso la ética es la misma que entonces? O en todo caso ¿qué la modifica en este Siglo XXI? La ética, como tantos otros significantes, se ha vaciado, banalizando su contenido. Se la pensaba íntimamente ligada a la política. J.-A. Miller en “No hay clínica sin ética” ubica que si se trata de la ética del psicoanálisis la entiende como lo que llamamos deseo del analista, o sea una ética especial.
Al usar la ética en la ciencia y sus comités, con la intención de objetividad y anulación de un deseo singular, ¿se vuelve anacrónica?
En nuestra práctica señala Lacan la incomodidad que provoca el éthos al anudarse con la política y el deseo. Podría llegar a ser la ética un gozne con la autoridad, cada vez más desautorizada en relación al saber, poniendo en duda cuál sería la ética válida si tuviera un lugar. ¿La de uno o la del otro? Nada garantiza un resultado.
En su seminario 7 Lacan, dice, que en la posición ética se trata de no renunciar al deseo. Antígona, no por casualidad es un personaje femenino, llamado por Sófocles, é Paiz, “la chiquilla”. Que le permite desplegar la relación entre el poder, lo femenino, la traición. Por ello es tan contemporánea a su vez. Es que la fatalidad en los griegos se encuentra enlazada al destino, cuya característica es lo que no puede ser de otra manera, cumpliéndose inexorablemente la voluntad de los ‘dioses’, poniendo en movimiento un mecanismo, que sigue aún vigente a lo largo de los siglos.
Inmiscuirse en la política ¿no estaría, acaso, despertando a Átê, diosa de la desgracia y calamidad? Palabra que Lacan menciona como irremplazable. Justifica de ese modo la imposibilidad de Antígona de hacer otra cosa. Enalteciendo el acto de la griega a un discurso frente al poder que le da la dignidad de trascender a través de los siglos. Ahí la ética se anuda con la política por fuerza de las cosas. Para el psicoanálisis ese, su deseo, apunta a un más allá de la Átê.
¿Puede ser que Lacan señale que no ceder su deseo, el éthos, albergue la desgracia? Es que en su seminario 20 nos señala que el saber tiene su precio y ese costo tiene que ver con el valor de uso no de cambio.
Al analista se le conmina tomar la palabra. Para ello se conjugan lo privado del analista con lo público de ese como sujeto, des-identificado sin dejar de tener, e incluso debe tener respecto al mundo una posición ética. Es esto lo que le permitiría no calzar el vestido trágico de Antígona, pero menos el de Judas Iscariote, tampoco el de Antenor, cuya conducta moderada, y su silencio le hizo pasar por traidor. Haciendo de la Escuela Una la múltiple, en la que la pregunta por el ¿qué es un psicoanalista? Se sostiene con las respuestas éticas de uno por uno1.
- De la acumulación, el delito y el mundo de la pantalla
“¡En su pecho habitan ¡ay! dos almas, y la una quiere separarse de la otra!” (del Fausto, de Goethe, citado por Marx para referirse al “goce” del capitalista que pugna entre la dilapidación y la abstinencia del consumo en pro de “la acumulación –que– es la conquista del mundo de la riqueza social”)2.
A pesar del agrado lacaniano de pensar por fuera del sentido común, alguien podría preguntarse, ¿de dónde parte esta inclinación, de traer al presente, como esencia de la política diaria, lo que pasó en la mente de los antiguos griegos 25 siglos atrás?
Más, hoy –que tan en boga está la unión temática entre política y delito–, ¿qué entidad de modo, tiempo y lugar –como se le requiere a las pruebas y testimonios judiciales– existe para criticar desde la Antigüedad el estado de situación que aparece deslizándose por la cornisa de un precipicio escarpado?
Habría entonces que traer a cuento que el acto, digámosle civil, del soberano Creonte, que decreta la proscripción y el encierro de Antígona hija de Edipo, en la hermética cueva. La que actuaba sin temor ni piedad y discutía con el soberano la fidelidad a las leyes que la amparaban, habrá de morir en su encierro. Hecho que, a su vez, determinará, en la realidad, el derrumbe político del Rey y el suicidio de su hijo y de su esposa.
Ahora, cediendo a la tentación de internarnos de lleno en la pantalla de la realidad, desde la perspectiva trágica de la Antígona de Sófocles; y hacerlo desde esta bella república del lejano sur del mundo, soportando políticas del hoy neo liberalismo. Enseguida surge el recuerdo de Tato Bores disfrazado de arqueólogo europeo con sombrero de explorador, instalado, en futura época, dentro de una carpa en el desierto, resto de un país que alguna vez se llamó ‘Argentina’. Y en medio de esas ruinas desérticas desenrolla documentos tratando de descifrar las causas y rencillas que originaron la asombrosa extinción.
- De la ética, la política y los daños colaterales en la lucha por el poder
No podemos olvidar que al hablar de política estamos discutiendo también respecto del mundo y de la lucha por el poder. ¿Qué ocurre cuando la pasión enfrenta o quiere convencer al soberano, aun sin violencia, platicando calmada o agitadamente? Ernest Renan cuenta que San Pablo logró entrevistar a Nerón, quizá con la intención de convertirlo. Éste lo escucha pacientemente y luego lo manda decapitar.
Si la realidad tiene estructura de ficción no puede ignorarse al demiurgo que ejerciendo su derecho de composición, directamente y/o por intermedio de los medios que inciden en la cultura y el pensamiento, fabrica, tergiversa o elimina personajes, según la concepción amigo/enemigo implantada por el jurista Carl Schmitt, que había definido al Soberano como quien determina el derecho de excepción.
- De la sangre de los muertos a la pasión del avaro
Llegamos a Tucídides, con su derecho del más fuerte y la discusión, enigmática aún, sobre si era un derecho expresamente establecido o si se trataba de una descripción pseudo sociológica de la realidad, que describía la actitud abusadora de la facción o la Nación que se sabía más poderosa y avanzaba sobre el plus de espacio que calificaba vitalmente necesario a la extensión o permanencia de su expansión. Y que había ‘pagado’ el derecho de conquista con la sangre de sus muertos en la epopeya.
En la época que Atenas, cuna de la democracia llamada directa, se convierte en Imperio, explotaba y exigía el pago de regalías a una cantidad de islas menores bajo su dominio; que estaban en medio de su latente guerra con Esparta. La pequeña isla de Melos, si bien se somete a Atenas, no quiere abandonar su vínculo histórico con Esparta; y es algo reticente con los tributos que la Metrópoli le exige. Atenas, entonces, temiendo que su tolerancia sea vista como una debilidad que tiente a las otras colonias, decide invadir a Melos, previo a lo cual envía sus embajadores que entablan el célebre diálogo con los representantes Melos; y Tucídides habrá de relatar.
En términos racionales los argumentos vertidos por cada parte, indican el derrumbe ético de la posición ateniense frente a la argumentación de los Melios. Los que deciden defender su dignidad a pesar de una muerte segura.
Ése es uno de los puntos originarios en que se hace patente el cruce de la ética con la política, en donde la lucha dialéctica se produce no en el gimnasio, sino en el sitio práctico en donde se juega la suerte del mundo.
Atenas, invade la isla, la que resiste heroicamente, a pesar de la enorme diferencia en la correlación de fuerzas. Se extermina a los varones y se llevan esclavizadas a las mujeres.
El tiempo va dar la razón a la profecía de Tucídides cuando predijo que tal abuso marcaría, a futuro, el fin del imperio ateniense. Así como los abusos de Creonte aceleraron su final trágico con el suicidio de su esposa y de su hijo. Y su muerte política.
Cuando dice Lacan “que la pasión del avaro es esa nada a la que se reduce el objeto encerrado en su adorado cofrecillo”3. Nos evoca las palabras de Marx, cuando cita burlonamente los consejos de Malthus para “los señores capitalistas” que, viendo cómo estos se habían transformados banalmente “hacía tiempo en hombres de mundo y de gran vida”, les advierte: “¡Acumulad! ¡Acumulad! (…) pero es de mayor importancia “tener separadas la pasión por el gasto y la pasión por la acumulación”4. En la contabilidad del capitalista clásico el gasto personal figura en el debe.
Malthus, predicaba a favor de las altas rentas de la tierra, pero también los altos impuestos para aguijonear a los industriales improductivos combatiendo a los burgueses que, consumiendo sin producir, no se preocupaban de la amortización periódica para convertir una parte de la renta en capital que les permitieran modernizar periódicamente la infraestructura, de modo de mantener actualizada la productividad global de sus empresas.
Marx señalaba ese viaje a la nada, en la imposibilidad real de satisfacer la avaricia numérica del capitalista; la que se extrema en el imperialismo convirtiendo a sus operadores financieros en sedientos de un más, infinito e imposible. La falta de límite los arrastra, hoy, en su versión neo liberal, al exterminio y a la guerra, quizás, del fin que, dado el caso, en un tiempo nuclear, se llevaría a la ética humana, junto a la existencia del mundo.
Verónica Carbone es psicoanalista, reside en Buenos Aires.
Miembro AMP. EOL. Participante del Nudo La luz del síntoma Zadig Argentina.
Notas bibliográficas:
1 Carbone, V., La ética en la casa del enemigo en la Revista virtual Cytêre FAPOL, 2018.
2 Marx, C., El Capital, Ed. Biblioteca Nueva, traducción de Juan B. Justo, Capítulo XXII; III, División de la Supervalía en Capital y Renta, Teoría de la Abstinencia. Buenos Aires, sin fecha, p. 431.
3 Lacan, J., El Triunfo de la Religión, precedido de Discurso a los Católicos, Ed. Paidós, Bs.As., 2005, p. 60, “¿El psicoanálisis es constitutivo de una ética a la medida de nuestro tiempo?”
4 Marx, C. Op. Cit, Séptima Sección, Capítulo XXII, “Transformación de la supervalía en capital”, p. 422; nota (1) y p. 435.